Esto no se acaba
Sin duda alguna Yogi Berra es el catcher más famoso en la historia del beisbol. Es célebre no sólo por la calidad de su juego sino -sobre todo- por sus frases. Junto con Samuel Goldwyn, el magnate de la Metro-Goldwyn-Mayer, el genial pelotero es autor del catálogo de despropósitos más grande con que cuentan los norteamericanos. Goldwyn decía, por ejemplo: “Un acuerdo verbal no vale ni siquiera el papel en que está escrito”. Gustaba Goldwyn de presumir de culto, y un día se embarcó en Nueva York para viajar a Europa. Desde la cubierta del barco les gritaba agitando su pañuelo a quienes fueron a despedirlo: “Bon voyage! Bon voyage!”.
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El repertorio de frases memorables de Yogi Berra es infinito. He aquí algunas de ellas, entre las conocidas:
“Si en el camino encuentras una bifurcación, tómala”.
“Hemos cometido muchos errores equivocados”.
“Si la gente no quiere venir al parque nada la va a detener”.
“El 90 por ciento del beisbol es mitad inteligencia”.
“Esto es imposible. Jamás ha sucedido, y nunca ha vuelto a suceder”.
“¿Para qué comprar maletas caras? Sólo las vas a usar cuando viajes”.
“Aquí se hace tarde muy temprano”.
“Si no los puedes imitar, cópialos”.
“Nadie va a ese restorán. Hay demasiada gente”.
“¿Qué haría si me encontrara una cartera con 10 mil dólares? Buscaría a su dueño, y si era pobre se la devolvería”.
“El futuro ya no sucede como antes”.
Y, la frase inmortal, aquella donde se resume toda la sabiduría de Yogi, frase que no ha dejado de usarse en el beisbol y en cualquier circunstancia de la vida pendiente de realización:
“Esto no se acaba hasta que se acaba”.
¿Por qué a Yogi Berra le decían Yogi? Cuando de niño jugaba beisbol solía sentarse al borde del terreno para estudiar el juego de los otros peloteritos. Lo hacía muy concentrado, cruzado de piernas y de brazos. Unos compañeros suyos habían visto cierta película donde aparecía un yogi de la India que se sentaba así, y empezaron a llamarlo Yogi. El mote se le quedó por el resto de sus días.
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Yogi fue el catcher que le recibió a Don Larsen cuando éste lanzó su juego perfecto para los Yanquis de Nueva York, en Serie Mundial, el 8 de octubre de 1956. El juego no fue fácil. Larsen ponchó a siete de los 27 bateadores que enfrentó, pero tres de ellos estuvieron a punto de conectarle de hit, y sólo sendas sensacionales atrapadas de sus compañeros -una de ellas de Mickey Mantle- lo salvaron de perder la gran hazaña. Cuando el ampáyer cantó el tercer strike que despachó al último bateador para el tercer out de la novena entrada, Yogi Berra, sin siquiera quitarse la careta, corrió hacia el montículo y se lanzó a los brazos de Larsen. La fotografía de ese jubiloso instante es una de las fotos clásicas del beisbol.
En estos momentos miro la pelota que Don Larsen y Yogi Berra firmaron aquel día, y a la cual pusieron la fecha y las iniciales PG, juego perfecto. Es un objeto memorable esta pelota; la guardo como tesoro inapreciable. Me recuerda que este mundo y esta vida, tan imperfectos, tienen también momentos de perfección. He vivido algunos de ellos, y espero vivir otros. Esto no se acaba hasta que se acaba.