Escote en fuga

Opinión
/ 24 marzo 2024

Fiesta de Halloween y mi amiga Betza y yo estábamos deslumbrando a todo el mundo con nuestro fenomenal disfraz. Éramos chichi derecha y chichi izquierda. Durante toda la reunión la gente nos juntaba y trataba de adivinar cuál era la posición de cada una.

Los tragos hicieron presencia. Llegó una hora de la noche donde nuestro organismo tenía tanto alcohol que hasta nos era difícil hablar. Chichi izquierda o Betza había estado toda la noche ligando con el anfitrión de la fiesta, un universitario religioso y rarito que en algún punto la tomó del brazo y la llevó a un lugar más retirado. Yo, como buena amiga, la seguí para asegurarme que aquel tipo no sea algún abusador o alguien peligroso. Él la llevó a una habitación oscura y cerró la puerta. Por si las dudas me quedé afuera tratando de escuchar algún grito. Ya saben, sólo por si acaso. Después de unos minutos salió mi amiga.

TE PUEDE INTERESAR: Amor de muelas

—¡Lupe! Te andaba buscando, métete.

Me tomó de la mano y me llevó apresuradamente adentro del cuarto. Me resistí un poco, no quería ser parte de algún juego raro de tres personas. No era lo mío; pero me di cuenta de que solo estábamos ella y yo en la recámara, habitación muy amplia y con una iluminación morada. Pude ver varios artefactos extraños y muchos apuntes en la pared, además de un cuadro de Jesús. Por alguna razón había un auto gris que podría identificar como un DeLorean.

—Nombre, Lupe, estábamos en la mejor parte y de repente me quitó de encima y se fue luego, luego a sabe dónde —dijo mi amiga.

—Pero, espérate, ¿por qué hay un carro aquí dentro? ¿Cómo lo metió?

—Quién sabe. Yo no venía a ver la decoración.

—Bueno, a ver, entra al carro —le dije a Betza—. A lo mejor tiene algo ahí que nos pueda ayudar.

A causa de nuestros disfraces, difícilmente entramos al DeLorean. El interior era angosto, pero metimos hasta la última onza de chichi. Con el alcohol en nuestro ser la mejor idea que se nos ocurrió fue prender el automóvil. Enseguida el auto se elevó del piso y apretamos un botón. Chispas y más chispas fueron lo que vimos durante varios minutos, luego pudimos divisar a mucha gente. Demasiada, diría yo.

Entonces todos se abalanzaron sobre el carro, nos sacaron a la fuerza y amarraron a una viga, una al lado de la otra. Vaya imagen. Éramos un gran escote acusado de todos los pecados capitales. Por tanto insulto y sobre todo cuando oímos la palabra “muerte” nuestra gran pedota se esfumó de inmediato.

Lupe, ¿qué onda?

—Betza, nos van a quemar. ¡Desamárrate rápido!

Me gusta que me amarren, pero no así.

Betza, son cristianos. ¡Cállate!

A mi amiga se le iluminó la cara por culpa de una idea y gritó:

Somos el busto sagrado de la madre de nuestro señor Jesucristo. Quien ose tocarnos será acusado de lujuria en el juicio final.

El sacerdote que nos estaba acusando replicó:

—Pero vosotras estáis disparejas. Una es más grande que la otra y sabemos que todo lo divino está en simetría.

—Usted es un siervo de la iglesia y desconoce el cuerpo femenino. Por tanto, no sabe que la belleza está en lo imperfecto. ¿Cómo se atreve?

TE PUEDE INTERESAR: El bueno, el malo y el azul

Nos soltaron temiendo por sus destinos y tratando de no tocar el disfraz.

—¡Oh!, seno sagrado. ¿A qué se debe su presencia? —dijo el cura medieval.

—Venimos por el nuevo cordero de Dios —dijo chichi izquierda, señalando con el dedo a una de las gallinas del mercado.

—¿No era una metáfora? —preguntó el clérigo, bastante confundido. Aun así, nos trajo el ave de corral.

—Esta gallina ha sido elegida por el Todopoderoso para quitar el pecado del mundo.

—¡Alabado sea Cristo! —expresaron todos los presentes. Y antes de siquiera pensarlo nos dirigimos de nuevo al coche con la gallina en manos.

Encendimos el automóvil, manipulando botones y pensando que volveríamos a nuestra fecha original. Por fortuna funcionó. Estábamos en el mismo cuarto donde empezamos nuestra aventura entre épocas.

—Betza, ¿cómo le hiciste?

—Es gente analfabeta de la Edad Media, amiga. Se creyeron que un viejo barbón separó mares y todo lo que les contó la iglesia. Que no se puedan creer que las bubis de María manejan un DeLorean...

Volví atrás la mirada para asegurarme que habíamos regresado al lugar correcto. Sin embargo, había algunos cambios en nuestro entorno. Descubrí que el cuadro de la pared que anteriormente tenía a Jesús con su perfil europeo, ahora tenía a la gallina que habíamos secuestrado, pero encima de un par de senos enormes.

FÁTIMA AZENETH SANMIGUEL DÁVILA (Cuatro Ciénegas, 2007). Estudia cuarto semestre en el CBTa No. 22, de Cuatro Ciénegas, Coahuila. Siempre le han gustado mucho las series, películas, libros, comics y en sí cualquier cosa que le muestre un mundo nuevo. Cuando conoció el taller de literatura estaba en secundaria y desde un inicio llamó su atención, puesto que le gusta crear historias y personajes. Se interesó por la lectura, explorando artículos de trastornos mentales y casos criminales. Ganadora del VI Concurso para Relato de Terror en 2022 y 2023, ha publicado mucho en Vanguardia y La Tamalera.

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM