Fin de año en Saltillo: recuento de la melancolía y motor de la empatía
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Para todos nuestros lectores, un feliz Año Nuevo, que venga cargado de ilusiones y de la gratitud por vivir en compañía la aventura que significa existir y hacer comunidad
Daban las 8:00 de la noche. Iluminada alegremente la calle de Allende. Aún en ella, algunos transeúntes y cada vez menos automovilistas. Lo que había sido un caos ahí particularmente y, en general, el centro histórico, durante días, previos a la fiesta de Nochebuena, se fue diluyendo conforme transcurrieron las horas.
Quedaban familias haciéndose fotografías en la plaza de la Nueva Tlaxcala, y todavía lucían las nochebuenas en los maceteros sobre la misma arteria de Allende. Pocas se observan hoy: de tupidas, están ahora famélicas de las plantas distintivas de la temporada.
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Un alto del semáforo permitió observar una escena conmovedora. Mientras una joven sostenía las compras en bolsas de un supermercado cercano, otra llevaba sus manos al rostro. Al mismo tiempo un policía, también joven, hacía mimos a un bebé que recién le había pasado la joven con la cara escondida entre las manos.
Lo que parecía era que le habían llevado al bebé para desearle una feliz Nochebuena. No sabría decir cuánto tiempo estaría él al cuidado de las calles, pero era indudable que por lo menos un rato sí se lo pasaría en ello.
Escenas previas a la Navidad nos las topamos a lo largo de las jornadas en que se realizan las actividades propias de esta época. Como la chica dependienta de un negocio que, al pasar en la banda registradora una suave almohada, no pudo menos que abrazarla diciendo que aún le faltaba un tiempo largo para salir. “Anoche me desvelé”.
Otra, que pregunta: “¿Aún hay sol allá fuera? ¿Está haciendo frío?”. Es una época en la que las personas gustan de compartir cómo se sienten al no estar en sus hogares cuando se celebran las fiestas.
Algunas más, algunas menos, lo toman festivamente; otras sólo sonríen con melancolía. Una joven de un supermercado, dependiente en la panadería, sonrió al advertir un queso en el carrito. “¿Cuánto le costó?”, preguntó luego de sopesar las bondades del queso y su gramaje. A la respuesta, se vio poco sorprendida. “Sí, eso es lo que me imaginé. Mi hija lo compró más caro, y le dije que no costaba tanto. Veo que tenía razón cuando se lo aseguré. No sé por qué lo tenían más caro”, termina, alargando la sonrisa.
Son pequeñas escenas que hacen una estampa de algunos momentos de esta temporada. Una interacción entre unos y otros, más cercana, más confiada, de mayor comprensión, de búsqueda de esa comprensión.
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El variopinto escenario en el que estamos inmersos día con día en el convivir, de pronto hace que nos olvidemos de todo lo que ha de funcionar para que cada uno de nosotros funcione. Agradecimiento a todas las personas que lo hacen posible es una buena manera de celebrar en estas fechas. Que para todos sea provechosa la diaria convivencia, echándose a andar el motor de la empatía.
Para todos nuestros lectores, un feliz Año Nuevo, que venga cargado de ilusiones y de la gratitud por vivir en compañía la aventura que significa existir y hacer comunidad.
PIROTECNIA
En Nochebuena los animales de compañía sufrieron por los estruendos que ocasiona la pirotecnia. Hubo uno, conocido por mí, que sangró de las patas al querer salir del espacio que se le tiene asignado cuando sus dueños salieron de casa. Hubo muchos que se salieron corriendo y se perdieron.
Que continúen los operativos para evitar la pirotecnia.