La importancia de los trastes en la cocina
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El barro, el peltre, el comal, la cuchara de palo, la cuchara de peltre, el metate, el molcajete, los tortilleros, el mortero, la olla del caldo, la olla de los frijoles, el sartén (por el mango, dicho sea de paso); la maquinita de las gorditas, la maquinita de las tortillas, la pichancha, la palita, ¡el miserable!
El universo de quien cocina es un viaje al cosmos culinario. Cada día evolucionan los nuevos utensilios, ahora unos robotizados, igualmente apasionantes para quienes nos gusta crear y alquimizar algunos ingredientes.
Pero lo tradicional tiene una memoria, que no sólo existe en su uso, también al tocar la historia y sentir la energía de esa herencia también cultural de los mexicanos.
Los utensilios de culto, que no pueden pasar desapercibidos en la cocina mexicana, como una salsa molcajeteada, no será la misma si no es un molcajete. Un chocolate batido con su molinillo de madera. Unos frijoles de la olla de barro. Unas tortillitas de nixtamal en su respectiva prensa de madera o fierro vaciado. La vaporera que podría pasar como un objeto de guerra, dónde rigurosamente se cuecen los tamales. Y qué decir del comal, este círculo que conforma el ciclo de la vida, donde se observa como el calor solar que ayuda a la transformación.
La cucharita que marca el tiempo, la de madera que sirve la salsa, pulida por tantas lavadas, como una curaduría de museo que se refleja en el uso y entre más uso más bella es.
Ese tortillero que pasa de ser un canasto a ser un trapo, a ser un cuarto de vapor que mantiene los soles de maíz para acompañar muchas de las comidas que nos hacen felices.
Esta cazuela monumental de barro donde se cocina una gloria de la gastronomía, el mole. Esa seda oscura que baila, dentro de ese vientre caluroso, con dos orejas que sostienen el camino a la mesa. Desde Michoacán, Puebla, Oaxaca, que con las manos de sus artesanos han dejado una huella inmensa en nuestra memoria.
Reflexiono y pienso cómo sería entrar en el imaginario de un artesano para dar vida a estas piezas de barro, inertes, pero que incuban ingredientes y los transforman.
Estos filtros de agua, que se sientan en arena que sueltan los minerales, para este sabor inigualable fresco, delicioso, cuánta sabiduría, cuánta conexión.
Puedo hacer una innumerable lista, de esta herencia que sin duda también es transcultural, México y su estado de pertenecía, su legado.
Este museo de trastes, de ollas, de platitos, de cucharas, de salseros, metates, molcajetes y piezas de formas caprichosas que nos otorgan personalidad y presencia en nuestro legado cultural.
Esta cosmovisión de ligar toda la experiencia desde el trapito de orilla tejida, el mantel de hule florido, este salero en forma de tomate, clásico de las fondas. Pero que siempre que vemos estas piezas nos llevan a ese sitio de la memoria.