Elecciones 2024: Los grupos de poder no representan votos, pero sí influencia

Opinión
/ 1 mayo 2024

Conforme avanza la elección, a los factores de poder se les complica la vida. La Iglesia católica desde hace tiempo definió sin dudar ruta y destino. No se trata de apoyar a una candidata, siglas o proyecto político, sino de ser consecuentes con lo que enfrenta la feligresía y los mismos prelados. La violencia creciente los llevó a repudiar al régimen y su continuidad. Un voto informado es un voto opositor; convocar a votar es contribuir a la derrota del régimen.

Los dueños de las grandes empresas y casi todos los representantes de organismos empresariales fueron presas fáciles del clientelismo presidencial, a contrapelo de los intereses propios del sector privado de acotar al poder, la certeza de derechos y la legalidad. Les ganó el oportunismo a unos y el miedo a otros. López Obrador maltrata de palabra a los más ricos y los premia generosamente en los hechos. El mensaje presidencial ante los banqueros nada tiene que ver con primero los pobres. Los reportes de Oxfam y de Forbes sobre los magnates mexicanos revelan que los grandes empresarios han sido los consentidos del régimen; los 10 más ricos aumentaron su riqueza en 45.2 por ciento.

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Los excesos de López Obrador y su exigencia de incondicionalidad a empresarios llegaron a su límite, como en el caso de Ricardo Salinas Pliego, dueño de Elektra y de Tv Azteca. Un encontronazo que modifica las coordenadas de la campaña y muestra a otros empresarios que se puede desafiar al régimen y plantarle cara al Presidente para expresar lo que dicen en la discreción. La corrupción y la arbitrariedad beneficia a algunos, no a todos, ni siquiera a los más. Mayormente convincente es la postura de la candidata opositora Xóchitl Gálvez sobre la extorsión que castiga a empresas por parte de criminales convencionales y de autoridades, casi siempre de Morena.

Respecto a las fuerzas armadas, no se puede generalizar y por tal consideración no se puede afirmar que están con López Obrador y que ven como amenaza a la candidata presidencial opositora por su determinación de retirarles de las actividades ajenas a su misión o transparentar los contratos y obras a su encargo. No es el caso de todo el sector militar porque la cúpula que se ha beneficiado de la cooptación presidencial no es representativa del todo. De hecho, hay una corriente muy amplia, quizás mayoritaria, en los mandos medios y altos de las fuerzas armadas que rechazan la idea de incursionar en tareas propias de los civiles. Incluso hacerla de policías entraña riesgos mayores a su integridad y los desvía de su tarea fundamental que es la seguridad nacional. Dadas las condiciones de inseguridad, se asume que puedan auxiliar a las fuerzas civiles del orden, pero no hacerles su tarea.

Es un error creer que los militares están con López Obrador y que lo seguirían en su aventura de continuar ejerciendo influencia o mando después de dejar el encargo, menos si Xóchitl Gálvez ganara la elección. La institucionalidad de las fuerzas armadas está a prueba de todo, incluso de los generosos privilegios otorgados aparte de su jerarquía. Los soldados preservan un elevado sentido de lealtad e integridad. En eso sí es válido y veraz generalizar.

A los empresarios alineados con el régimen les debe inquietar la incertidumbre, por su postura claramente oportunista de estar con el ganador. ¿Qué sucedería si la oposición ganara el Congreso o si hubiera alternancia en la presidencia? A los más no debe inquietarles porque mudan con facilidad de lealtad, siempre son consistentes en su preferencia: estar con el ganador.

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El problema de fondo es otro y tiene que ver con la corrupción, con los beneficios indebidos e ilegales, producto del trato privilegiado y de la discrecionalidad presidencial. Para esa minoría la transparencia y la rendición de cuentas es veneno y letal revisar los contratos y obra pública. De ellos se entiende que tomaran partido y sean fuente generosa del fondeo de campañas. Efectivamente, los factores de poder no representan votos, pero sí influencia y, en algunos, dinero.

El futuro del país se dirime en el dilema democracia o tiranía. Cada uno escoge ruta y la palabra final será de los ciudadanos. Y cierto, un voto razonado, un voto meditado es un voto contra la continuidad. La afluencia ciudadana a votar marcará el destino del país independientemente de siglas o candidatos.

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