Escasez de agua e infraestructura deficiente: Lecciones de la tormenta ‘Alberto’
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Un argumento por definición seguro y contundente es la afirmación de que el agua es fuente de vida. En la zona Noreste del país, como hay poca agua, la vida es precaria. La situación que se estaba viviendo ya en esta parte del país tenía una visión apocalíptica. Nadie lo decía, pero el agua se estaba convirtiendo en un problema mayúsculo que dependía única y exclusivamente del equilibrio del sistema, de la naturaleza; lo demás, es lo de menos. Hoy los mantos acuíferos y freáticos están rebosantes. Nos volvió el alma al cuerpo.
Saltillo y Monterrey padecen del mismo mal, la escasez de agua. “Alberto” lo ha resuelto todo, al menos por un tiempo. La naturaleza es sabia, se regenera, se equilibra. Pareciera que tiene conciencia y conocimiento de la ingratitud humana que a través del uso y abuso de los bienes de la tierra ha ido complicando y deteriorando el hábitat en el que vivimos.
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Mammon es el dios del dinero y por muy buen tiempo seguirá siendo nuestro dios. Por él se vive y se hace permanente el deterioro del medio ambiente, el usufructo de los bienes por unos cuantos, la explotación de la tierra, la deforestación, la sobreproducción, el agotamiento de los recursos, la búsqueda del poder a toda costa, en fin, se ha privilegiado el business sobre el bio.
Hoy “Alberto” ha venido a aclararlo y a evidenciarlo todo. De manera particular se evidencia la avaricia y la codicia de gobiernos e inversores. Calles dañadas, colonias en desgracia, avenidas convertidas en grandes arroyos, carros varados, carreteras colapsadas, avenidas desaparecidas, personas fallecidas. Si creen que en esta vida todo es hacer dinero invirtiendo poco y sacando mucho, creo que ya es tiempo de que entiendan que “no podemos dejar a los que vienen un mundo en peores condiciones que el que hemos recibido” –cfr. definición de desarrollo sostenible–. La eficiencia y la eficacia son valores del libre mercado, pero no de la vida en sociedad.
Acabamos de vivir un momento importantísimo en nuestra sociedad mexicana y me ha quedado claro que para poder vivir en una democracia se requiere de la suma de todas las partes, pero una buena parte no lo entiende así, sobre todo quienes poseen los medios. Para ser democráticos se requieren más que buenas intenciones. Para vivir bien –dignamente– se requiere de la cooperación de todos.
Otra vez. Casas, colonias, carreteras, viajes, economía, turismo, logística, insumos, se han evidenciado porque siempre –para obtener más ganancias– se ha invertido poco para sacarle mucho. Ahora la naturaleza, a través de “Alberto”, nos da una lección más. Hace tiempo que las promesas de campaña: mejores viviendas, mejores colonias, mejores vialidades, mejores carreteras, se han quedado solamente en eso, en buenas intenciones. Gobiernos y empresas, no todo es posible. No podemos como los chivitos recién nacidos, “mamar y dar tope”, no es posible. Es decir, no se puede sólo ganar, sin invertir.
Seamos más objetivos. La mayoría de nuestra gente vive en casas donde los materiales no son los mejores que digamos y no están construidas en zonas libres de riesgos. Las grandes avenidas por las que transitamos carecen de drenaje pluvial, por supuesto no se ve, para qué se construye; se apuesta por las obras que se ven, que son de relumbrón, que pueden cacaraquearse. En las colonias que se inundan, la misma historia de siempre otra vez: se le apuesta a la reconstrucción con materiales de medio pelo para abajo; otras lluvias, más ganancias. Y las carreteras, ah las carreteras que convergen a Saltillo, particularmente la Saltillo-Monterrey o depende de dónde venga la Monterrey-Saltillo, terribles pérdidas en temas de logística.
No sólo es el tema de la cadena de valor en cuanto a las carreteras se refiere. Ya un poco antes de las lluvias, la movilidad humana se complicaba demasiado por choques, accidentes, problemas de velocidad, las carreteras siempre en construcción o en reparación, en fin. ¿Quién es el responsable? Al público en general no le interesa si es un tema federal, estatal o compartido. No sólo son las pérdidas ultra-archimillonarias por motivos de distribución y carga, sino la complicación de la movilidad en general. Carretera de cuatro carrilles, autopista modificada, otra autopista exclusiva para tráileres. La complicación llegó, el futuro nos alcanzó. La lluvia vino a evidenciar las negligencias de los grupos de interés. Sin lugar a dudas, es un tema compartido (SICT, gobiernos estatales con su capacidad negociadora; empresas y empresarios que utilizan las vías carreteras y público en general).
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Bienvenida el agua y que venga más, pero también es tiempo de que quienes determinaron velar por el bien común por oficio, de veras lo hagan y asuman sus responsabilidades. Las lluvias, siendo benéficas, se volvieron dañinas por una sola causa: por las decisiones que se han tomado en el pasado o por las que se han dejado de tomar independientemente de las ganancias que pudieran obtenerse o no. Queríamos lluvias, ya las tenemos.
Siempre ha habido ciclones, tormentas tropicales y fenómenos naturales. El problema es que ahora la población ha crecido, la avaricia ha aumentado y muchas de las desgracias que hoy comentamos en nuestras reuniones o charlas presenciales o virtuales nosotros mismos las hemos provocado, ni modo que no supiéramos que las líneas que se trazaron para hacer las carreteras, las avenidas, las casas y todo lo que se ha inundado, no debieron haberse hecho ahí. Por supuesto, hay muchas otras causas que nos han puesto en la situación en la que ahora nos encontramos. Pero la complicidad entre los gobiernos y quienes han invertido con la mezquina idea de la aplicación de la eficiencia y la eficacia han sido desnudados por “Alberto”. Así las cosas.