La entrega de los Oscar
y los límites del humor
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El aclamado dramaturgo y político checo Václav Havel dijo alguna vez: “cualquiera que se tome demasiado en serio corre el riesgo de parecer ridículo. No ocurre lo mismo con quien siempre es capaz de reírse de sí mismo”.
La recuperación de la cita viene a cuento a propósito del suceso por el cual será recordada la nonagésima cuarta entrega de los Premios Oscar, sin duda la gala más esperada de la cinematografía mundial: el bofetón que Will Smith propinó a Chris Rock luego que el cómico hiciera un chiste sobre su esposa.
Con independencia de la polémica –que ya se ha desatado– sobre si el momento formaba parte del guión del evento –que tuvo un fuerte declive de audiencia el año pasado–, o si fue un acto espontáneo, el momento sirve para poner sobre la mesa una discusión que parece urgente: ¿existen límites para el humor o no?
La broma que hizo Chris Rock hacía referencia a un problema de salud de Jada Pinkett Smith, quien sufre de alopecia y debido a ello ha decidido raparse, según lo informó ella misma en diciembre pasado a través de un video publicado en su cuenta de Instagram.
La broma recurre a uno de los elementos clásicos de la comedia: usar las características físicas de las personas para, exacerbándolas, o construyendo comparaciones exageradas a partir de ellas, provocar risa. Se trata de un recurso larga y ampliamente utilizado por los humoristas.
El mundo de la comedia estadounidense, por otra parte, ha desarrollado –quizá hasta el exceso– la idea de hacer humor, a partir de este elemento, con personas que se encuentran presentes en el público. Por lo demás, el humor ha sido un elemento esencial de la ceremonia de entrega de los Premios Oscar desde siempre y este tipo de bromas no es infrecuente.
Pese a todo, ¿fue una broma de mal gusto la realizad por Chris Rock? ¿Traspasó un límite que justifica la reacción de Will Smith para actuar en defensa del honor de su pareja? ¿Lo que vimos anoche debiera más bien derivar en una discusión sobre las diversas expresiones del machismo?
El debate que pone sobre la mesa lo ocurrido anoche en la gala de los Oscar no es menor. Y no se trata de defender el humor a toda costa, sino de cuestionarnos con seriedad si quienes se dedican a hacernos reír están obligados a constreñirse a ciertas fronteras y, en todo caso, cómo se definen tales límites.
Todas las proporciones guardadas, la reacción de Smith –que implicó el uso de la violencia contra alguien que hizo un chiste– se emparenta con la que tuvieron los extremistas islámicos que atacaron en enero de 2015 la sede del semanario satírico francés Charlie Hebdo, asesinando a 12 personas en represalia porque la publicación realizó una caricatura sobre Mahoma que ellos consideraron ofensiva.
Porque si la realización de chistes de mal gusto justifica la violencia entonces estamos ingresando en un terreno sumamente pantanoso que puede llevarnos a una conclusión que, al menos a priori, no se antoja deseable: el humor, como lo hemos conocido hasta ahora, está condenado a desaparecer.