La Gualupita, la virgen mestiza, como nosotros los mexicanos
COMPARTIR
Sólo en ella encarnó de manera cabal eso que se ha llamado ‘encuentro de dos mundos’. Ni india ni española es la Gualupita, sino mestiza, como nosotros
En la Virgen de Guadalupe reside una de las más hondas raíces de nuestra nacionalidad. Sólo en ella encarnó de manera cabal eso que se ha llamado “encuentro de dos mundos”. Ni india ni española es la Gualupita, sino mestiza, como nosotros. A Juan Diego la Virgen le habló en idioma mexicano, pero los que recién habían llegado también entendieron sus palabras, y ahora la Virgen de Guadalupe es uno de los más claros símbolos de este país, fusión de dos culturas.
Quizá originalmente no se llamó Guadalupe. No podía llamarse así, pues dijo su nombre en lengua mexicana, que carece de las letras G y D. Su nombre original indígena, según los entendidos, pudo haber sido “Tequatlanopeuh” (“La que salió de la cumbre con peñas”) o “Tequantlaxopeuh” (“La que apartó a quienes nos devoraban”). Nótese la semejanza de ambas palabras con el sonido “de Guadalupe”. Los españoles, a quienes la pronunciación del náhuatl les resultaba muy difícil, adaptaban las voces indígenas al modo castellano. Así, de Cuauhnáhuac hicieron Cuernavaca, y de Quauhaxallan, Guadalajara. Bernal Díaz del Castillo escribió “Orizaba” para nombrar a la ciudad que los indígenas llamaban Ahahuilizapan.
TE PUEDE INTERESAR: Jesús Valdez: El señor cuadrado (III)
En esa misma forma los españoles dieron a la aparición el nombre de la Virgen que veneraba Hernán Cortés. En cierta ocasión el gran conquistador sufrió la picadura de un alacrán, y se vio muy malo por los efectos del veneno. Invocó a la Virgen de Guadalupe −la española−, y cuando volvió a España le regaló en Cáceres un espléndido alacrán magníficamente labrado en oro por manos de orífices indígenas. “Vino (Cortés) a esta santa casa año de 1528 −reza un acta que se halla en ese templo− y truxo este escorpión de oro, y el que le había mordido dentro”.
Tan grande llegó a ser la devoción por la Guadalupana que ante ella hubo de retroceder la furia anticlerical de los liberales “rojos” en tiempos de don Benito Juárez. Relata Ignacio Manuel Altamirano que en 1861 se nacionalizaron y adjudicaron las alhajas de los templos en la Ciudad de México. El 4 de marzo se sacaron “por orden del Gobierno” las de la iglesia de Guadalupe, incluido el marco de oro de la venerada pintura de la Virgen. Dos días después todo fue devuelto por orden del mismo Gobierno, preocupado por la irritación popular que provocó el despojo.
Aunque parezca increíble existieron “masones guadalupanos”. Hubo una logia masónica del rito yorkino que se llamó “India Azteca”. Tal era el nombre simbólico que en la fraternidad se daba a la Virgen del Tepeyac.
Cuando Carlota vio la pintura de la Morenita dijo a Maximiliano: “¡Qué linda imagen! Me ha conmovido profundamente”. Y todos entendieron lo que había dicho, porque lo dijo en español.
He aquí, para terminar, una hermosa copla anónima para cantarse con música de huapango:
“Las morenas me gustan
desde que supe
que es morena la Virgen
de Guadalupe”.