Hablemos de Dios 140: Los poetas que renovaron la lírica en castellano

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Lo vimos la semana pasada como en una especie de presentación de la llamada “Generación del 27” en España. Fue un grupo de escritores, poetas y filólogos, eruditos todos ellos, los cuales renovaron la lírica en castellano y su influencia aún hoy, es decidida. Y claro, su poesía se sigue leyendo porque son todos ellos clásicos modernos, para decirlo en algún sentido o arista actual y darle pujanza a lo anterior.
Aunque en varios estudios y antologías los investigadores y críticos agregan a algunos otros escritores, básicamente dicho grupo, dicha generación son diez: Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Gerardo Diego, el gran e inmenso Federico García Lorca (fusilado en Granada), Jorge Guillén, Emilio Prados y Pedro Salinas. Tres de ellos vivieron en México y dos aquí murieron, es el caso de Cernuda, Prados y Altolaguirre.
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Generación de poetas dura, fuerte y curtida en el campo de batalla: literal. Generación de escritores los cuales hicieron de la palabra no su vocación, sino su misma vida y arma ante la vida. Ellos en 1927 y en una célebre lectura, se dieron a conocer como grupo (no todos) y recuerde usted que sólo años después, en 1936, inició la Guerra Civil Española. Para 1939 ésta había acabado dejando su larga cauda de cadáveres regados; sí, pero justo ese año iniciaba en Europa la Segunda Guerra Mundial.
Ante este escenario de muerte y peste sin fin, ¿qué hacer, buscar e increpar a Dios?, ¿buscar y pedirle a Dios ayuda y piedad?, ¿qué hacer, caramba?, ¿usted qué haría señor lector? Algunos de ellos jugaron la divisa de su sexualidad cuando todo, todo ello era muy penado en esos tiempos no viejos, sino recientes. Los cuales parecen tiempos de la antigüedad.
Lo vimos la semana pasada: ¿Empuñar un fusil o disparar palabras? En este escenario calamitoso, Pedro Salinas en el exilio acá en América, escribió un largo poema en verso libre “Cero”, el cual fue su alegato en contra de las guerras fratricidas, las bombas y la pólvora como único ruido y aire respirable. ¿Dios? Pues Dios es el cero infinito, la nada, nadie. Leamos al poeta en varios versos sintomáticos:
(La bomba) Cayó ciega. La soltó,
La soltaron, a seis mil
metros de altura, a las cuatro.
Mientras,
Detrás de tanta blancura
En la tierra –no era mapa-
En donde el cero cayó,
El gran desastre empezaba.
Por su parte, Emilio Prados (1899-1962) nació en Málaga, se educó en Alemania, se exilió en México en 1939 y aquí murió. Dueño de una vasta obra de varios registros, en su poema “Canción”, nos habla de esa fractura siempre ininteligible entre Dios y el hombre. ¿El hombre no entiende a Dios; Dios no entiende al hombre? Cuál de estas dos divisas es la correcta. Leamos al poeta:
“No es lo que está roto Dios,
ni el campo que Él ha creado:
lo que está roto es el hombre
que no ve a Dios en su campo”.
ESQUINA-BAJAN
Nos deja boquiabiertos lo siguiente: de los diez escritores arriba deletreados, miembros de dicha generación, tres obtuvieron el Premio Cervantes (la antesala del Nobel de Literatura) y uno de ellos, el a veces hermético Vicente Aleixandre, ganó el Premio Nobel de Literatura. Éste tiene un poema perturbador sobre la locura de un niño, una psicosis, una patología la cual da pavor leer. Remito al lector a su lectura, el texto se llama “El niño raro” y está incluido en su libro “Historia del corazón”.
Don Dámaso Alonso (1898-1990) fue poeta, filólogo, erudito y estudioso. Tiene un poema el cual desde su título anuncia su contenido: “Soledad en Dios”. El poema es largo, imposible transcribirlo todo aquí para su deleite y estudio, pero si nos hacemos la pregunta ¿Qué o quién es Dios?, el poeta responde: “Tú la inmensa soledad del hombre”. Y nos recuerda la definición de la gran Marguerite Yourcenar: “Dios... (es) El remedio que buscan los solitarios”.
Este mismo poeta y gran estudioso de san Juan de la Cruz, Luis de Góngora y Lope de Quevedo, en un poema titulado “Insomnio”, increpa a Dios, lo hace desde la ira y rencor no contenidos. “... por qué mil millones de cadáveres se pudren/ lentamente en el mundo/ Dime, ¿qué huerto quieres abonar con/ nuestra podredumbre?...”. Puf. Tremendas letras. Todo lo anterior se presentaba cuando bramaba la Guerra Civil Española y los muertos se apilaban en el campo ibérico. Por su parte, Manuel Altolaguirre en su texto “Mis prisiones” habla de “sentirse solo en medio de la vida”, para luego rematar el poema con lo siguiente: “(estar en la cárcel del alma) si no es morir, es envidiar la muerte”. ¿Anhelar la bienhechora muerte es renegar de Dios el cual es vida?
LETRAS MINÚSCULAS
Dedicaremos un texto más a esta generación de poetas venosos y eternos.