Estrés urbano: Ciudades que necesitan un respiro

Opinión
/ 17 julio 2024

El estrés es, en pocas palabras, un estado de tensión. Obedece a una suma de condiciones y factores que llevan a que el organismo experimente una situación atípica, que precisa de una respuesta para mitigarlo. El clima extremo, los cambios drásticos en el entorno y la carencia de satisfactores son algunos de sus detonantes.

Es relativamente sencillo determinar cuándo un ser vivo está sometido a estrés. Los síntomas son diversos; los hay físicos, emocionales, cognitivos y conductuales. Entre los más comunes están los cambios de actitud, la propensión a la agresividad y los comportamientos erráticos.

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Como seres humanos podemos sin mucho problema determinar cuando alguien está experimentando estrés. Aunque no lo estemos experimentando en carne propia, también nos veremos en la necesidad de tomar acción, ya sea para ayudar a mitigarlo o al menos para evitar que sus consecuencias nos alcancen.

Sin embargo, existen quienes consideran que el estrés no sólo puede ser experimentado por seres vivos, sino que puede también identificarse en materiales y objetos, incluso en estructuras complejas que albergan el hábitat humano y que conocemos con el término ciudad.

A principios de este siglo, cuando se comenzaban a difundir con fuerza en las políticas globales, regionales y nacionales, los conceptos de sustentabilidad, riesgo y resiliencia, así como el abordaje de la gestión de los asentamientos humanos, comenzaron a identificarse factores que denotaban en las urbes situaciones de tensión que pueden caracterizarse como estrés.

Entre estos se cuentan la demanda irracional de satisfactores, el desarrollo disperso de las ciudades, la especulación del suelo urbano, las dinámicas económicas que han derivado en empobrecimiento y exclusión territorial, así como las agresivas prácticas consumistas a las que de alguna manera nos hemos acostumbrado.

Tales factores han generado distintas dimensiones de estrés urbano. Dada su diversidad abordaremos los más notorios. Comencemos por el estrés ambiental. Este es provocado por la contaminación sostenida de las ciudades, un deficiente manejo de residuos, así como por la pérdida de áreas verdes y por la urbanización gris, que ha privilegiado las planchas de concreto por encima del suelo natural.

Se cuenta también el estrés demográfico. Este obedece a dos factores paradójicamente opuestos. El primero consistente en un rápido crecimiento poblacional que supera la capacidad de carga del suelo urbano y de los satisfactores que ofrece. El segundo estriba en una drástica disminución de la población provocada por agotamiento de recursos naturales y económicos, así como por condiciones climáticas no soportables.

Por otro lado tenemos el estrés social. Este es provocado por la exclusión territorial de personas en situación de precariedad económica, llevándoles a la periferia y a ghettos urbanos, acentuando condiciones de desigualdad. También la detonan fenómenos como la gentrificación y los conflictos sociales, particularmente los provocados por la disputa del territorio.

Otro es el estrés de la movilidad urbana. Consiste básicamente en la congestión del tráfico urbano provocado por privilegiar la movilidad en automóvil particular por encima de las demás formas de desplazamiento. Este tipo de estrés se ve acentuado con sistemas de transporte público inadecuados, desvinculados de las demás formas de movilidad.

Una forma de estrés urbano especialmente interesante es el estrés de la gobernanza urbana. Este es provocado por los vicios propios de la gestión urbana, particularmente la exclusión de la participación ciudadana y la obstaculización de la incidencia en la toma de decisiones. Reviste este tipo de estrés especial relevancia dados los efectos en el deterioro de las ciudades por la desvinculación de su gestión con la voluntad de quienes las habitan.

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Todo lo anterior precisa de una respuesta efectiva coordinada, integral y de visión de mediano y largo plazo. Existen distintas formas de atender este padecimiento urbano, entre estas, revisar y actualizar los instrumentos de gestión urbana, abrir canales de comunicación ciudadana para conocer las necesidades que se invisibilizan en las estadísticas, replantearse la ciudad desde la premisa de que se trata de una estructura plástica que puede y debe cambiar para responder a las necesidades de quienes la habitan.

Darle un respiro a nuestras ciudades del estrés al que las tenemos sometidas allanará el camino hacia un futuro posible.

jruiz@imaginemoscs.org

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