‘En el fondo un sol inerte’ de Alfredo García Valdez

Opinión
/ 29 mayo 2024

La lectura de “En el fondo un sol inerte”, poemario póstumo de Alfredo García Valdez, pese a sus noventa y cinco páginas, me ha tomado algunas semanas. La poesía no se mide por minutos ni por extensiones de papel. Hay poemas que nunca se terminan de leer, que siempre están ahí, prolongando su palabra, resignificando. Esta obra sorprende por la complejidad de su lenguaje. Es una poesía oscura, densa, recargada en potentes imágenes de difícil barroquismo. La metáfora es de una vitalidad, a veces, recalcitrante, que alarga paradójicamente el tema de la muerte. El tiempo aparece como un bucle que repite sus imágenes patéticas, un caleidoscopio decadente que muestra solo las cenizas. La poética de Alfredo García Valdez es mordaz y auténtica, profundamente crítica en fondo y forma de las instituciones, de los poetas del gobierno, de la burocracia, del canon. Es libre porque no se ata a los compromisos de una convocatoria para premio ni a los estándares “de la escritura de hoy”.

La edición de “En el fondo un sol inerte”, coordinada por Zeferino Moreno Corrales, Josué Randú Salazar Hernández y Wendy Citlali Ávila Arreola (maestro y estudiantes de la licenciatura en Letras Españolas de la Universidad Autónoma de Coahuila), contiene un valioso prólogo del poeta, teatrista y catedrático Javier Treviño Castro. El texto está dividido en dos partes; la primera se leyó en un homenaje a García Valdez en el Museo Rubén Herrera, en 2022, y la segunda es una continuación del análisis de la obra “alfrediana”, como la llama Treviño.

El prólogo resulta una aportación importante en dos sentidos. Por un lado, es un fino ejercicio de crítica literaria que detalla a profundidad las influencias, lecturas y ecos en la obra poética de Alfredo, sus raíces en la literatura de los Siglos de Oro y otras referencias. La crítica sostenida y trabajada, (que no es nada fácil de hacer) es urgente en nuestras letras coahuilenses para contextualizar y valorar las voces que abrieron camino en la literatura regional, bajo argumentos serios y sustentados que sean un contraste justo y necesario ante la abundancia de los “amiguismos”. La segunda contribución de este prólogo es que Treviño comparte otros poemas del autor que amplían la mirada sobre su poética.

“En el fondo un sol inerte”, verso que da nombre a la compilación de poemas, encierra el espíritu del libro. La poesía de Alfredo quizá tenga algo de esa belleza amarga de la que habló Rimbaud, con quien comparte el aura del malditismo. En los poemas aparecen los paisajes de cantina, los personajes de la calle perdidos en sí mismos, la ironía pesada y áspera. Pese a ello, no cae en el cliché ni en la típica caricatura de la literatura norteña cantinesca, que en el desgaste pierde su fuerza. Así, encontramos versos como los siguientes: “Ni el santo Grial repleto de aguachirle / habrá de devolverme mi potencia genésica”; “El corazón era una bomba de plástico que reproducía / el Big bang/ como un pequeño simulador de hadrones, un revólver / tempranamente / encanecido en el transcurso de aquellas noches de insomnio”; “El hijo de puta no es hijo de todos ni de nadie; / sino que es hijo de sí mismo: en sí comienza y acaba, / como pavesa de la nada, ceniza que se extingue sin / nunca chispear sobre la brasa”.

El poemario abre un intenso diálogo sobre qué entendemos por poesía, por libertad en la escritura (la libertad también puede ser dolorosa), por literatura coahuilense, por crítica literaria. Mientras leía los poemas de Alfredo pensé, ¿a quién o quiénes se dirigen? Estas obras, diferentes/divergentes, nos ayudan a reflexionar las respuestas. El libro, además, fue publicado por la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades de la Universidad Autónoma de Coahuila bajo el sello “Ediciones Leones”, impulsado por el escritor y académico Julio Cu Farfán López, director de la FCEYH, en el marco del 50 aniversario de la institución, donde Alfredo cursó estudios de Letras.

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