Injusticia salarial: un fenómeno de desigualdad ignorado

Opinión
/ 12 diciembre 2024

La injusticia salarial es una de las realidades más lacerantes en el mundo actual y, en ese renglón, nuestro país registra uno de los peores desempeños a nivel global

La más cara aspiración que los habitantes del mundo moderno tenemos es la de la igualdad. Pero no como una expresión retórica, sino como un concepto cuyo contenido implica construir una realidad concreta: que entre las personas exista la menor desigualdad posible en términos sustantivos.

O, para decirlo de manera más clara, que las posibilidades materiales de quienes tienen mayor capacidad económica no sean diametralmente distintas a las de quienes se ubican en el extremo opuesto de la escala de ingresos.

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Esta es una realidad que, como bien sabemos, solamente ha logrado construirse en unas pocas regiones del mundo, cuyas sociedades han perseverado en el establecimiento de reglas para garantizar la igualdad y la construcción de instituciones para preservarla.

Fuera de estas, la regla es exactamente la contraria, es decir, la existencia de enormes brechas entre las personas que perciben altos ingresos y las que se ubican en la denominada “economía de subsistencia”.

México, por desgracia, constituye uno de los mayores ejemplos en materia de desigualdad social pues, a pesar de que somos la economía número 12 del mundo, formamos parte de la región más desigual del planeta: América Latina.

Uno de los rubros en los cuales se evidencia la desigualdad es en el renglón de los salarios en el cual, pese a los avances que, de acuerdo con la Organización Mundial del Trabajo (OIT), se han registrado en las últimas dos décadas, sigue prevaleciendo una realidad de fuerte injusticia salarial.

De acuerdo con el Informe Mundial sobre Salarios, que la OIT publicó apenas en noviembre pasado, el 10 por ciento de los trabajadores peor pagados en los países de renta media −entre los que figura el nuestro−, perciben apenas el 0.51 por ciento de toda la masa salarial, mientras que el 10 por ciento de los asalariados mejor pagados recibe 80 veces más, es decir, 41.74 por ciento de toda la masa salarial.

Las cifras son contundentes y demuestran lo que se ha dicho largamente y en todos los tonos posibles: de poco sirve que las economías prosperen y las cifras macroeconómicas muestren un “buen desempeño” en los reportes anuales, si dicha prosperidad no se distribuye de forma equitativa.

Y para que ello ocurra, uno de los indicadores que es imprescindible observar de forma permanente es el relativo a la brecha salarial entre los que más ganan y los que perciben los salarios más bajos.

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En este sentido, como se consigna en el reporte que publicamos en esta edición, no basta con darle seguimiento a la evolución de los salarios promedio de los trabajadores de cada región del país o de nuestra entidad. Además, es preciso cuantificar la brecha entre lo que gana el obrero más modesto y las percepciones de los altos ejecutivos.

Mientras no pongamos el énfasis en el análisis de esta variable, el crecimiento económico y la prosperidad que se celebra en las grandes cifras seguirán sin generar el bienestar social al que debemos aspirar.

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