La importancia de las palabras: el adecuado reconocimiento de la comunidad trans

Opinión
/ 13 enero 2024

Más de una vez hemos escuchado la frase: “Cuida las palabras que salen de tu boca”, dado que en muchas ocasiones no medimos el impacto que éstas pueden tener en las demás personas. Es fundamental entender que nuestras palabras no son sólo para decir cosas, sino que con ellas nos relacionamos con el mundo, generamos cosas: nombramos, reconocemos, admiramos, rechazamos, defendemos o violentamos, pero de una forma u otra siempre tienen un impacto.

Por esta razón, prestar atención a nuestra comunicación verbal, al significado de las palabras y al alcance de éstas, nos lleva a establecer mejores relaciones, mejores vínculos y, sobre todo, nos ayuda a evitar meternos en problemas.

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Para ejemplificar este tema, encontramos el actuar del Presidente de la República esta semana, donde durante la transmisión de su habitual rueda de prensa matutina, se refirió a la diputada trans, Salma Luévano, como “un hombre vestido de mujer” y otras expresiones que, en la búsqueda de “defender”, terminaron por negar e invisibilizar no sólo a una persona, sino a todo un grupo en situación de vulnerabilidad. Menciono esto no con el fin de atacar las palabras del Presidente (para eso ya debe haber suficientes opiniones), sino para hablar de la importancia y el impacto de su discurso.

La comunidad trans en nuestro país es actualmente considerada como un grupo en situación de vulnerabilidad, dado que ha sido y sigue siendo víctima de maltrato, discriminación y, sobre todo, de invisibilización por parte de la sociedad, las instituciones e incluso de sus propios círculos sociales. Se ha utilizado el término transexual como insulto u ofensa, ya que sigue prevaleciendo la idea de que sólo existe una manera de ser “hombre” o “mujer” y de cómo deben verse, sentirse o comportarse. Estereotipos tan arraigados en nuestro país que, al escuchar cosas como “están criticándome porque besé a un hombre vestido de mujer”, suenan tan normales que dejamos de lado el impacto social que tienen.

El Presidente mencionó también la frase: “¿Qué tiene que ver la preferencia sexual?”, refiriéndose no a la preferencia, sino a la identidad de género. Es decir, a esa vivencia interna e individual que experimenta cada persona, la cual puede corresponder o no (como en este caso) con el sexo asignado al nacer. Negar la identidad de una persona trans se denomina transfobia y es un acto que atenta directamente contra los derechos humanos, especialmente porque al hablar de la comunidad trans nos referimos a un colectivo que avanza y retrocede a partes iguales. Avanza cuando se le reconoce, se visibiliza y se buscan mecanismos para su protección. Sin embargo, al mismo tiempo retrocede, ya que estos logros son cuestionados, vulnerados y agredidos.

La transfobia, según la CONAPRED, es toda conducta discriminatoria e intolerante hacia este sector de la población y puede incluir acoso, agresión y asesinato, ya que se basa únicamente en el temor a la diferencia. Por lo tanto, asumir que una mujer trans, defensora de derechos humanos y activista por la diversidad sexual es únicamente “un hombre vestido de mujer”, constituye un acto de discriminación que sí hace daño, ya que abre las puertas a que se desaten actos de odio y violencia contra este grupo.

El reconocimiento, protección y defensa de los derechos humanos de las personas trans no deberían ser motivo de discusión. Sentir pertenencia y tener un lugar digno en el mundo que se habita no debería representar nunca un problema. Sin embargo, hablamos de personas trans, cuya esperanza de vida está entre los 30 y 35 años debido a la violencia y discriminación que sufren. Para lograr un cambio verdadero, es necesario que las personas encargadas de velar por la seguridad de una sociedad tomen conciencia de estos escenarios y de los sesgos existentes, pero sobre todo del rol y la responsabilidad que conllevan.

Un par de días después de ese suceso, el Presidente volvió a pronunciarse al respecto, diciendo: “Yo soy muy respetuoso y creo en la libertad, y la gente debe asumirse como se identifique. Si opiné sobre este tema es porque considero que el amor no tiene sexo, está por encima de todo, es como la libertad, entonces ofrezco una disculpa y envío un abrazo a esta compañera”. Cometer un error es humano y reconocerlo y disculparse es igualmente válido. Este reconocimiento ha representado una declaración sumamente importante, ya que visibiliza el cambio por el que este colectivo ha estado luchando durante décadas.

El Presidente, las autoridades y la sociedad en general debemos entender que no basta con el “yo creo” o con la buena voluntad al expresarse, sino que es fundamental comprender que al nombrar correctamente a una persona se está reconociendo no sólo su existencia, sino también sus derechos.

La disculpa y la intención del Presidente de retractarse de su discurso inicial es aplaudible; sin embargo, me quedo pensando, ¿cómo podría haber respondido a la crítica que recibió por haber besado a “un hombre vestido de mujer”? Sencillo: “Yo no besé a un hombre vestido de mujer, besé a una mujer orgullosamente trans, lo cual es muy distinto. Besé a una de las primeras diputadas federales pertenecientes a la diversidad sexual, a una mujer a la que admiro por su influencia en la defensa de los derechos humanos de este colectivo”.

Es trascendental entender que la comunidad trans ha llegado para quedarse, y que nombrarles de manera incorrecta o buscar su invisibilización en este momento tiene un efecto contrario. Afortunadamente, la sociedad, aunque a pasos pequeños, va avanzando y adaptándose, entendiendo que lo más importante en este momento es tener la libertad para ser quien uno quiera ser.

La autora es alumna del Doctorado en Derechos Humanos con Perspectiva Internacional y Comparada de la Academia Interamericana de Derechos Humanos

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