El relevo en el INE, que sea para el bien de la democracia y de México
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No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague; reza el muy conocido refrán popular. No voy a referirme al inicio del siempre esperado periodo vacacional de primavera o a la inminente comparecencia del expresidente norteamericano, Donald Trump, ante un juzgado de Nueva York para enfrentar los cargos que sobre él pesan, respecto de lo cual habrá oportunidad de dar cuenta en este espacio. En mi México “di oro” hay temas más importantes que deben ocupar nuestra atención.
Finalmente, y tras un intenso jaloneo mediático que involucró a no pocos personajes de la escena política nacional, el presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello, entregó la silla principal de la llamada herradura de la democracia a Guadalupe Taddei Zavala, y con ella rindieron protesta como consejeros del organismo: Rita Bell López Vences; Jorge Montaño Ventura y Arturo Castillo Loza.
Como dice el tema que hiciera famoso la española Marisol, hoy conocida como Pepa Flores, la vida es una tómbola de luz y de color; así, la designación de los nuevos consejeros y consejeras del mencionado instituto se llevó a cabo mediante el método de insaculación; vaya manera elegante de nombrar al procedimiento en que ha de ser la suerte la que decida cuando no se logran los consensos necesarios para elegir a quienes deben desempeñar alguna tarea. Pero en ello no llevan culpa los recién ungidos ni demerita su arribo al instituto; fue el método acordado para la elección y nada más.
En cualquier caso, lo que debe ser digno de encomio es que por primera vez el INE es dirigido por una mujer y, además, por primera vez también las mujeres son mayoría en el Consejo General del organismo de marras.
Por supuesto, la llegada de la presidenta Taddei Zavala ha generado altas expectativas, principalmente por el papel que le corresponderá jugar en las elecciones de 2024. Pero como siempre sucede en estas danzas, no todo es miel sobre hojuelas. Los ampliamente señalados vínculos de la ahora representante del órgano electoral y su familia con el partido en el poder han puesto en entredicho su imparcialidad política, lo que naturalmente contrasta con la función que ha jurado desempeñar. Su experiencia en las lides electorales está más que probada y ello abona a su favor; llamó la atención, sin embargo, que en su primer discurso, la recientemente designada presidenta marcó como punto toral de su agenda la revisión de los elevados costos que significan las contiendas electorales y el propio INE.
Tal vez, la deliberada mención sobre la austeridad sea un guiño al titular del Ejecutivo, quien desde luego ha venido enarbolando esa bandera o quizá, efectivamente, la incipiente democracia mexicana cuesta y cuesta mucho. Lo cierto es que las y los mexicanos debemos evitar la deleznable práctica de adelantar juicios y, por supuesto, otorgar el beneficio de la duda a favor de quien hoy por hoy se ha enfundado en la casaca de árbitro electoral mexicano.
Aquí en confianza, un organismo constitucional no goza de autonomía real porque así lo consigne la carta magna; la plena independencia debe perseguirse y defenderse a toda costa. Los organismos constitucionales autónomos, como lo es el INE, son en escancia depositarios de trascendentales funciones del Estado. Los efectos perniciosos del desequilibrio entre los poderes tradicionales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) se contrarrestan precisamente mediante la actuación efectiva de tales órganos; por ello, debe garantizarse en todo momento su autonomía técnica, normativa, orgánica y financiera. De no ser así, tales entes se convierten en elefantes blancos de escaso valor y nulo beneficio; oficinas atiborradas de equipos y funcionarios que poco o nada abonan en la consolidación del Estado de Derecho.
Entre que son peras o manzana, empieza una nueva era en nuestro país, hay relevo en el INE; que sea para el bien de México y su democracia. Veremos y diremos.
NOTA: Lo antes expuesto representa la opinión personal del autor