La gente ya no les cree
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Recientemente Reuters Institute publicó su reporte Digital News Report 2024. Resulta que desde 2017 la confianza en las noticias en México disminuyó del 49 por ciento al 35 por ciento. No creo que hayan sorprendido los resultados. La crisis es de larga data.
Recordé la historia de William Randolph Hearst, un empresario estadounidense que heredó un periódico de su padre con apenas 15 mil lectores y lo convirtió en el más leído de su país con veinte millones de ejemplares. Consolidó uno de los más grandes imperios empresariales con 28 periódicos de circulación nacional, una agencia de prensa, varias cadenas de radio, revistas y el estudio cinematográfico más importante de los años veinte. Además, Randolph Hearst fue conocido por utilizar la prensa como instrumento político. De su estilo y práctica periodística proviene el término “amarillismo” para nombrar a una práctica periodística manipuladora, sensacionalista y generadora de escándalos, alejada del rigor o la objetividad.
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Como parte de su historial de intervención política mediática se encuentra la campaña a favor de que permaneciera el régimen de Porfirio Díaz y en contra de la revolución mexicana, pues tenía propiedades en territorio mexicano que podían quedar en riesgo de triunfar el movimiento popular armado. Javier Contreras relata que otro de los objetivos del magnate fue acabar con el control de España en Cuba: Había intereses económicos de por medio, y utilizó la fuerza de la prensa, pero no para informar, sino para desinformar, confundir, mentir y provocar una guerra de Estados Unidos contra España para sacarla de Cuba. La estrategia fue enviar a un reportero a Cuba como enviado especial con la consigna de que le “mandara notas de los abusos de españoles contra los cubanos”. A los pocos días, la respuesta del reportero fue que no había tales hechos. La frase que se hizo famosa fue la orden tajante del dueño del periódico: “Tú mándame notas, que yo mandaré la guerra”. Y lo cumplió.
A los pocos meses, después de estar publicando notas exageradas de los supuestos abusos contra los cubanos, se presentó un accidente en el navío de bandera estadounidense llamado Maine, al registrarse una explosión en las calderas del mismo, con el lamentable saldo de varios marines muertos. Esto motivó más la campaña de noticias falsas de los periódicos de Hearst, arreciando una campaña para invocar al Senado de Estados Unidos para que le declarara la guerra a España. Era el momento tan esperado y anhelado por Hearst. Él, personalmente, contrató buzos para que inspeccionaran las condiciones de la explosión, y el 17 de febrero de 1898 la portada del New York Journal publicó un gran dibujo donde, según el periódico, la explosión del barco había sido provocada y no se trataba de un accidente o explosión de las calderas. Esta falsa noticia fue la causa para que Estados Unidos le declarara la guerra a España y terminara expulsándola de la isla cubana. Con falsas noticias provocó una guerra que dio un giro a la historia (2021, p. 135-136).
En este fragmento queda claro que la personalidad de William Randolph Hearst reveló a sus contemporáneos que la prensa podía ser una herramienta política y social poderosa. Demostró que el llamado Cuarto Poder efectivamente tenía un peso importante en la vida pública de un país, tanto como los otros tres poderes.
Otro caso fue en 1938 cuando miles de estadounidenses escucharon el programa de radio Mercury Theater on Air de Orson Welles, en el cual se narró una obra de ciencia ficción adaptada a su época para mayor realismo. Aunque el locutor mencionó a la audiencia que los siguientes minutos del programa eran ficción, tiempo después se documentó que la narración fue tomada por muchos como real, generando un pánico colectivo nunca visto en lo que se conoció como “La Guerra de los Mundos”. En ese capítulo del programa radial uno de los personajes era profesor de astronomía de Princeton, quien dramatizó una advertencia al gobierno sobre explosiones en Marte y el aterrizaje de un meteorito cilíndrico en un poblado norteamericano, en pocas palabras, informaba que los marcianos invadían la tierra. El daño más grave no lo causó la trasmisión sino los medios de comunicación que la cubrieron.
The New York Times, el periódico más importante de Estados Unidos, habló de “histeria masiva”. Otros medios utilizaron palabras tan vagas como “muchos” o expresiones como “en varios lugares” para describir la noticia, sin aclarar cuáles o cuántos, para referirse a la supuesta histeria (Illades, 2018, p. 17).
De acuerdo con Carlos Illades, si bien algunos políticos estadounidenses quisieron limitar la libertad de expresión −porque estimaron que ese tipo de programas tenía efectos negativos en la sociedad y buscaron castigo para el caso− al final no sucedió nada, únicamente quedó una lección aprendida: siempre habrá gente que acepte la información de televisión o radio como verdadera, sin cuestionarse si lo son o no. Incluso ignoran si quien cuenta la historia o brinda la nota es un medio con buena reputación o es sólo un rumor simulando una verdad.
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De este modo, la propaganda, las noticias falsas, la desinformación o simulación, son circunstancias que han influido como antecedentes en la actual crisis de ética y credibilidad que padece la industria del periodismo a nivel mundial. El papel histórico de la prensa como vigilante del poder (the watchdogs) ha quedado en la mayoría de las ocasiones superado cuando el medio mismo se constituyó como poder y explotó su potencial informativo y propagandístico para obtener beneficios particulares; alejándose así del objetivo fundacional de beneficiar a la sociedad.
México tiene su propia historia periodística pero créame, nada ajeno a estos ejemplos. Aquí tenemos incluso creaciones tan sofisticadas e imposibles de olvidar como la relación de Carlos Loret y la francesa Florence Cassez. Así que cuando Reuters Institute muestra la poca confianza que hay en las noticias en nuestro país, sólo evidencia las consecuencias de haberle mentido a la gente por tanto tiempo. La gente ya no les cree. ¿Y en Coahuila cómo andamos?