Elecciones y coaliciones

Opinión
/ 5 junio 2022
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El voto es uno de los tantos elementos o mecanismos que tiene la democracia representativa, y este domingo 5 de junio será tema, pues cerca de 12 millones de compatriotas saldrán a ejercer su sufragio en seis estados del País. En Aguascalientes, Hidalgo, Oaxaca y Tamaulipas se elige gobernador; en Quintana Roo y Durango estarán en juego, aparte de la gubernatura, los congresos locales.

Seguro que, como en los últimos procesos electorales, veremos las novedades que bajo el axioma “el fin justifica los medios” implementarán los partidos que con sus coaliciones –salvo en Oaxaca– buscarán el poder sin importar otra cosa que la consecución del poder mismo. Las lecturas recientes no nos llevan a otra parte.

Las llamadas coaliciones, que permiten las reglas del juego de la democracia mexicana, son una muestra fehaciente del dicho. ¿A quién le importan la ideología, las convicciones o las declaraciones públicas de principios? Pues sí a Heberto Castillo, a Martínez Verdugo, a Maquío Clouthier, a Gómez Morín y a Castillo Peraza, por eso en el ideario mercantilista y de poder no ganaron nada. Sin embargo, ganaron más que los que no privilegiaron los principios y los valores propios de cada ideología y partido.

La izquierda, la derecha y el centro se diluyeron para poner en medio al darwinismo social capitalista que carcome, y ver que las propuestas (ofertas) y los electores (cliente), a imagen y semejanza del mercantilismo puro, “no tienen la menor importancia”, como decía el buen Mauricio Garcés. Importa el qué, no el cómo. Del pensamiento y de las ideologías ya se hablará después, lo importante es la consecución del poder y lo que él trae detrás. Importa el mercado, no la democracia; importan los clientes, no la ciudadanía.

Habrá quienes digan que el tema de las ideologías y las posturas partidistas es un tema que encuadra dentro del romanticismo simplón, que después de la caída del Muro de Berlín lo que importa son los consumidores, la cultura de la imagen, los sondeos de opinión o la personalidad de los candidatos independientemente de sus partidos. Porque a ese punto de confusión se ha llegado entre los electores mexicanos y la han comprado. El problema es que el discurso y las políticas públicas que se implementarán, en el dado caso de que se implementen, dependerán del marco ideológico que cada personaje tenga.

Y aunque se han afanado por hacer de la política un asunto de marketing, los productos que hemos visto en éstos últimos tiempos no tienen ni la más mínima idea de lo que implica el servicio público. A paso de unos cuantos meses y sin demorar mucho, el discurso y la imagen bajo ningún motivo pueden suplantar la reflexión, la argumentación y la referencia a los principios y valores que dieron origen a las organizaciones partidistas.

Cuando no hay ideología se presentan ideas vagas, gobiernos sin programas, inmediatizando políticas públicas. El elemento ideológico siempre estará presente en la toma de decisiones porque estos se reflejarán cada vez que el gobernante tome una decisión. La ideología aglutina, engancha a la sociedad, genera compromisos, hace que los partidos tomen diferentes posturas, se sabe a dónde se va, aclara lo complejo de la política, proporciona una orientación a los votantes.

¿Qué lectura hay que hacer de las coaliciones? Sin lugar a duda, el desprestigio y el desgaste en el que cayeron las organizaciones políticas otrora mayoritarias y que ahora no les ha quedado más que unir su pobre capital político y su abundante capital económico, a ver si hay quien cree en las sancochadas propuestas que siguen siendo las mismas de hace un tiempo, como si los contextos no hubieran cambiado. Y lo más evidente de todo: se buscan en otros grupos-partidos la fuerza y la influencia perdidas porque no importan el medio ni la forma, importa el fin.

Sin ser purista, sí me imagino sentados en la misma mesa a Gómez Morín y González Luna con Plutarco Elías Calles, pero dificulto que se pongan de acuerdo para ir juntos en una elección. También podría imaginar a Carlos Castillo Peraza sentado con Arnoldo Martínez Verdugo o con Heberto Castillo, pero dificulto que transigan; ni pensar en personajes como Maquío Clouthier haciendo alianzas con Salinas de Gortari para poder ganar la presidencia al ingeniero Cárdenas, impensable.

Ya va siendo tiempo de que en los partidos políticos se vayan dando cuenta que los ciudadanos poco a poco han dejado de chuparse el dedo y que los bajos niveles de votaciones que han tenido se debe a la incongruencia que han mostrado por la falta de un soporte ideológico.

La preparación de nuevos cuadros con jóvenes que tengan claro que el barco se hunde –parece lugar común, tiene tiempo encallado y hundiéndose– debe de hacerlos caer en la cuenta de que se requieren nuevas formas, nuevas actitudes, nuevas maneras de hacer política. Se trata de apelar a la honestidad, a la congruencia y a la decencia, pero sobre todo a priorizar el destino colectivo de nuestro pueblo por encima del personal, familiar y de partido. Ojalá que todo vaya bien en las elecciones del 5 de junio. Así las cosas.

fjesusb@tec.mx

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