Hacer ‘vivible’ la ciudad; un asunto de salud pública

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Las grandes concentraciones humanas llamadas ciudades prohíjan fenómenos que atentan contra la calidad de vida de las personas. Esos fenómenos deben combatirse
Uno de los temas que en forma recurrente aparece en nuestras conversaciones es el relativo a la calidad de vida que tenemos y a la que aspiramos -o debemos aspirar- quienes vivimos en una ciudad. Se trata de una discusión no solo pertinente, sino indispensable.
Conviene recordar en este sentido que el proceso de “urbanización” experimentado por las sociedades del mundo entero y al cual nuestro país no es ajeno, ha implicado la migración de la mayor parte de la población, de las zonas rurales a las urbanas, justamente bajo el supuesto de que en estas últimas las personas accederían a una mejor calidad de vida.
Múltiples indicadores demuestran que tal promesa ha sido cumplida en términos estrictos: la mortalidad por enfermedades transmisibles ha disminuido de forma importante, el nivel de escolaridad ha crecido y la esperanza de vida ha sumado décadas en el último siglo.
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Al mismo tiempo, sin embargo, la vida citadina ha generado fenómenos que “restan” en este proceso e incluso, al menos en casos puntuales, invitan a considerar que el balance general ya no es positivo. Algunos de estos fenómenos son los relacionados con la calidad de vida.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición y en el cual se recogen las opiniones de especialistas en diversas disciplinas que convergen en un punto: la forma en la cual los fenómenos de la dinámica de las zonas urbanas afectan nuestra salud mental.
Circunstancias como la mala calidad del transporte público y de las viviendas que habitamos son analizados como elementos que podrían incidir en fenómenos tan impactantes como el suicidio, al decir de quienes participan en la elaboración del estudio interdisciplinario sobre la prevención del suicidio en torno al cual colaboran la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), la Secretaría de Salud, la Fiscalía General del Estado (FGE) y el Instituto Municipal de Planeación (IMPLAN) entre otras instituciones.
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“Incentivar la movilidad sostenible como el uso de la bicicleta y la caminabilidad en el momento de traslado de un punto a otro, todo esto trae beneficios a la salud mental pues reduce los síntomas de ansiedad y depresión entre la población”, ha dicho la urbanista y catedrática de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Brenda Pérez Samaniego.
Más aún: de acuerdo con el análisis sociodemográfico y espacial del suicidio en Saltillo, elaborado por la Unidad de Control y Gestión de la FGE, en coordinación con el IMPLAN, el suicidio está ligado con las condiciones adversas de integración social en distintos sectores de nuestra ciudad.
No basta, desde luego, emitir un diagnóstico y señalar elementos puntuales como posibles causas de fenómenos como el deterioro de la salud emocional o el suicidio. Mucho más allá de eso es necesario que las autoridades de todos los órdenes de gobierno asuman el compromiso de incorporar estos elementos a sus estrategias de actuación cotidiana y de planeación a mediano y largo plazos.
En el pasado reciente, las ciudades constituyeron una vía para mejorar la calidad de vida de la mayor parte de la población. Hoy representan un riesgo para esta y es urgente reaccionar frente a tal realidad.