Hablar de derechos humanos otra vez

Opinión
/ 17 abril 2022

Cada cierto tiempo aparecen en el mundo de las ideas algunas nociones que cambian la forma en que entendemos nuestra realidad. Ideas que nos ayudan a comprender lo que nunca había sucedido, entender lo que no conocíamos o a nombrar lo que no tenía nombre. Y algunas ideas también transforman radicalmente los entendimientos entre las personas y los pueblos. Una de estas es la de los derechos humanos.

A diferencia de lo que se suele pensar, la idea de lo que llamamos derechos humanos es reciente. Su concepción surgió hace “apenas” setenta y cuatro años. Es una idea realmente nueva si la comparamos con otras similares, como la de los derechos constitucionales surgidos hace más de ochocientos años dentro de los documentos que llamamos constituciones.

En el mundo esta idea surgió después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial buscando no volverlos a ver nunca más. En México adoptamos dicha idea hace diez años como una forma que ayudaría a resolver los problemas derivados de las desapariciones forzadas, la violencia feminicida y otras múltiples crisis existentes en el País.

Hoy la idea de derechos humanos es tremendamente popular. Los derechos humanos se usan como justificación y objeto de discursos, leyes y decisiones. Visto así, esto no es un problema. No es dañino que estas ideas se usen en múltiples contextos y por muchas personas. Cuando una idea extremadamente valiosa es usada por igual por expertos y público en general significa que se comparten los mismos valores.

Sin embargo, existen cuestiones que debemos considerar cuando usamos ideas que son tan valiosas. La idea de derechos humanos es usada de forma inofensiva en muchas discusiones con la finalidad de entender qué significan, desde aulas de clases hasta discusiones mediáticas. El problema surge cuando la misma idea se usa en escenarios que nos atañen a todos y que son justificadas en el discurso de los derechos humanos.

En nuestro País los derechos humanos han sufrido un camino poco reflexivo que nos lleva a considerar su entendimiento. Más de una vez han sido usados por tribunales para justificar el dar beneficios a funcionarios públicos diciendo que de lo contrario se les violarían.

Sobran activistas que justifican discursos en los derechos humanos cuando sobre sus agendas estos ni siquiera dicen nada. Y de vez en cuando los abogados aseguran que todas las clases de derechos se han convertido esotéricamente en derechos humanos.

Contrario a este desaseo conceptual, el uso adecuado de las ideas permite entender de qué estamos hablando. Todos y cada uno de los conceptos importantes guardan una idea valiosa detrás. Los derechos humanos protegen un valor específico: la dignidad humana. Aunque es tremendamente complejo de definir, es difícil asegurar que la dignidad humana sostiene derechos humanos reconocidos en México como portar un arma, ser reelecto a un cargo público, o que los tengan las empresas o los animales.

Aunque parezca obvio, los derechos humanos no están incorporados necesariamente a otras ideas valiosas como las de democracia, educación, seguridad o salud pública, igualdad u otras que protegen otros valores. Estas ideas tienen valores detrás que resuelven otros problemas también importantes. Tampoco la dignidad humana está detrás de otras ideas de la forma tan específica como lo está en la idea de los derechos humanos.

Distinguir unas ideas de otras beneficia a su comprensión y a cómo y para qué las usamos. Si cuando hablamos de derechos humanos realmente hablamos
de otra cosa, no le hacemos un favor a la idea ni a nosotros. Distorsionamos la idea y retrocedemos
en su comprensión. El caso mexicano lo demuestra: pregúntele a más de un abogado, político, activista o académico cuáles son los derechos humanos y cuente sus coincidencias.

El uso de las ideas en campos impropios es problemático. Nos es difícil identificar los valores en juego en cualquier decisión. ¿Realmente esa sentencia protege derechos humanos o es una decisión política disfrazada? También, confundir otras ideas con las de derechos humanos deforma a las otras ideas. ¿Por qué usaríamos la teoría de los derechos humanos para hablar de otra clase de derechos que ya tienen su propia riqueza conceptual?

Asociar a ideas ajenas con los derechos humanos amenaza la calidad del razonamiento público. Si no sabemos de qué hablamos cuando hablamos de derechos humanos no sabremos si algunas decisiones, leyes o actos públicos realmente los protegen. En el caso más inofensivo, el uso inapropiado del concepto nos lleva a una
confusión. En el más extremo, puede terminar justificando sus violaciones.

No pasa nada si nos ruborizamos y lo aceptamos: hemos abusado del concepto de derechos humanos. Construimos sobre esta valiosa idea otras concepciones alejadas de su valor fundamental y justificamos objetivos ajenos a los de la protección de la dignidad humana. Pero la idea de los derechos humanos es tan importante y excepcional que no podemos permitirnos su pobreza conceptual. La buena noticia es que siempre podremos hablar de derechos humanos otra vez. Sólo hagámoslo en serio.

El autor es investigador
de la Academia IDH

@jfreyes

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos
de VANGUARDIA
y la Academia IDH

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