La ciudad: un espacio para todos
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“ Sólo me queda el goce de estar triste, esa vana costumbre que
me inclina al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.”
Jorge Luis Borges
Es posible llamar a la vivienda el núcleo o la célula de donde se origina todo partido arquitectónico, fue pensada primitivamente para resolver un problema básico: guarecerse de las inclemencias del tiempo o de otro tipo amenazas como los animales salvajes. El tamaño de la vivienda y los objetos de los que nos rodeamos se encuentran planeados con base en nuestra morfología, pero es también el lugar en donde entendemos el espacio por primera vez, porque es donde, desde niños, entendemos quiénes somos, quiénes nos rodean y lo que nos rodea, lo cual revela y forja la estructura de nuestro existir, es decir, nuestra relación con el espacio y sus componentes físicos y metafísicos: personas y objetos cotidianos.
Actualmente, desde el punto de vista arquitectónico, Fernanda Canales, arquitecta, proyectista, crítica y curadora de arquitectura mexicana, afirma que la vivienda es el tipo de construcción más ensayado, sin embargo, en su opinión, se encuentra lleno de deficiencias: “su complejidad no solo radica en el diseño de la morada en sí, en cómo solucionar la vida en unos cuantos metros cuadrados, sino en los efectos que, la casa, genera en el exterior”. Es decir, este espacio que habitamos por primera vez y que nos enseña de cierta manera nuestra relación con las personas más próximas y con los objetos cercanos, tiene un efecto en nosotros mismos y en su relación con el exterior: la calle, la cuadra, la colonia, el barrio, fraccionamiento, la ciudad. En este sentido, Heidegger explica que, la evolución o el procedimiento que resuelve esta ecuación se define de la siguiente manera: de construir a habitar, del habitar al ser y del ser al cuidar. El filósofo define la delgada línea entre el ser humano y la construcción o el espacio habitable, dentro del cual, se encuentran también la existencia individual y colectiva en una temporalidad que se define por la época, lo anterior, nos puede llevar a la reflexión de que no solamente se habla de materiales y métodos constructivos, sino también de apropiación y domesticación del espacio que incluye nuestras costumbres y tradiciones: nuestra cultura. Tal como menciona Canales: “el tipo de casa que se construye, es el tipo de ciudad que se desarrolla, es el tipo de sociedad que se construye. Entonces no hay una diferencia entre la casa que construyes y la sociedad que se genera”. La arquitecta afirma que, es posible pensar en la arquitectura como algo que encierra y excluye, pero también, como algo que invita, abre y reúne, lo cual es sensible al paisaje, la historia y la cultura, porque al construir un muro, se define y se delimita un espacio, pero también, este elemento en la arquitectura, es capaz de generar aglomeración, circulación en torno a él, lugares que inviten a la convivencia, es decir, se convierte en una atmósfera compartida: un espacio público. Entonces, el muro, el vano o el vacío, la masividad de un elemento arquitectónico en su forma más básica, implica un límite físico, pero también simbólico que deviene en un elemento identitario, icónico por su arraigo y, como dice el filósofo citado; el hombre habita cuando es capaz de encarnar las estructuras esenciales básicas en cosas tales como edificios o lugares. Entonces, ¿qué características deben tener nuestras construcciones para que podamos encarnar y apropiarnos de estas estructuras? ¿cuáles son los íconos, las imágenes, los símbolos o los elementos que permiten la generación del espacio público y de una ciudad incluyente y segura? ¿es la ciudad actual un espacio para todos?