El síndrome de Procusto en la política mexicana

Opinión
/ 25 agosto 2024

Procusto en la mitología griega era un gigante que vivía en las montañas y tenía fama de dar hospedaje a los forasteros que pasaban por su zona. Tenía una cama grande y una chica, según el tamaño de las personas. Generalmente –los viajeros– nunca coincidían en la cama donde los acomodaba y esto hacía que les cortara las extremidades de manera que cupieran. Los viajeros terminaban, invariablemente, torturados y asesinados.

Esta figura alegórica se utiliza –por estos tiempos– en la psicología para hacer referencia a las personas que padecen un trastorno mental que consiste en una obsesión por el control de lo que les rodea y cuando esto no ocurre culpan de forma sistemática a quien se les atraviese. ¿Le suena? ¿Conoce a alguien que cuando las cosas no le resultan culpa indiscriminadamente a los demás? En nuestro país se culpa por sistema.

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No fue penal, el árbitro es el culpable; la mujer que tú me disté; es que los demás me presionan, no me dejan, me condicionan; yo no quería, me obligaron; el gobierno es el culpable; la culpa la tiene Andrés. La Conade no nos apoyó, por eso no ganamos; la culpa la tiene el INE y el Tribunal Electoral, en fin. Nos sobran pretextos para no asumir responsabilidades.

Procusto se sigue manifestando cuando no tolero que un grupo distinto al mío lidere el país, el estado, la sociedad; donde lo hemos pensado una y otra vez, nosotros lo haríamos mejor, aunque ya hayamos tenido la oportunidad, una y mil veces. Y ante la tristeza o decepción de que ya no soy yo quien está a cargo, se reacciona de forma violenta e intolerante repartiendo culpas, insultos y agresiones a diestra y siniestra; menospreciando, acusando y responsabilizando a quienes lo han superado en habilidades y talento.

El asunto es que en México, como deporte nacional, siempre habrá alguien a quien culpar, a quien responsabilizar de lo que dejamos de hacer o simplemente hicimos mal. Un ejemplo es la llamada reforma judicial que empuja el Presidente de la República, con el subterfugio de la corrupción a gran escala de jueces y magistrados, el nepotismo y la impunidad como prácticas que complican la procuración de la justicia en nuestro país.

¿Eso es verdad? Usted júzguelo. Lo cierto es que hay una estela de injusticias que, tarde o temprano, acabaría algún gobernante por poner un hasta aquí a quienes debían asegurar y garantizar la ley y el orden. ¿O nos íbamos a estar lamentado por siempre de la corrupción de los jueces, de sus exabruptos, de su comportamiento y de sus preferencias por el mejor postor? O los ordinarios delitos de fuero común que quienes salen bien librados son quienes forman parte de los grupos de poder o son amigos del vecino, del compadre de quien tiene un buen puesto. Reformar es justo eso, cambiar las formas, aunque creo que la reforma requiere de tiempos, de matices, de reflexiones, de consensos y, sin lugar a duda, de cambios.

Lo otro es la famosa sobrerrepresentación. ¿Quién fue el ganador de la elección? Por supuesto, quien obtuvo más votos. ¿Quién ganó la elección? ¿Cuáles fueron las diferencias de porcentajes de votos? ¿Le parece poco los resultados de la elección? Dejémonos de historia macabras y fantasiosas. Hubo un ganador, en este caso una ganadora, y con una aplastante victoria y debemos aceptarlo. ¿De qué sirve el 54 constitucional entonces? ¿De qué sirve el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación? ¿Ahora el INE sí se toca? Invoquemos a Procusto.

Mejor preguntémonos: ¿Era necesaria una alianza de tres partidos históricamente opuestos? ¿Realmente se prepararon como alianza, con estrategias claras, sinergia entre los líderes de partidos, tenían una base sólida en las comunidades para garantizar el triunfo de sus candidatos? El proceso que realizaron fue transparente y equitativo, ¿lo recuerda? ¿Cómo llegó la candidata del PAN-PRI-PRD a ser la abanderada de la coalición Fuerza y Corazón por México? ¿Recuerda todos los innumerables dislates, anacronismos e incoherencias de la candidata? ¿Recuerda las figuras históricas altamente chamuscadas que le apoyaban? ¿Su equipo de campaña? ¿Los dislates de Marco y Alito con la repartición de organismos autónomos en Coahuila? O ya también olvidaron.

O no me diga que fue el INE y el Tribunal, al que ahora culpan los responsables de que ellos en un momento se hubieran creído e hicieran creer a muchos de sus miembros de que iban a la delantera de las encuestas y luego que habían ganado las elecciones. La gente se hartó y se manifestó en las urnas. Asuman su responsabilidad.

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Cuánta falta de seriedad de partidos, personajes y medios. Los responsables de este tremendo fracaso no son el Tribunal Electoral ni el INE y sus consejeros, como ahora lo quieren hacer ver. Ojalá que ahora sí el INE no se toque y acatemos todos –atendiendo a las reglas del juego democrático y de sus instituciones– al reparto que se haga de los plurinominales que sellarán el comportamiento de los partidos en la elección.

En el tratamiento del síndrome de Procusto se recomiendan antidepresivos y tranquilizantes para quienes no estén del todo satisfechos con la realidad. Y en este caso, quienes no estén de acuerdo con la resolución, vayan a la farmacia a comprarlos para menguar las emociones que están a la vista; las reglas del juego ahí están, basta con que les demos una revisada. Así las cosas.

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