El sublime nombre de la madre
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...Y el soplo divino se esparció y las entrañas dieron espacio a la gestación, pedacito hecho de Dios y amor, milagro bendito que en tanto tomaba forma a veces sus movimientos nos sorprendían como queriendo decir: “aquí estoy”, a veces lastimaban levemente y en otras ocasiones eran imperceptibles, pero la abnegación los hacía dulcemente soportables, atisbos de esperanza y vida.
En el ciclo de la dulce espera surgían noches de insomnio cuyo transcurrir se aprovechaba para susurrarle a ese ser indefenso palabras de ternura y que contestaba con golpecitos como diciendo: estoy bien en medio de este mar que me es familiar y de este conducto que transporta generosamente el alimento que me va dando vida dentro de este sagrado lugar convertido en altar y sin que todavía descubra la luz pero que imagino, cuantas cosas imagino, a ese ente radiante que aguarda mi encuentro allá afuera.
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Afuera, ¿y cómo debo llamarte? Espera, ahora recuerdo que dentro de esta tranquilidad alguna vez escuché una voz, una voz melodiosa acompañada con música de ángeles que me habló y me dijo: cuando traspases el umbral y te encuentres en el mundo al que llegarás, lo primero que verás será un templo hecho mujer, la mujer que te dio cobijo y a la que con el tiempo la llamarás con un nombre incomparable, un nombre dulcísimo, más dulce que la miel, un nombre construido de bondad, de entrega y generosidad que no pide nada a cambio, un nombre muy fácil de pronunciar, pues será la palabra más hermosa de todas las que existen.
Y el silencio se hizo, y esa voz no se volvió a escuchar mientras que el tiempo caminaba hacia su destino, y que llegando a él y conociendo el exterior y el resplandor de esa luz brillante le preguntaré llamándola por su nombre, MAMÁ, ¿dónde estaba yo antes de nacer? Y se hizo una sola respuesta, estabas en mi corazón.
Disculpe usted, querido lector que me hace el favor de leerme, pero en este día he querido transportarme con palabras que son una realidad envueltas en un humilde homenaje dedicado a todas las madres, de igual manera a las madres que han partido de nuestro lado y que de seguro estarán al lado de Dios, a las madres que han aceptado hijos y los han guiado por la vida con un amor sublime. Benditas sean todas.
Entre tanto he querido hacer un paréntesis apartándome de las trivialidades de las que está envuelto el mundo y con él nuestras vidas, cada quién en su dinámica cotidiana con la que tenemos que vivir, lo hago con el fin de dedicar algunas palabras al ser más hermoso de la tierra.
El sendero que crea la madre es una vía donde limpia el camino para que sus hijos lo caminen sin los menos obstáculos posibles para que les fructifique en sus vidas, un camino de sacrificios que sin tomarlos en cuenta los conduce con el propósito de que obtengan un futuro mejor y formen una familia de bien.
Asimismo, en esta entrega ahora mismo quiero dejar plasmadas algunas frases que utilizo para aderezar las virtudes de las madres y que las tomé de la inspiración de mi hermano Marco Antonio, que las utiliza en las presentaciones con su rondalla, aquí se las dejo, pues encierran lo hondo de la bondad maternal: “La madre es el ser que nos amó antes de conocernos y nadie ama lo que no conoce / es el dulce ser que se quita el pan de la boca para alimentarnos / es la mejor embajadora de Dios / solo Dios confió a la mujer el secreto de dar vida, pues solo Dios y la mujer dan vida”.
Honremos hoy y siempre a la mujer que siempre nos tiene asidos de su mano y que con ternura eternamente invoca nuestra protección, pues aprovecha que tiene un hilo conductor con Dios para rogarle que regresemos con bien.
De igual manera también elevemos una oración por las que ya no están con nosotros en esta vida pero que, estamos seguros los que tenemos fe, que viven en el lugar más hermoso que existe y al que, en alguna ocasión, esperamos reunirnos con ellas.
Se lo digo EN SERIO.
franciscoaguirreperales@gmail.com
@aguirreperalesf