La ciudad del olvido
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“Confronto la ciudad con mi cuerpo: mis piernas miden la distancia del pórtico y el ancho de la plaza, mi mirada, de modo inconsciente, proyecta mi cuerpo sobre la fachada de la catedral, donde vaga sobre las cornisas y los contornos...”
Juhani Pallasmaa
Dice Julio Cortázar que Paris es una inmensa metáfora. Se dice de él, que era el caminante de mirada inédita, que le gustaba explicar con adjetivos detallados cada una de las metáforas que encontraba en esa ciudad, con la necesidad y el anhelo de la inclusión en un país lejano pero que sentía como suyo, como si al describir la ciudad y sus casas encontrara la manera de hacerse de ella.
Esta es la última entrega del año y podría ser pertinente una revisitación a los sucesos que lo enmarcaron en materia de patrimonio. Sin embargo, señalar lo casi obvio me parece necio aunque también necesario, qué contradicción.
En varias noticias de este medio de comunicación, así como en redes sociales y diversos medios, se ha documentado el deterioro cada vez más visible en el centro de la ciudad, derrumbes, daños a puertas o banquetas son cada vez más comunes y al parecer, se van normalizando. Además de las implicaciones y peligros que lo anterior tiene para las personas que habitan el Centro Histórico, la pérdida y daños a nuestra memoria construida es evidente y al parecer, no tan importante.
La tradición y la cultura se encuentran plasmadas en los objetos materiales que nos rodean y que observamos cotidianamente, cualquier representación física por medio de la arquitectura, sus ornamentos, sus métodos constructivos, sus imágenes o sus símbolos forman parte de esta tradición, sin embargo, el objeto, arquitectónico o no, pero que resulta en una imagen que se observa diariamente, es cambiante por cuestiones de época, de estilo, de materialidad, del paso del tiempo, de las nuevas tecnologías o de los cambios sociales, este objeto refleja su identidad en espacio y tiempo, además, es afectado por el contexto histórico, político o religioso, entre otras cuestiones. Esta materialización y representación de la identidad que se concreta por medio de los objetos artísticos, artesanales o arquitectónicos, se observa como un fenómeno socio cultural que se relaciona también con las artes visuales. Es decir, al materializarse la identidad o los modos y maneras de entender nuestro entorno, se manifiesta la propiedad de cualquier objeto, o su pertenencia a alguien o a algo. Pareciera entonces, que en nuestra ciudad, las memorias y objetos que las contienen no pertenecen a nadie, porque al caminar sus calles y apreciar sus detalles, sus banquetas, sus alineamientos, los muros que quieren alcanzar el cielo, sus texturas, diversidad de colores, formas o materiales, al esquivar vehículos, pozos o basura, al observar el deterioro en su sitio fundacional y el curso que toman los esfuerzos que se realizan para evitarlo; se perciben como dos líneas que se dibujan en direcciones contrarias. Se dice que el próximo año será prometedor para el Centro Histórico de Saltillo, sin embargo, más allá de intereses económicos o turísticos, es importante que estos esfuerzos busquen el bienestar, la equidad y calidad de vida en los barrios, la preservación de la memoria y la identidad por medio de la participación no solamente de los que dirigen el capital, sino de los miembros activos, es decir, de sus habitantes, sin que esto represente un desplazamiento, exclusión o segregación.