Fuerza motriz: la determinación para seguir los sueños

Opinión
/ 14 mayo 2024

La historia de Pablo Pineda es inspiradora y ejemplifica la capacidad y el potencial que poseen las personas con discapacidades intelectuales. Su vida desafía estereotipos y rompe barreras, demostrando que, con apoyo y oportunidades adecuadas, las personas con síndrome de Down y otras discapacidades pueden alcanzar sus metas y contribuir significativamente a la sociedad.

Nacido en Málaga, España, en 1974, Pablo Pineda enfrentó desafíos desde una edad temprana debido a su diagnóstico de síndrome de Down. Sin embargo, con el apoyo de su familia y educadores comprometidos, Pablo demostró una determinación excepcional para superar obstáculos y seguir sus sueños. A pesar de las expectativas sociales limitadas asociadas con su condición, Pablo se esforzó por alcanzar un nivel educativo que pocos hubieran imaginado para una persona con síndrome de Down en ese momento.

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RECONOCIMIENTOS

Uno de los hitos más destacados en la vida de Pablo fue su graduación universitaria en Psicopedagogía en la Universidad de Málaga. Esta notable hazaña no solo representó un logro personal significativo, sino que también desafió las percepciones convencionales sobre las capacidades intelectuales de las personas con síndrome de Down. Su éxito académico fue un testimonio poderoso de que la inclusión educativa es posible y beneficia a todos los estudiantes, independientemente de sus habilidades.

La carrera de Pablo dio un giro decisivo cuando fue seleccionado para interpretar el papel principal en la película “Yo, también” en 2009. En esta película, Pablo interpretó a un personaje con síndrome de Down que lucha por encontrar el amor y la aceptación en la sociedad. Su actuación conmovedora y auténtica resonó profundamente en el público y la crítica, lo que llevó a su aclamación y reconocimiento internacional.

El premio Silver Shell que recibió en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián no solo fue un hito en su carrera, sino también un momento histórico en la industria del cine, ya que fue la primera vez que una persona con síndrome de Down recibió tal honor. Este logro destacado solidificó la posición de Pablo como un talentoso actor y un defensor influyente de la inclusión y la diversidad en los medios de comunicación.

Después de su éxito en el cine, Pablo se convirtió en un orador y activista muy solicitado, viajando por el mundo para compartir su historia y promover la inclusión de personas con discapacidades en todos los aspectos de la vida. Su mensaje inspirador desafía los prejuicios y fomenta un cambio de actitud hacia la diversidad funcional, abogando por sociedades más inclusivas y equitativas.

CORAJE

Pablo defiende la normalidad de todas las personas con discapacidad y trabaja para que las afectadas con Síndrome de Down formen parte de la sociedad de una manera normal (como debería de ser). En sus palabras: “me siento un privilegiado, y creo que me han ayudado una serie de cosas: primero que yo mismo lo he tenido muy claro y que mis padres me han ayudado infinitamente, han confiado en mis capacidades y me han apoyado siempre, (...) considerándome normal en todo y sin hacer diferencias con mis demás hermanos”.

¿La clave de su superación? Una sola palabra: Coraje. Un vocablo asumido y practicado millones de veces, durante miles de horas.

Pablo, el supuesto improductivo, el predestinado a vivir una existencia limitada, es hoy testimonio admirado. Y todo lo construyó con esa maravillosa trinidad que forja a los fuera de serie: fe, tenacidad y alegría; la única varita mágica que existe en este mundo.

ENGAÑO

En general llevamos una existencia materialista, egoísta y competitiva, con un ritmo de vida frenética y estresante que impide comprender que las cosas significativas, aquellas que valen la pena, no pueden verse ni tocarse, solo intuirse y sentirse.

Este engaño impide ver que las personas, si bien no somos generalmente responsables de las situaciones que vivimos si somos, en definitiva, dueños de las respuestas que a la vida le damos.

Charles de Gaulle acertó al decir “nunca se conseguirá nada grande sin hombres grandes, y los hombres grandes sólo son grandes si están decididos a serlo”. Es decir, las actitudes son siempre más poderosas que las adversidades.

Por tanto, es comprensible que convertirse en una persona excepcional, es una decisión personal, jamás imputable al resto de los semejantes y menos al entorno en donde se vive.

Al igual que, convertirse en una persona egoísta, o una infeliz, fracasada, improductiva, llorona o quejumbrosa, siempre es - y será - una elección individual.

TAREA

Quizá la tarea más difícil del ser humano es aprender a ser único, a ser uno mismo. Así pues, es necesario reconocer que esta labor se inicia comprendiendo que los humanos, individualmente, ya somos singulares y notables por el simple hecho de ser personas, que solamente requerimos saber nuestra misión existencial y que, para eso, inevitablemente, de tiempo en tiempo, hay que padecer y sufrir, sabiendo siempre que en esa jornada contamos permanentemente con un sostén divino, sobrehumano, ya que de otra forma el viaje sería sencillamente insoportable, imposible o inclusive absurdo.

TESTIMONIO

Vivir joven, es como si acabásemos de nacer. Existir en el asombro, como seres recién estrenados. Porque solo así se goza el milagro del sabor de naranja, de la belleza de ese cielo que ya no contemplamos.

Vivir joven es existir en el presente. No hay manera de ser felices si no lo es siéndolo hoy. La fuga al pasado o al futuro es solo eso: inútil fuga.

Martín Descalzo comenta que en el mundo hay dos clases de personas: las que valen por lo que son y las que sólo valen por los cargos o las posiciones que en la vida ocupan.

Los primeros están llenos; tienen el alma rebosante. Pueden ocupar o no puestos “importantes”, pero nada ganan realmente cuando entran en ellos y nada pierden al abandonarlos. Y el día que mueren deja un ancho hueco en el mundo y en los corazones de las personas que los conocieron.

Los segundos están repletos como una percha, que nada vale si no se le cuelga encima vestidos y abrigos. Empiezan no solo a brillar, sino a existir solo cuando los nombran catedráticos, embajadores o ministros y regresan a la inexistencia el día que pierden esos tratamientos y títulos, pero el día que mueren, lejos de dejar un hueco en el mundo o en los corazones de sus conocidos, se limitan a ocuparlo en un cementerio.

Los seres humanos que van tras sus sueños conforman a la primera clase de personas y los mediocres y aburridos la segunda. Los primeros son generosos, los segundos egoístas. Ciegos.

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Pablo es testimonio viviente de las personas que tienen el alma desbordada, con la pasión ardiente que impulsa cada uno de sus actos y decisiones.

CERTIDUMBRE

Disraeli acertadamente sentenció: “El hombre no es la criatura de las circunstancias, sino que las circunstancias son las criaturas del hombre”. Esta afirmación resalta el poder que tenemos para influir y moldear nuestro entorno, mostrando que somos responsables de nuestras acciones y decisiones, y que tenemos la capacidad de cambiar las condiciones que nos rodean.

Tener fe en esta posibilidad como un fenómeno social implica reconocer que no se trata simplemente de casos aislados de éxito individual, sino de un movimiento colectivo que puede transformar la sociedad en su conjunto.

Esta posibilidad se fundamenta en una comprensión profunda de la naturaleza del ser humano y en la creencia de que, cuando se brindan las condiciones adecuadas, cada persona tiene el potencial de alcanzar su máximo desarrollo y contribuir al bienestar común.

No hay duda, la plenitud es un objetivo alcanzable para todas aquellas personas que, como Pablo, tienen la voluntad de transformar las desventajas en la fuerza motriz de la existencia.

cgutierrez_a@outlook.com

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