La crisis del fentanilo, ¿es realmente culpa de México?
El ‘error’ de la FDA representa una auténtica catástrofe sanitaria, un homicidio en masa y la creación de una sociedad de adictos
Cuando éramos niños la peor droga imaginable era la mariguana, un pasaporte directo a la perdición y al inframundo, y así se nos advertía.
Hoy, sin embargo, la mota es más popular que nunca, al menos en México y, salvo algunos círculos ultraconservadores, está bastante normalizada. No me gusta, pero reconozco que no tendríamos por qué tenerla en otra liga distinta a la del alcohol y el tabaco, perfectamente asimilados en la sociedad.
Quemarle las patas al chamuco es hasta un juego de niños si lo comparamos con el consumo de fentanilo, cuyos efectos son tan devastadores que prácticamente constituyen una sentencia para el individuo.
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Un reportaje del New York Times (que, como sabemos, sólo es digno de confianza cuando así conviene al Gobierno mexicano) menciona que el fentanilo es tan potente que “incluso los consumidores de drogas experimentados llegan a morir cuando cometen pequeños errores de dosificación...”. Se dice también que es 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina. Otro cálculo establece que el fentanilo ya cobró más vidas norteamericanas que las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán juntas.
Quizás valdría la pena recordar cómo la adicción a este opioide sintético se convirtió en un asunto de salud pública en los Estados Unidos. Sólo por si no lo sabía, sepa que esta pandemia se desató por un caso de corrupción.
Allá por 1995, Purdue Pharma −de la familia Sackler− lanzó al mercado Oxycontin, un analgésico que por su potencia se recomendaba sólo para cuidados paliativos de pacientes terminales, con cáncer o recién sometidos a cirugías importantes.
Pero la farmacéutica no quería que su innovación quedara confinada a un mercado tan reducido y lograron que la Food and Drug Administration ignorase el carácter adictivo del medicamento y lo autorizara para prácticamente cualquier paciente con dolores no necesariamente agudos.
De allí Pharma embistió con una tremenda campaña publicitaria, invirtiendo además fuertes sumas para “incentivar” a los doctores para que recetaran la maravillosa droga de novedad. Para finales del siglo pasado, se vendían unos 20 millones de dólares a la semana sólo de Oxycontin.
El “error” de la FDA representa una auténtica catástrofe sanitaria, un homicidio en masa y la creación de una sociedad de adictos que en 2013 perdió 3 mil vidas, pero para 2021 elevó esta cifra a 70 mil 600.
Pese a todo lo anterior, si le preguntan al americano promedio quién es el responsable de semejante crisis, seguramente responderán con su español todo mocho: “¡El Cart’l de ‘Sineloa’, el Mayou ‘Lambada’ y Lous Chapitous!”.
Y es que, al igual que en México, un amplio sector del electorado estadounidense decidió que eso de pensar por sí mismos es muy complicado, que es mucho más sencillo ponerse en sintonía con su líder populista favorito y replicar las sandeces que este les dicte.
Así que, en lugar de revisar su relación con la ciencia médica y la industria farmacéutica; con sus mecanismos de control y la aplicación de la Justicia (a la familia Sackler le impusieron multas ridículas comparadas con el daño provocado y con las ganancias obtenidas por su triquiñuela), los gringos prefieren buscar ya no quien se las deba, sino quien se las pague.
“A ver... Quién... quién... quién... quién... ¡Oh, miren! ¡Esos malditos mexicanos con sus diabólicos cárteles están llenando nuestro amado país con sus drogas... sus deliciosas drogas... hmmm!”.
Pero, querido paisano, tampoco se me vaya a trepar al ladrillo de la superioridad moral desde el cual pregonan los pontífices de la Cuarta Transformación. ¡Bájele un chingo que dista mucho de que seamos unos vecinos modelo y ejemplares!
Es cierto, todos tenemos un tío rancio, necio y viejo “miado” que invariablemente argumenta: “¡Pero si esos gringos son los que la consumen y a nosotros nos echan la culpa, ‘mbre! ¡Pero nunca ves que agarren a nadie! Si hasta pareciera que les dejas la droga en la frontera y luego se distribuye sola. ¡Ay sí, apoco! Y nunca los ves haciendo campañas de prevención ni de rehabilitación!”.
(Excuso decirle que si no puede identificar en su familia al tío rancio, necio y viejo “miado” es porque muy probablemente usted es el tío rancio, necio y viejo “miado”; sobre todo si comparte las opiniones arriba expresadas).
Pero a diferencia de lo que tal vez usted imagina, que EU es un enorme ghetto lleno de “yonkis” tirados por doquier, le comunico que es un país más o menos como cualquier otro, que de momento enfrenta una crisis de adicción al fentanilo (no más lamentable que la que libra México con el llamado “foco”).
Sepa además que el Gobierno de EU destinó 740 mil millones de dólares en 2023 combatiendo a las adicciones y sus causas, y que en ese mismo año se condenó a prisión a 11 mil 600 traficantes. Que usted no se entere, o no haga el menor esfuerzo por enterarse, no quiere decir que no ocurra o no exista.
¿Entonces? ¿Tenemos o no responsabilidad en un lío que se armaron los mismos gringos por sus propias falencias, debilidades y corruptelas?
¡Desde luego que sí!
En ningún modo la vulnerabilidad de una generación de estadounidenses convertidos en mercado cautivo (nunca mejor dicho), nos excusa como país por estar plagados de bandas delincuenciales dispuestas a saciar la demanda de una sociedad enferma (no mucho más enferma que la nuestra).
Entienda sólo una cosa, si así lo desea: La diferencia entre narcotráfico y crimen organizado: Narcotraficante es el que produce, comercia y distribuye drogas ilícitas.
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El crimen organizado es una empresa delincuencial que, de tan económicamente fuerte y de tan bien estructurada, es capaz de satisfacer la demanda de cualquier giro negro en cualquier parte del mundo, ya sean sustancias, exoticidades, minerales preciosos, mercancías piratas, aguacate o incluso otros seres humanos con fines de explotación laboral y sexual.
Así que no, no nos dejemos llevar tan fácilmente por la falacia del tío rancio, necio y viejo “miado” de que, como los gringos son los que la consumen, sólo por eso son responsables incluso de la proliferación de los cárteles en nuestro país. No es así. Ya que, como organizaciones delincuenciales, estas mafias están dispuestas a entrarle a lo que sea que les reporte ingresos.
Y tienen tan pocos escrúpulos, el hígado tan prieto (dijo Piporro) y la moral tan extraviada, son tan ruines y están tan envilecidos, que no han tenido empachos para incursionar, incluso, en la política mexicana.