El símbolo de la impunidad

Opinión
/ 10 julio 2022
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No hay mal que dure cien años, dice un refrán. Sin embargo, el símbolo de la impunidad sí alcanzó los cien años. Luego se desvaneció. Este símbolo es Luis Echeverría Álvarez. Su muerte, que le alcanzó viviendo en su casa, llega como otra marca clara de que en México, el sistema de justicia aún hoy, 10 de julio de 2022, opera de acuerdo a intereses políticos.

Recuerdo, en las clases de periodismo que tomara con Javier Villareal Lozano durante la carrera de comunicación, haber comentado sobre la ética periodística, sobre el 2 de octubre de 1968 y sobre algunos otros hitos negramente históricos. Me regalarían incluso el libro “Los periodistas”, escrito por Vicente Leñero, en el que se narra el acoso a cierto tipo de periodismo, pues no se podría comentar hoy, que todo el periodismo existente es prístino: rondan acuerdos y dineros que rigen las opiniones de escribanos o de sus directivos.

Tanto en la matanza de Tlatelolco como en la desarticulación del periódico Excelsior de aquella época, estuvo presente Luis Echeverría Álvarez, quien, como secretario de Gobernación de Gustavo Díaz Ordaz, fue premiado posteriormente con su candidatura para ser el siguiente presidente de México.

Cuesta escuchar el saludo respetuoso que viaja por tuits, ante la muerte de quien llevó a la muerte a estudiantes mexicanos, dejó libres a torturadores y asesinos, y participó en operativos oprobiosos, teniendo por cereza de un rojo pastel, una práctica que persigue a los políticos mexicanos en general: la acumulación inexplicable de bienes. Luego de su presidencia, parece broma, fue miembro del comité ejecutivo de la UNESCO y embajador de México durante algunos años.

Cuesta hoy como antes, atravesar libramientos, bulevares, escuelas incluso, que llevan por nombre Luis Echeverría Álvarez o Gustavo Díaz Ordaz. Esto ha de doler a los ciudadanos que vivieron estos acontecimientos, o a quienes se han dado a la tarea de conocer parte de la historia de México.

La gente de a pie, como decimos coloquialmente, poco importa a una clase política que en general, hace acuerdos para perpetuar proyectos o incluso eventos internacionales que sirvan para que la patria luzca más allá de sus fronteras. Asesinatos de jóvenes bajo la excusa de una injerencia extranjera o comunismo, son tan fáciles de sembrar en mentes débiles con carencia de lectura crítica sobre cómo operan los mecanismos del poder. Se lo merecían, he escuchado decir a alguno. Comunistas, demonios.

Aquí transcribo la carta que Echeverría escribiera el 10 de noviembre de 1969 a Díaz Ordaz, en búsqueda de la presidencia: “Muy respetado Señor Presidente: / Las corrientes mayoritarias de la opinión pública, agrupadas en el Partido Revolucionario Institucional, han apoyado mi postulación como candidato de dicho organismo político a la Presidencia de la República, para el siguiente período constitucional. / Como me fue grato declarar públicamente, he cumplido el elevado compromiso de servir al Gobierno que usted dignamente encabeza, hasta los últimos días de mi permanencia como titular de la Secretaría de Gobernación; pero estimo que ha llegado el momento de dedicar todo mi tiempo a las labores preelectorales y renunciar al desempeño de la muy honrosa comisión que recibí de usted el 1° de diciembre de 1964, lo cual hago formalmente por medio de estas líneas. / Reconozco como una privilegiada distinción haber compartido bajo su mando importantes tareas de la Administración Pública y haber recibido de usted el ejemplo constante de las virtudes políticas y privadas de quien ha consagrado su vida al servicio de la Nación y de sus compatriotas. / Le hago patente mi agradecimiento profundo por su guía, siempre aleccionadora y afectuosa, y por el trato generoso y cordial que siempre se sirvió dispensarme. / Hoy expreso a usted, como ciudadano mexicano, mi solidaridad sin reservas hacia todos los actos de su Gobierno y mi sincera admiración por la obra moral, cultural y material que ha desarrollado, en estos cinco años, para bien del país. / Su entrega personal a las mejores causas del pueblo marca ya una etapa fecunda de nuestra historia. / Muy respetuosamente, / Lic. Luis Echeverría.”

Una muestra de la retórica política que prevalece. Han pasado más de 50 años de la masacre de Tlatelolco y los operadores políticos del partido que sea, continúan con el viejo argumento: que las autoridades en el poder tienen qué establecer acuerdos políticos, es decir, perder algo para obtener una tajada más grande. Falta de autocrítica. Vasallaje. Entonces en México la justicia se sigue administrando por instrucciones, más si conviene ser usada ante los próximos comicios electorales. La palabra justicia proviene del latín iustitia, que abreva de ius: derecho, que se traduce como “lo justo”.

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