El militante
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Él también soñó con la utopía socialista que en 1516 describió Tomás Moro en su libro “Del estado ideal de una República en la nueva isla de Utopía”, y que siglos después retomaron Marx y Engels en su “Manifiesto del Partido Comunista”. El mismo sueño que empezó a propagarse por el mundo tras la Revolución bolchevique de octubre de 1917 y que intentaron llevar a la práctica Lenin y Trotsky, que consideraban al socialismo como una necesidad ineludible, la opción humanista de combatir al capitalismo exacerbado.
Ellos propusieron que la socialización de los medios de producción podría asegurar el máximo bienestar posible para el mayor número de personas posibles. La igualdad en la propiedad y la distribución equitativa del ingreso, se volvía necesaria ante las condiciones de desigualdad imperantes y que creían que con este modelo se alcanzaría a lograr la liberación del hombre por el mismo hombre.
Ese fue el sueño que persiguió toda su vida don Arnoldo Martínez Verdugo, dirigente histórico del Partido Comunista Mexicano, dedicado a edificar la izquierda en México en los años de la prohibición, en los tiempos en que se perseguía, encarcelaba, asesinaba y desaparecía a sus militantes. La época en que, si el Presidente visitaba Coahuila, la policía los recluía ilegalmente hasta que pasara la visita como tantas veces hicieron con mi abuelo José Guadalupe Durán.
Desorganizada, la izquierda en México lograba pocos espacios de expresión e incluso en la elección presidencial de 1976, no se reconoció a Valentín Campa, ni uno solo del millón de votos obtenidos, pues el PCM no contaba con registro. Tras esto, don Arnoldo se dedicó con paciencia de relojero a reconstruir el partido uniendo a las diversas corrientes de izquierda, muchas de ellas radicalizadas en movimientos como el Partido de los Pobres en Guerrero, o la Liga 23 de septiembre en el norte de México.
Alejado del culto a la personalidad que gusta tanto a figuras políticas no solo de izquierda, fue gracias a él, que hoy algo que todos damos por sentado como es la aceptación oficial de las expresiones políticas de izquierda, por muchos años no lo fueron y se requirió su talento político para lograrlo al ser pieza clave de la reforma política de 1979 que supuso la aceptación oficial del PCM y que en las elecciones legislativas de ese año alcanzó 18 escaños.
Tres años después y con el propio Martínez Verdugo como candidato presidencial en las elecciones de 1982, hubo aún que luchar con las inercias de la prohibición. Sin publicidad, equipo de campaña y los recursos económicos que hoy manejan los partidos políticos, recorrió México en una campaña en condiciones adversas. La policía seguía encarcelando a los militantes comunistas por causas tan graves como las “faltas ortográficas” como fue el caso del encarcelamiento de un grupo de seguidores que escribieron mal su apellido al pintar una barda publicitaria en su natal Mocorito en Sinaloa. A pesar de eso, Martínez Verdugo obtuvo 820 mil votos pavimentando el camino para el avance de la izquierda.
Arnoldo Martínez Verdugo vive ya en la eternidad como el militante que abrió un nuevo camino para la izquierda mexicana. Se une a Diego Rivera, José Revueltas, David Alfaro Siqueiros, Heberto Castillo, Demetrio Vallejo, Vicente Lombardo Toledano, Valentín Campa, Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Ibarra y tantos más que construyeron con sus sueños lo que muchos se han empeñado en destruir en la realidad.
La semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó la ceremonia de inhumación y homenaje póstumo a Arnoldo Martínez Verdugo, donde sus restos fueron depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres. Don Arnoldo lo merecía más que nadie, pues fue un hombre que alcanzó a ver a casi el 30 por ciento del mundo con regímenes socialistas y a casi todos los vio caer, solo para atestiguar que las condiciones económicas que les siguieron fueron recrudecidas, pues la pobreza jamás cedió terreno como tampoco lo hizo la codicia humana.
Al final, la igualdad de oportunidades y la satisfacción de las necesidades como condición básica de la justicia social a favor del hombre, se han enfrentado tanto en los regímenes socialistas como capitalistas con un solo enemigo: el propio hombre.
@marcosduranf