La ciencia y Jurassic Park
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La euforia por los dinosaurios en los años noventa empezó con la novela “Parque Jurásico” de Michael Crichton y la adaptación al cine que hizo Steven Spielberg. El paleontólogo español José Luis Sanz declaró hace unos días, con motivo del estreno de la última película de la franquicia, que la saga “ha hecho mucho más por la ciencia que muchos gobiernos”. Es decir, hubo un antes y un después luego de la popularidad de estas obras porque, como dice el experto, los dinosaurios pasaron de ser los eternos “monstruos gigantes” ―aburridos y torpes― a ser tratados como animales de nuestro planeta. Para entrar en ambiente, me leí esta semana el libro que fue un super éxito de ventas (y vaya que lo merecía). Entendí mejor el argumento de Sanz y la fascinación del público por el tema.
Crichton estudió medicina y paleontología, pero se dedicó casi toda su vida a la literatura. “Parque Jurásico” presenta una historia más terrorífica y determinante que su versión cinematográfica. Encontramos escenas completas de los ataques de los velociraptores, tiranosaurios, los “compis” (procompsognathus triassicus) y demás. Hay cuerpos desmembrados, intestinos colgantes y mucha sangre, aunque la novela no está sobrecargada de estos elementos. Lo que destaca con mayor fuerza es la postura de Crichton acerca de la ciencia, el capitalismo y la ambición. El libro, desde su epígrafe, es claro. Una cita de Linneo dicta: “Los reptiles son aborrecibles a causa de su cuerpo frío, su color pálido, su esqueleto cartilaginoso, su piel inmunda, su aspecto feroz, su mirada calculadora, su fetidez, su voz áspera, la sordidez de los sitios en los que habitan y su terrible veneno: he aquí la razón por la que su Creador no ejerció sus poderes para hacer muchos de ellos”.
La trama comienza con los ataques de “lagartijas” a niños en Centroamérica. Los científicos sospechan que está sucediendo algo. Después conocemos al paleontólogo Alan Grant y a la doctora Ellie Sattler, experta en paleobotánica. Ellos son reclutados por Bob Morris para visitar el misterioso parque del millonario excéntrico John Hammond, quien revivió dinosaurios con genética y clonación. En esta charla queda claro cómo el financiamiento de los proyectos científicos depende de personas poderosas o corporaciones muy grandes que optan por favorecer sus intereses personales. La novela se divide en capítulos y entre ellos, durante todo el libro, se intercalan a manera de “leyes” ciertas “iteraciones” sobre fractales que establece el matemático ficticio Ian Malcolm. Entre líneas, a través de este personaje entrañable (que en el cine lo encarna con astucia el actor Jeff Goldblum) y sus discusiones con Hammond, Crichton expone sus ideas científicas. Malcolm dice cosas como “el poder científico es como la riqueza heredada: se obtiene sin disciplina”; “la ciencia puede elaborar un reactor nuclear, pero no nos puede decir que no lo construyamos”; “Seamos claros, el planeta no está en peligro. Nosotros estamos en peligro”.
Como suele suceder en la ciencia ficción, “Parque Jurásico” advierte las consecuencias de utilizar la ciencia para el poder y el enriquecimiento de algunos a costa del desastre mundial. Crichton veía la catástrofe en los experimentos genéticos, muy ruidosos décadas atrás. Hammond representa el egoísmo y avaricia de los magnates que se adueñan de todo lo que pueden para su explotación. En la novela, a diferencia de la película, Malcolm y Hammond mueren por ataques de los dinosaurios. Uno como víctima y el otro como un acto de justicia (aunque al igual que Conan Doyle con Sherlock Holmes, Crichton tuvo que revivir a Malcolm a petición del público y de la economía). Curiosamente esta crítica sobre la imprudencia de la ambición y la incapacidad humana para controlar la naturaleza, se tambalea con lo que sucedió en realidad. La saga de “Jurassic Park” ha generado ganancias millonarias y esos productos de venta que tanto molestaban en el libro se convirtieron en una verdad. ¿Quién se come a quién? Los dinosaurios a las personas, el sistema a ciertas obras que lo critican.