Inflación y carestía: ¿serán contenidas?
El Gobierno de la República, en voz del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, anunció ayer una serie de medidas para contener la inflación y, en particular, el encarecimiento de los productos de consumo esencial, entre ellos los alimentos.
El Paquete Contra la Inflación y la Carestía contiene medidas que buscan incrementar la oferta de alimentos y, de esta forma, evitar que la demanda sea superior y eso siga empujando los precios hacia arriba.
Para lograr una mayor producción de alimentos se ha ofrecido una serie de incentivos como ampliar el alcance del programa de entrega de fertilizantes, eliminar los aranceles a la importación de alimentos e insumos para producirlos, congelar el precio de los peajes en carreteras y transporte ferroviario y mantener el subsidio a las gasolinas.
La estrategia, que implica la primera respuesta estructurada del gobierno de Andrés Manuel López Obrador al alza inflacionaria que venimos padeciendo desde finales del año pasado, cuenta con el apoyo de empresarios, productores y distribuidores de tiendas de autoservicio.
También se anunció el respaldo de Grupo Carso, de Carlos Slim, quien se habría comprometido a no incrementar los precios de los servicios de sus empresas de telefonía móvil y fija el resto de este año.
Los especialistas han recibido con moderado entusiasmo el proyecto pues, aunque admiten que algunas de las medidas planteadas son adecuadas, pues se está buscando fortalecer la oferta de mercancías, dudan de la posibilidad de aplicar en forma generalizada las medidas, así como de su impacto.
Habrá que esperar, desde luego, a ver en los hechos los efectos del paquete presentado por el Gobierno de la República, así como la forma en la cual el sector privado se comprometa a implementar las medidas y evitar que el mecanismo sea aprovechado como oportunidad para la especulación.
Sin embargo, aunque es positivo que se plantee una estrategia para contener el alza inflacionaria, su éxito, en el mejor de los casos, implicará que los precios dejen de subir, pero no provocará que regresen a los niveles que tenían antes de la actual burbuja.
Esto último lo que quiere decir es que, aunque se evite que el poder adquisitivo siga deteriorándose, la pérdida que ya hemos sufrido no será recuperada y menos aún porque el “pacto” con el sector empresarial implica, necesariamente, que los incrementos salariales también serán contenidos.
En síntesis, las circunstancias del día a día seguirán siendo complicadas sobre todo para las familias de más escasos recursos cuyos integrantes son los más golpeados por la inflación y el encarecimiento de los productos básicos y los combustibles.
No estamos pues, ante una solución de fondo sino ante un mecanismo paliativo que podrá ayudar de forma contingente pero no sirve para resolver el problema raíz que es el mismo desde hace muchos años: el muy pobre crecimiento de nuestra economía.
