Inmadurez relacional

Opinión
/ 30 agosto 2025

Vivir sin convivir tacha lo orgánico y subraya lo canceroso en la vida social.

El desamor, el resentimiento, los prejuicios, los miedos, los rencores, la autoidolatría, los afanes desmedidos de poder, de tener y de placer, centrados en egoísmo enfermizo, generan actitudes de agresión, de descalificación y de exterminio.

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Es una inmadurez que no tuvo desarrollos indispensables en lo físico, en lo intelectual, en lo volitivo, en lo afectivo y en lo relacional.

El yo cancela al tú e imposibilita el nosotros. No cree en sí mismo, no tiene autoestima, se menosprecia y se daña, se miente a sí mismo y se hace inseguro y desconfiado.

EL CONOCIMIENTO QUE FALTA

No conoce la esperanza, el silencio interior, la paz, el gozo en lo simple y pequeño del presente. Excluye la nobleza de la generosidad, de la gratuidad, de la solidaridad y de la compasión.

No se siente amado por un Amor infinito que hace posible su vida a cada instante, en cada respiración y palpitación. Por eso no consigue el recto uso de las cosas, ni el respeto, ni la servicialidad desinteresada a las personas.

Todo esto causa inautenticidad, hipocresía, falsedad, idolatrías decepcionantes y sufrimiento existencial que duele como un hueso dislocado. Hay contaminación de tristeza, de miedo y de ira.

DESCUBRIMIENTO NECESARIO

Se requiere que el ser humano descubra en su interior la belleza, la salud, la dignidad, la serenidad, la felicidad del espíritu que se abre a la Verdad y al Amor, presentes en lo más íntimo de su ser.

Agustín, el de Hipona, escribió en sus Confesiones, abriéndose a lo divino: “Nos hiciste, Señor, para Ti, e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en Ti” y aquella breve frase: “Ama de verdad y haz entonces lo que quieras”.

La madurez relacional da la capacidad para cumplir la propia misión, en un mundo en el que tantas veces se frustra la ejemplaridad y el testimonio de los que enseñan, guían y gobiernan.

SEPTIEMBRE OTOÑAL

Ya está tocando a la puerta el mes patrio, el mes bíblico, el mes de la caída de las hojas, el mes del informe presidencial.

En las horas mañaneras del agosto que se va, se han podido ver nubes de gran blancura, extendidas horizontalmente en la cresta de la sierra, simulando nieve de los Alpes o de los Andes.

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TÉ CON FE

—Aunque ande uno viviendo con la peor versión de sí mismo, ¿puede haber un cambio a mejor?

—¿Quién fue San Agustín antes de su conversión?

Fue ladrón.

Era un “playboy”.

Tuvo una amante.

Fue padre de un hijo sin estar casado.

Rompió el corazón de su madre.

Era fiestero, bebedor, pedante y soberbio.

Perteneció a una secta maniquea.

¡Etcétera!

Pero buscó a Dios y se encontró con Cristo por la predicación de san Ambrosio y las lágrimas orantes de su madre Mónica, y pidió el Bautismo.

Y hoy lo conocemos como san Agustín de Hipona, Doctor de la Iglesia.

Y tú, ¿cómo andas? ¿Cuál es tu pretexto para no dejar tu peor versión y luego convertirte?...

Columna: Claraboya. El autor de Claraboya, quien ha escrito para Vanguardia desde hace más de 25 años, intenta apegarse a la definición de esa palabra para tratar de ser una luz que se filtra en los asuntos diarios de la comunidad local, nacional y del mundo. Escrita por Luferni, que no es un seudónimo sino un acróstico, esta colaboración forma ya parte del sello y estilo de este medio de comunicación.

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