La hipotética ola de calor que no deja dormir a los climatólogos

Opinión
/ 5 junio 2024
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Cuanto más calor hace, más le cuesta a nuestro cuerpo manejarlo

Por Jeff Goodell, The New York Times.

Durante la noche de un jueves reciente, una extraña tormenta de viento llamada “derecho” azotó Houston, una ciudad de más de dos millones de habitantes que también es el epicentro de la industria de los combustibles fósiles en Estados Unidos.

En cuestión de minutos, vientos de hasta 160 kilómetros por hora arrancaron ventanas de edificios de oficinas, árboles y derribaron postes eléctricos y torres de transmisión. Casi un millón de hogares se quedaron sin electricidad. Lo que significó que no solo no había luz, sino que tampoco había aire acondicionado. Los daños de la tormenta fueron tan graves que, cinco días después, más de 100.000 hogares y empresas seguían sumidos en el calor y la oscuridad.

Por suerte, el día que se desató “derecho”, la temperatura en Houston, ciudad famosa por sus veranos pantanosos, era de casi 30 grados Celsius. Por supuesto, hacía calor, pero para la mayoría de la gente sana no suponía una amenaza de muerte. De los ocho decesos registrados como consecuencia de la tormenta, ninguno se debió a la exposición al calor.

Pero si esta tormenta hubiera llegado varios días más tarde, quizás durante el fin de semana del Día de los Caídos, cuando la temperatura en Houston alcanzó los 35,5 grados Celsius, con un índice de calor de hasta 46 grados Celsius, la historia podría haber sido muy diferente. “El huracán Katrina del calor extremo”, esas fueron las palabras que usó Mikhail Chester, director del Centro Metis de Infraestructura e Ingeniería Sostenible de la Universidad Estatal de Arizona, al recordar el catastrófico huracán del año 2005 que golpeó Luisiana, devastó Nueva Orleans y cobró más de 1300 vidas.

La mayoría de la gente que murió en Luisiana durante el paso del huracán Katrina se ahogó, lesionó o tuvo una afección cardiaca. Pero Chester usó Katrina como una metáfora de lo que puede ocurrirle a una ciudad que no está preparada para una catástrofe climática extrema. En Nueva Orleans, el sistema de diques se vio superado por las lluvias torrenciales; al final, el 80 por ciento de la ciudad quedó bajo el agua.

¿Y si, por el contrario, la electricidad se va durante varios días durante una ola de calor veraniega en una ciudad que depende del aire acondicionado en esos meses?

Chester plantea que una crisis agravada por el calor extremo y un corte de electricidad en una gran ciudad como Houston podría provocar una serie de fallos en cascada, que expondrían vulnerabilidades en las infraestructuras de la región que son difíciles de prever y que podrían causar miles, o incluso decenas de miles, de muertes por exposición al calor en cuestión de días. El riesgo para los habitantes de las ciudades sería mayor porque todo el hormigón y el asfalto amplifican el calor y elevan las temperaturas hasta 15 o 20 grados a media tarde por encima de las zonas de vegetación circundantes.

El “derecho” que golpeó a Houston fue una advertencia de lo rápido que los riesgos se multiplican en nuestro mundo que se calienta a gran velocidad. Como prueba de ello, unos 10 días después del apagón de Houston, otro vendaval dejó sin electricidad a cientos de miles de hogares y empresas de Dallas y sus alrededores.

Una de las ilusiones más peligrosas de la crisis climática es que la tecnología de la vida moderna nos hace invencibles. Los humanos somos inteligentes. Tenemos herramientas. Sí, costará dinero. Pero podemos adaptarnos a lo que venga. En cuanto a los arrecifes de coral que se blanquean en los océanos calientes y los monos aulladores que cayeron muertos de los árboles durante una ola de calor reciente en México, bueno, es triste, pero la vida sigue.

Claro está que este es un punto de vista bastante privilegiado. Por un lado, más de 750 millones de personas en el planeta no tienen acceso a la electricidad, mucho menos al aire acondicionado (en la India, Nueva Delhi experimentó temperaturas de casi 50 grados Celsius la semana pasada, que provocaron un aumento de los golpes de calor, temores de apagones y la posibilidad de racionamiento de agua). Pero también es un punto de vista ingenuo, aunque solo sea porque nuestra burbuja de invencibilidad es mucho más frágil de lo que creemos. Entonces, ¿qué podemos esperar de un Katrina de calor?

El año pasado, investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia, la Universidad Estatal de Arizona y la Universidad de Míchigan publicaron un estudio que analizaba las consecuencias de un apagón de grandes dimensiones durante una ola de calor extremo en tres ciudades: Phoenix, Detroit y Atlanta. En el estudio no se especificaba la causa del apagón.

“De hecho, no importa si el apagón se debe a un ciberataque o a un huracán”, me comentó Brian Stone, director del Laboratorio de Clima Urbano del Instituto de Tecnología de Georgia y autor principal del estudio. “Para efectos de la investigación, el efecto es el mismo”. Sin importar la causa, el estudio señala que el número de grandes apagones en Estados Unidos se duplicó bastante entre 2015-2016 y 2020-2021.

Stone y sus colegas se centraron en esas tres ciudades estadounidenses porque tienen diferentes características demográficas, climáticas y de dependencia del aire acondicionado. En Detroit, el 53 por ciento de los edificios tienen aire acondicionado central; en Atlanta, el 94 por ciento; en Phoenix, el 99 por ciento. Los investigadores modelaron las consecuencias para la salud de los residentes en un apagón de dos días en toda la ciudad durante una ola de calor, con un restablecimiento gradual de la electricidad durante los tres días siguientes.

Los resultados fueron impactantes: en Phoenix, alrededor de 800.000 personas —casi la mitad de la población— necesitarían tratamiento médico de urgencias por insolación y otras enfermedades. La afluencia de personas en busca de atención médica desbordaría los hospitales de la ciudad. Más de 13.000 personas morirían.

Conforme al mismo escenario en Atlanta, los investigadores encontraron que habría 12.540 visitas a los servicios de urgencias. Seis personas morirían. En Detroit, donde el porcentaje de ancianos y la tasa de pobreza son mayores que en las otras ciudades, morirían 221 personas.

Quizá no deban sorprendernos estas cifras. Los investigadores estiman que murieron 61.672 personas en Europa debido al calor en el verano de 2022, la estación más calurosa registrada en el continente en ese momento. En junio de 2021, una ola de calor ocasionó casi 900 muertes adicionales en el noroeste del Pacífico. Y en 2010, se calculó que 56.000 rusos murieron durante una ola de calor veraniego sin precedentes.

Cuanto más calor hace, más le cuesta a nuestro cuerpo manejarlo, lo cual aumenta el riesgo de sufrir un golpe de calor y otras enfermedades causadas por el calor. Y cada vez hace más calor en todo el planeta. El año pasado, fue el más caluroso jamás registrado, y los 10 años más calurosos se han producido en la última década.

En el estudio que simulaba una ola de calor en esas tres ciudades, los investigadores descubrieron que el número mucho mayor de muertes en Phoenix se explicaba por dos factores. En primer lugar, las temperaturas modeladas durante una ola de calor en Phoenix (de 32 a 45 grados Celsius) fueron mucho más altas que las de Atlanta (de 25 a 36 grados Celsius) o Detroit (de 22 a 35 grados Celsius). Y, en segundo lugar, la mayor disponibilidad de aire acondicionado en Phoenix significa que los riesgos derivados de un corte de electricidad durante una ola de calor son mucho mayores.

Se puede hacer mucho para reducir estos riesgos. Construir ciudades con menos cemento y asfalto, más parques, árboles y acceso a ríos y lagos ayudaría. También lo haría un sistema de alerta de olas de calor más sofisticado y estandarizado a nivel nacional. Las grandes ciudades también tienen que identificar a los residentes más vulnerables y desarrollar planes de respuesta de emergencia específicos, así como planes de manejo del calor a largo plazo.

También es importante aumentar la resistencia de la red eléctrica. Mejores cortafuegos digitales en los centros de operación de la red frustran las intrusiones de los piratas informáticos. La colocación de líneas de transmisión en el subsuelo los protege de las tormentas. Las baterías para almacenar electricidad en caso de emergencia son cada vez más baratas.

Pero cuanto más calor hace, más vulnerable se vuelve la red, aunque la demanda de electricidad aumente porque los clientes tienen el aire acondicionado a tope. Las líneas de transmisión se caen, los transformadores explotan y las centrales fallan. Un estudio de 2016 descubrió que el potencial de fallos en cascada en la red de Arizona se multiplicaba por 30 en respuesta a un aumento de 1,8 grados en las temperaturas estivales.

“La mayoría de los problemas de la red en los días calurosos se deben a averías en las centrales eléctricas o en la red causadas por el propio calor, o a la dificultad de satisfacer la elevada demanda de refrigeración”, me comentó Doug Lewin, experto en la red eléctrica y autor del boletín Texas Energy and Power. Según Lewin, la mejor manera de solucionarlo es animar a la gente a reducir la demanda de energía en sus hogares con bombas de calor de alta eficiencia, mejor aislamiento y termostatos inteligentes, y a generar su propia energía con paneles solares y almacenamiento en baterías.

La amenaza inminente de un Katrina de calor es un recordatorio de cómo el progreso tecnológico crea nuevos riesgos incluso cuando resuelve los ya existentes. En un día de intenso calor durante un viaje reciente a Jaipur, India, visité un edificio del siglo XVIII que tenía una fuente interior, paredes gruesas y un sistema de ventilación diseñado para canalizar el viento a través de cada habitación. No había aire acondicionado, pero el edificio estaba tan fresco y cómodo como una nueva torre de oficinas en Houston.

Puede que el aire acondicionado sea una necesidad moderna sin la que muchos de los que vivimos en zonas cálidas del mundo no podemos sobrevivir. Pero también es una tecnología del olvido. Hubo un tiempo en que la gente comprendía los peligros del calor extremo y diseñaba métodos para convivir con él. Y ahora, con el aumento de las temperaturas debido a nuestro infernal consumo de combustibles fósiles, decenas de miles de vidas podrían depender de que recordemos cómo se logró eso. O de encontrar mejores maneras de hacerlo. c.2024 The New York Times Company.

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