La bondad de la naturaleza y la ineficiencia de las autoridades

Opinión
/ 22 septiembre 2024

El año pasado, por esta temporada, se sufría una de las crisis más importantes de agua que no habíamos vivido en un buen tiempo. De forma particular en el Noreste mexicano se complicaba más que en el resto del país. Para quienes habitamos acá, en el semidesierto norestense, sabemos que vivimos en una zona agreste y en muchas zonas erosionadas, donde el agua es un tesoro.

Actualmente, el ecosistema goza de completa salud por la abundante cantidad de lluvia que le ha llegado, al punto de decir que incluso más que en los últimos cinco años. La naturaleza se equilibra y se regenera para nuestro bien, es parte de la dinámica.

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Sin embargo, no todo es bonanza, en las ciudades, la que me diga, Torreón, Saltillo, Monterrey, Laredo, Reynosa y Matamoros, el agua cuando es abundante pone en evidencia la infraestructura de las ciudades y, en concreto, aquello que han dejado de hacer quienes están al frente de sus gobiernos.

Ciudades de relumbrón, porque es la escuela que tienen quienes llegan a sentarse en las sillas municipales y estatales, porque así lo aprendieron, porque así es como se usa. Porque se trata de que todo se vea bonito, como todo y como todos, pero sólo por “fuerita”. Y ahí están las grandes avenidas, los grandes bulevares ahora inundados de tierra, piedra, lodos y escombro. Invadimos irresponsablemente los espacios por donde el agua escurría –por codicia y mala planeación– y ahí están las consecuencias. Los antiguos decían “el agua busca su cauce”. Pues lo buscó y lo encontró.

La forma, inundaciones en tal o cual colonia, en tal o cual zona, en tal o cual avenida. Y con ello vidas humanas y bienes materiales perdidos. Pero en un país como el nuestro, donde la impunidad –práctica donde sabemos que, aunque se infrinja la ley, no pasará nada– sigue a todo lo queda, ¿quiénes son los responsables?

Los gobiernos porque le apuestan sólo a lo que se ve, a aquello por lo que se va a hablar bien de ellos –esto todos lo sabemos–, pero seguimos cayendo en la trampa de votar por los colores, por los que siempre se ha votado y que sistemáticamente han hecho lo mismo, primero los intereses de partido y de grupo y, si se puede, al final la ciudadanía.

Si la responsabilidad es la capacidad de prever (y también de asumir) las consecuencias de los actos que realizamos, ¿por qué los gobernantes en turno no fueron previsores en los meses anteriores? Muy simple, porque los drenajes pluviales, que son los que se requieren, no se ven, no lucen, no se pueden cacarear o decir “miren, la obra que realizamos”. Es una afirmación muy ramplona de este servidor, pero en el backstage podríamos profundizar sobre la visión de quienes administran la municipalidad y el gobierno estatal. ¿Qué les preocupa? ¿Cuáles son sus prioridades? ¿Qué tanto les puede la ciudadanía? Al menos los que votaron por ellos. Aquí sí, literalmente les importa la forma y no el fondo.

Por ejemplo, en el caso de Saltillo, ¿en qué consistió que el anterior alcalde, ahora gobernador, fuera el mejor alcalde de México? Gobiernos de alto presupuesto, pero de bajos y pobres resultados.

Han priorizado las campañas electorales, la publicidad, el beneficio de sus votantes, pero han olvidado que un buen sistema de drenaje pluvial evita esas inundaciones de las que ahora nos quejamos, pero, sobre todo, aumentaría sus preferencias electorales y el nivel de confiabilidad y mejoraría la calidad de vida de quienes vivimos en estas ciudades norestenses. Todas padecen de los mismos males. Perdón, para su desgracia, las lluvias –que por demás son benévolas– han develado y descubierto cuáles son las intenciones que mueven a los gobiernos locales, a qué le apuestan y en qué ocupan su mente y, por supuesto, han puesto al descubierto su mezquindad e inoperancia.

Luego, los empresarios de la construcción ¿son los mismos? Me refiero a ¿son los mismos los empresarios de la construcción y quienes nos gobiernan? ¿Cuáles son las ligas entre unos y otros para conseguir permisos para construir donde no debían o simplemente para hacerse de terrenos y ofrecerlos al mejor postor sin mayores problemas? ¿Qué dicen las reglamentaciones locales con relación al tema de la construcción y las zonas donde se construye? ¿Cuál es el nivel de colusión entre gobernantes y constructores?

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Muchos misterios sin resolver. Pero aquí está otro contingente que debe de asumir responsabilidad civil y, de un buen tiempo a acá, no la ha asumido ni le han pedido que la asuma. Eso de priorizar el business sobre el bio –el negocio sobre la vida– nos ha metido en estas lamentables situaciones, empañando la bondad de la naturaleza y entreteniéndonos con lo que la lluvia va realizando. Todo es posible cuando se tiene lo justo por encima de lo legal. ¿No lo cree así?

Finalmente, una buena parte de la ciudadanía, que sigue sin entender que en justicia no podemos dejar un mundo, una ciudad o una sociedad en peores condiciones que el (la) que hemos recibido, poniendo en riesgo el presente y, por supuesto, el futuro con nuestros hábitos que no sólo reflejan la mala educación que tenemos, el mal ejemplo que le damos a nuestros hijos y la inconsciencia con el entorno en el que vivimos, tirando basura en la calle, en las coladeras y complicando el precario hábitat en el que vivimos. Entre estos tres actores, no es posible tanta displicencia. Sin lugar a duda, todos somos responsable. Así las cosas.

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