La Guadalupana y la nación mexicana

Opinión
/ 13 diciembre 2025

La fecha de mayor festividad y celebración para los mexicanos es el 12 de diciembre. Esta es tan antigua como el nacimiento mismo de la Nación

La mañana del 14 de noviembre de 1921, un obrero de nombre Luciano Pérez acudió a la antigua Basílica de Guadalupe. Dejó ahí, sobre el altar mayor, un ramo de flores con una carga de dinamita oculta.

La bomba hizo explosión y los destrozos que causó fueron enormes. Quedaron muy dañados los mármoles, floreros y candeleros, y retorcido el latón del que estaba hecha una figura de Cristo, así como rotos los cristales de un buen número de viviendas vecinas a la Basílica. Pero inexplicablemente, a pesar de encontrarse cercana al foco de la detonación, la imagen de la guadalupana quedó intacta, así como el cristal que la cubría. ¡Increíble!

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Como bien sabemos, sin considerar la Navidad, que es prácticamente universal, la fecha de mayor festividad y celebración para los mexicanos es el 12 de diciembre. Esta es tan antigua como el nacimiento mismo de la Nación. La tradición empieza a formarse apenas diez años después de la conquista española. Y su símbolo atraviesa todas las páginas de nuestro devenir. Hasta el presente.

Las cuatro apariciones de la Señora del Cielo al indio Juan Diego, en el cerrito del Tepeyac –un sábado, domingo, lunes y martes de los primeros días de diciembre de 1531–, no son por supuesto dogma de fe. La Iglesia no las impone como tal, aun a los mexicanos. En otras palabras, se puede ser mexicano, cristiano y buen católico sin “creer”, según se suele decir, en la Virgen de Guadalupe y sus apariciones.

Pero, ¿cómo no asombrarse ante tanta grandeza? Algo extraordinario, sobrenatural, casi milagroso, hay en todo esto. Y como mejor prueba está la estampación de la “Perfecta Virgen Santa María Madre de Dios” (como la llama el documento más antiguo que da cuenta de estos acontecimientos, el Nican Mopohua, escrito en náhuatl entre 1545 y 1550 por Antonio Valeriano, un indio culto), estampación, decíamos –que no pintura–, dejada de su imagen sobre la tosca tilma de Juan Diego.

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Hace casi 500 años tuvieron lugar las apariciones del Tepeyac. Las evidencias que de éstas disponemos no las pudo destruir ni una potente carga de dinamita hace 104 años. Como seguramente tampoco será destruido jamás el filial sentimiento guadalupano en el alma del pueblo de México.

A la luz de lo anterior, ¿cómo es posible que la presidenta Claudia Sheinbaum, quien durante su campaña electoral utilizó con fines propagandísticos la imagen de la guadalupana, haya expresado que en realidad se trata de un simple yeso que no hace milagros? Materialismo más rudo, duro y burdo, imposible.

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