La Feria de Saltillo

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Por los siglos 18 y 19, la Feria de Saltillo fue la más famosa del País, sólo rebasada por la de Acapulco porque a su puerto llegaban mercaderías extranjeras, lo que le daba características de continental, según afirma el historiador Vito Alessio Robles.
En 1777, a su paso por Saltillo, el Padre Morfi escribió en su libro “Viaje de indios y Diario del Nuevo México” sobre la Feria de Saltillo: “Por septiembre de todos los años se celebra una gran feria, que solemnizan con toros y otras diversiones, a la que concurren de todas partes compradores y mercaderes en tanta abundancia que, no cabiendo en las casas del lugar, se construyeron chozas junto a la iglesia para hospedarlos”.
A principios de la centuria de 1800, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Texas formaban las Provincias Internas de Oriente, y éstas, junto con las Provincias Internas de Occidente, eran llamadas “tierra adentro” por ser tierras de frontera poco pobladas todavía, y se distinguían de la “tierra afuera” que eran los territorios colonizados más poblados del centro y el sur de la Nueva España. En la “Memoria” que don Miguel Ramos Arizpe presentó ante las Cortes de Cádiz, en 1812, sobre las Provincias Internas de Oriente, afirma que a los norteños no les va tan bien en las ferias, y dice: “...las finas lanas, los preciosos algodones, la peletería, los ganados de todas clases, frutos del sudor de los habitantes de aquellas provincias, se convierten en instrumentos de su esclavitud y miseria, pues vendiendo este año un carnero en 12 reales, un macho cabrío en ocho, y un toro en cinco duros, al siguiente compran la lana del mismo carnero en los 12 reales que recibieron por él vivo, la piel del macho hecha cordobán por 12 reales y la del toro hecha baqueta en seis duros, de suerte que con la sola piel y pelos de sus tan apreciables ganados, les pagan sus precios, y aún ganan los de tierra afuera”.
Por muchos años y en torno a la exposición comercial, ganadera e industrial, y para el entretenimiento de los asistentes, se
establecían locales destinados a los juegos de azar y a la venta de bebidas embriagantes que provocaban zafarranchos y problemas. A ese aspecto se refiere don José García Rodríguez, ilustre poeta saltillense, en su relato “Las Galindos”, en la década de 1930: “...llenaba la ciudad una gran muchedumbre de gente forastera, procedente de todas partes, que acudía a vender y a comprar, al husmo de lícitas empresas comerciales y de ganancias indebidas de los juegos de suerte −albures, ruleta, chuza, manitas, carcamanes−, no menos que al poderoso atractivo de comedias, funciones de circo, peleas de gallos y corridas de toros...”.
Ya no vienen forasteros a la feria. Quizás algunos turistas asistan por entretenerse un rato. Ya logró parar el declive que presentaba hace unos años, derivado en gran medida de la proliferación en la venta de bebidas embriagantes, que acabó con la asistencia de las familias. Hace seis o siete años los únicos que sacaban ganancias eran los expendios de cerveza y bebidas embriagantes y la policía. Los primeros, por lo mucho que vendían, y la segunda por las multas aplicadas a los detenidos en los numerosos pleitos surgidos al calor de las bebidas embriagantes.
En contraste, hoy la feria se llama “Feria Saltillo. Una Feria con causa” y trae, al otrora llamado “teatro del pueblo”, a los artistas y grupos musicales del momento que más gente atraen. Ya actuaron “Bronco”, Poncho De Nigris, “Duelo”, entre otros, y hoy se presenta “Inspector”.
La Feria de Saltillo ha sobrevivido a todas sus dificultades desde el siglo 18 y aunque no es ya la famosa feria de Saltillo de antaño, continúa recibiendo visitantes. Hoy significa un punto de reunión y entretenimiento para mucha gente, y con el apoyo del gobierno y algunas organizaciones de la sociedad civil que trabajan sin fines de lucro, sus utilidades se aplican, efectivamente, a obras de asistencia social.