Filtraciones, declaraciones y designaciones: Bienvenido Mr. Harfuch a Washington
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García Harfuch empezará a conversar en una situación de desventaja. Nada nuevo. En Palacio Nacional deben perder la ingenuidad
Es cierto lo que afirma la presidenta Claudia Sheinbaum, aunque no se atreva a identificar directamente a quién va dirigida su afirmación de que quieren debilitarla con filtraciones en la prensa de Estados Unidos y vulnerar a su gobierno. Dice mal al señalar a los mensajeros como los interesados en afectar su posición, aunque es más fácil dispararles a ellos que enfrentar a quienes sabe perfectamente que le enviaron sus recados: altos funcionarios del gobierno de Donald Trump. Lunes y martes le aplicaron una vieja técnica empleada para expresar su molestia con un tema en específico o fortalecer una posición negociadora, cuando le dijeron a CNN y a The New York Times que aviones espías de la CIA estaban sobrevolando el espacio aéreo mexicano con autorización de su gobierno.
Como se explicó ayer en este espacio, las filtraciones son una herramienta de la política exterior de Estados Unidos y se utilizan para presionar a otros gobiernos por vías informales, con la salida plausible de que las informaciones no fueron autorizadas. También han sido utilizadas para establecer una posición de fuerza en vísperas de reuniones bilaterales. A varios presidentes mexicanos les aplicaron la receta, pero a diferencia de Sheinbaum, no acusaron con molestia el mensaje que recibieron ni con emociones cruzadas.
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Al presidente Miguel de la Madrid lo recibieron en Washington con la publicación de la columna sindicada de Jack Anderson en The Washington Post y en otros 400 periódicos en la víspera de una reunión con el presidente Ronald Reagan, que citando cables de la CIA señaló que el mandatario mexicano había transferido a Suiza entre 13 y 14 millones de dólares desde que asumió el poder. Las transferencias eran ciertas, pero no para el fin que sugería Anderson, sino para apoyar −por petición de Estados Unidos− la causa de Nelson Mandela en Sudáfrica.
El gobierno de Reagan estaba muy molesto con la creación del Grupo Contadora y la negativa del gobierno mexicano a avalar una intervención en Nicaragua, que fue una molestia que se trasladó al gobierno de Carlos Salinas, quien se topó con otra filtración en The New York Times, donde señalaban que estaba financiando al gobierno sandinista, cuando eran sólo algunos cientos de lápices. A Porfirio Muñoz Ledo le magnificaron en el New York Post un incidente callejero, que provocó su retiro de la representación en las Naciones Unidas, donde se había convertido en un dolor de cabeza para la embajadora Jeane Kirkpatrick. Incluso al expresidente Andrés Manuel López Obrador le cobró la DEA la factura de haber cortado su colaboración con la agencia, filtrando dos investigaciones sobre financiamiento del narco, que fueron canceladas por razones políticas.
El modus operandi del gobierno estadounidense tiene patrones claros. Si Sheinbaum se sintió vulnerada, su atención debe estar más enfocada en qué sucedió con sus colaboradores, que no la alertaron sobre la posibilidad cuando empezaron a surgir filtraciones, que en responsabilizar a otros de sus deficiencias operativas. Cuando afirma que buscan debilitarla, tiene razón, pero parece que no quiere ver la dimensión de ese esfuerzo. Ayer dijo, con la vaguedad de no quererse meter en más problemas de lo que enfrenta, que “nos quieren colocar como si nosotros defendiéramos a los cárteles de las drogas o la delincuencia organizada. Por supuesto que no”.
En ese punto ya la colocó a Trump −el lunes por segunda ocasión este año−, el vicepresidente J.D. Vance; el secretario de Estado, Marco Rubio; el jefe del Pentágono, Mike Hegseth; el director del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, Mike Waltz; a los jefes del Comando Norte y varios senadores y diputados republicanos y demócratas en el Capitolio.
No la ayudan imágenes como la del sábado pasado en X, donde sonriente aparece el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, con el secretario de Organización de Morena, Andrés Manuel López Beltrán, hijo del expresidente, con su nueva credencial de militante del partido. Esas imágenes no pasan desapercibidas.
El gobernador fue imputado públicamente por el exjefe del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, el 10 de agosto del año pasado, de tener relaciones con el narcotráfico y haber estado involucrado en la operación que concluyó con su captura y en la de Joaquín Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, a quien señaló como la persona que lo engañó para acudir a una cita donde estaría Rocha Moya, donde fue detenido y llevado a Estados Unidos. Desde entonces el estado está en guerra. La fotografía no ayuda en nada a la presidenta Sheinbaum en el contexto actual.
Sheinbaum ya debería de haber entendido que en el juego de ligas mayores en el que está, los estadounidenses siempre han jugado con pelota dura. Con Trump, en esta reedición presidencial, las condiciones son aún más difíciles. Ayer, por ejemplo, se designó a seis cárteles de la droga mexicanos como organizaciones terroristas, con lo cual concluyó una discusión de Washington de más de una década y que tendrá impacto sobre el conjunto de la relación bilateral, que pondrá en riesgo a empresas y personas que hayan tenido algún contacto con el crimen organizado, incluso por la vía del pago de extorsiones, sin dejarse a un lado alguna acción contra las remesas.
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Filtraciones, declaraciones y designaciones fueron el coctel de bienvenida en Washington para el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, que empezará a conversar en una situación de desventaja. Nada nuevo tampoco. En Palacio Nacional deben perder la ingenuidad. Hay mucha historia de donde puede aprender para administrar los embates y evitar perder la cabeza fría.
Nota: En la mañanera del miércoles, la presidenta Sheinbaum inquirió que “de dónde sacó” (el que esto escribe) que había operaciones de espionaje sobre México. Pues de funcionarios de Estados Unidos citados en la prensa, y que luego admitió ella que se habían dado como parte de un acuerdo de cooperación, contradiciendo lo que afirmó el secretario de la Defensa, general Ricardo Trevilla, la semana pasada, cuando a una pregunta sobre si los aviones espías que volaron sobre territorio estadounidense estaban espiando a los cárteles, dijo no saber porque no les habían informado nada. ¿Confuso? Sí. La narrativa no está cuadrando.
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