La cultura de la legalidad no está en nuestro itinerario

Opinión
/ 1 mayo 2022
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Donde se respeta la ley se vive de forma armónica, donde no, opera la ley del más fuerte. Si la ley se aplicara no habría pobreza y desigualdad, inseguridad y violencia, secuestros, extorsiones, falta de confianza en las instituciones, etcétera

El cumplimiento y la aplicación de la ley, lo crea o no, garantizan la convivencia social, pero en nuestro País es la piedra de tropiezo. El incumplimiento y la evasión del Estado de derecho han generado el desorden y el caos que vemos y experimentamos en todas las dimensiones de la vida. Nos acostumbramos a burlar, a brincar y a encontrar los recovecos y vacíos que la ley tiene, y el resultado es un México convulsionado.

Analice dimensión por dimensión y se va a encontrar con que los actores que representan esos rubros reclaman el cumplimiento de la ley, pero son los primeros que la incumplen. En lo político, en lo económico, en lo social, en lo jurídico –que es el colmo–, en lo ecológico, en lo laboral, en lo educativo, en lo deportivo, en los medios de comunicación social y hasta en lo religioso nos encontramos cómo lo establecido en las normas es vulnerado con la mano en la cintura, volviendo la práctica del importapoquismo legal un deporte nacional.

No por nada el símbolo de la justicia lo representa una mujer, con los ojos vendados, para tratar a todos con igualdad, con una balanza en su mano izquierda que simboliza la equidad, y en la derecha la espada como símbolo de fuerza para poder determinar el veredicto a través de la toma de decisiones, que es lo que representa la aplicación de la ley por parte del Estado.

Esto sería “el deber ser”. La realidad es que en un país como el nuestro cumple la ley quien la quiere cumplir. El lema “lex est lex” no está en nuestro itinerario. Si no vea lo que pasa con los ladrones, desde los de cuello blanco que saben que un buen amparo los pondrá otra vez en la calle, hasta los ladrones de poca monta que sabrán –a estas alturas del partido– que para que sean parte de un proceso de rehabilitación social requieren ser encontrados con las manos en la masa y, aun así, no pasa nada. No es necesario que le narre algunos casos, usted, como yo, conoce muchos.

¿Por qué es importante el respeto a la ley? Por una cuestión muy simple que no hemos acabado de entender, porque la ley sirve como criterio que orienta el actuar cotidiano de los ciudadanos y fomenta el respeto a la dignidad humana, a la libertad y a la igualdad.

En síntesis, el garante del equilibrio de una sociedad y del orden social que debe de haber en ella es la ley, y las autoridades, según el artículo 1 de la Constitución, “tienen el deber de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad”. Y agrega: “el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley”.

Justo por no responder a este mandato muchos gobiernos con sus autoridades, muchas organizaciones y quienes la lideran, otras tantas empresas y empresarios que burlan la ley y aprovechan sus ofertas; y ciudadanos de a pie que a río revuelto han incrementado sus ganancias con los recovecos que la ley ofrece o le encuentran, han convertido la espiral de la corrupción y la impunidad en un tema, por más que nos digan lo contrario, imparable. Si quiere pruebas vaya a Transparencia Internacional para que vea el lamentable lugar que ocupamos.

Por eso los lastres que ahora arrastramos se vulneró la cultura de la legalidad, se perdieron de vista los principios y se relajaron los valores morales. La suma de estos tres rubros tiene nombre, se llama México. No generalizo porque siempre habrá quienes respeten la ley y la hagan valer, pero son los menos.

Donde se respeta la ley se vive de forma armónica, donde no, opera la ley del más fuerte. Si la ley se aplicara no habría pobreza y desigualdad, inseguridad y violencia, secuestros, extorsiones, falta de confianza en las instituciones, sobornos a funcionarios, abuso de autoridad, desvío de recursos, nepotismo, tráfico de influencias, conflictos de intereses, pagos para aperturas de negocios, sobornos en materia de cuidado del medio ambiente, búsqueda de intereses personales, donde se sabe que si se vulnera la ley no pasa nada.

Con tristeza vemos cómo la ley en nuestro País se oferta al mejor postor. No entender las normas nos ha traído una sociedad fragmentada, resquebrajada, debilitada, desintegrada y compleja. A la base, siempre la desfachatez y el afán desmedido de ambición y de poder, donde la corrupción y la impunidad todo lo han trastocado.

La legalidad es un valor fundamental de la democracia porque garantiza a los ciudadanos el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones. Es el apego a las leyes para que los individuos las acepten y las tomen como suyas. Sirve como criterios de orientación para su actuar cotidiano, en un marco de respeto a la dignidad, la libertad y la igualdad. La cultura de la legalidad hoy más que nunca para los mexicanos se convierte en una urgencia. Así las cosas.

fjesusb@tec.mx

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