Feliz Cumpleaños, Carrie
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La editorial New American Library había percibido el potencial de Carrie, que un par de años después era un bestseller con cuatro millones de copias vendida, y no sólo había sido adaptada al cine, sino inspirado una ola de novelas y películas
Hace cincuenta años, Stephen King vivía en un tráiler perdida en lo profundo de Maine. Había publicado una docena de cuentos en revistas llenas de porristas que habían olvidado ponerse ropa interior (según su propia descripción), pero no se ganaba la vida como escritor. El dinero que aportaban sus cuentos era un extra que ayudaba a cubrir gastos inesperados, como medicinas para sus hijos.
King tenía 26 años, se había graduado como profesor en una universidad regional, y después de trabajar durante algún tiempo en una lavandería, finalmente había encontrado trabajo en una escuela secundaria. Lo que al principio le pareció el final de sus penurias económicas resultó un elefante blanco: no sólo tenía que pasar una cantidad absurda de horas en juntas y corrigiendo tareas, sino que los viernes por la tarde se sentía tan cansado, “como si hubiera pasado la semana con cables de corriente conectados a mi cerebro,” que por primera vez en su vida le costaba trabajo escribir.
Para pagar las cuentas, en las vacaciones de verano volvió a su trabajo en la lavandería. Y una tarde, mientras lavaba manteles, su mente conectó el recuerdo de dos antiguas compañeras de escuela secundaria que habían sido acosadas por sus compañeros, con un artículo que había leído en la revista Life sobre telekinesis. ¡POW! King imaginó a una adolescente que, coincidiendo con su menstruación, desarrolla poderes telekinéticos y decide tomar venganza de todos los que se han burlado de ella.
Un par de semanas más tarde, cuando por fin se sentó a escribir la historia, tres páginas le bastaron a King para darse cuenta de que no sabía nada sobre chicas adolescentes, no le caía bien el personaje principal, y no podía permitirse el lujo de escribir una novela porque le llevaría demasiado tiempo. King, que ya estaba en camino de convertirse en alcohólico, tiró las páginas a la basura, abrió una cerveza y se fue a mirar televisión.
Al regresar de dar clases al día siguiente encontró a su esposa con las páginas en la mano: las había rescatado de la basura y tenía una pregunta: “¿Qué va a sucederle a esta chica?”
King escribió Carrie, que meses después se convirtió en su primera novela en publicarse. El avance fue de dos mil quinientos dólares, que sirvieron para comprar un coche de segunda mano y alquilar una casa. Después King se olvidó del libro, ocupado como estaba en escribir una nueva novela, criar a sus hijos, dar clases, y emborracharse los fines de semana.
Meses después su editor Bill Thompson —él mismo en camino de convertirse en leyenda— llamó y le preguntó si estaba sentado. Los derechos de la versión de bolsillo de Carrie se habían vendido por cuatrocientos mil dólares, y la mitad le correspondía a King. King dijo que no había oído bien, ¿cuarenta mil? Era el equivalente a su sueldo de seis años como profesor.
No, dijo Thompson. Cuatrocientos mil. Un cuatro con cinco ceros. La editorial New American Library había percibido el potencial de Carrie, que un par de años después era un bestseller con cuatro millones de copias vendida, y no sólo había sido adaptada al cine, sino inspirado una ola de novelas y películas cuyos personajes eran (sorpresa) adolescentes con poderes telekinéticos.
La vida de Stephen King y el curso de la cultura pop cambiaron.
Desde entonces, King ha publicado más de setenta novelas, más de doscientos cuentos, y vendido más de cuatrocientos millones de libros. En el proceso superó su adicción al alcohol y a la cocaína, crio a tres hijos (dos de los cuales son escritores), sobrevivió a un horrendo accidente, y ha visto decenas de sus historias adaptadas al cine, teatro y televisión, varias más de una vez.
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Para muchos de los considerados escritores “serios,” la razón de su éxito es un misterio indescifrable. Pero la razón es sencilla, y una pista la da el hecho de que el mismo King, un lector voraz, ha usado su estrado para promover a muchos otros escritores de las llamadas, generalmente con desprecio, novelas de género.
Debajo del tema principal de muchas de estas novelas aparecen temas universales. Así como Carrie retrata en realidad el horror de la pobreza, el fanatismo religioso, el miedo y el abuso que tantas personas experimentan todos los días de su vida, los vampiros, zombis, pistoleros, payasos, coches, hoteles poseídos y perros asesinos que pueblan las novelas de King dicen más de la experiencia humana que las novelas de muchos intelectuales que escriben desde torres de marfil.
A final de cuentas, dice Stephen King, lo que realmente nos asusta no son los monstruos, sino la demás gente.
Instagram: @luisalfredops