La juventud coahuilense baila sola; merece políticas puntuales, no discursos políticos
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“Si el PRI se va, por mi sombrero, que Peso Pluma vendrá”, dijo el morenista Armando Guadiana durante el más reciente debate entre candidatos a la gubernatura del Estado esta semana.
Prometiendo una “verdadera transformación” en su intento de terminar con 94 años de unipartidismo en la entidad, Guadiana le habló directamente a nuestros jóvenes.
Una cuarta parte de la población de Coahuila, casi 800 mil personas, tienen hoy entre 18 y 34 años. Representan, además, casi 40 por ciento de los posibles votantes. Por ello, desde una perspectiva puramente electoral, apostarle a la juventud suena como una inversión razonable y potencialmente redituable.
Salvo que, como escribí esta misma semana en el diario Reforma, la juventud mexicana tiene un enorme problema de participación cívica: la gran mayoría no vota.
El abstencionismo en las urnas ha sido un problema creciente y persistente en elecciones federales y locales de nuestro país desde 1994, cuando 77 por ciento de los votantes acudieron a las urnas. En 2018, la participación bajó a niveles cercanos al 60 por ciento.
También es un problema generacional. En la elección del 2021 en Coahuila, de acuerdo a datos de México Big Data, el grupo de electores de entre 25 y 34 años representaba el doble que el de 65 a 74 años en la lista nominal. Sin embargo, casi 7 de cada 10 jóvenes fallaron a su cita con la democracia, mientras que el abstencionismo en las y los adultos mayores fue de 30 por ciento.
“Táctica y estrategia”, diría Benedetti. Si la idea de revertir la falta de interés en los temas públicos entre los coahuilenses “millennials” y “generación Z” suena casi imposible, la propuesta de incitarlos con un concierto gratuito es, francamente, deplorable.
Las y los jóvenes en nuestro Estado enfrentan enormes retos de equidad, seguridad y empleo. De acuerdo a la SEP, más de 60 por ciento de nuestros bachilleres se quedan sin la oportunidad de continuar sus estudios. Coahuila es, además, la octava entidad en el país con mayor porcentaje de madres adolescentes y la novena en violencia sexual hacia menores de edad. También son nuestros jóvenes los más afectados por accidentes viales, drogadicción y trastornos de salud mental.
Las encuestas arrojan otras preocupaciones entre las nuevas generaciones: empleos y salarios insuficientes, baja capacidad de ahorro y la imposibilidad de adquirir una vivienda, pésimas alternativas de transporte, contaminación y calidad del aire, entre muchos otros.
Ayer le pregunté a María Valencia, fundadora del colectivo de mujeres Morras Valientes y vecina del centro de Saltillo, ¿qué necesitan realmente los jóvenes coahuilenses? Esta activista me habló de “una política integral” para la juventud, que vaya desde el acceso a oportunidades educativas, pasando por temas de oferta laboral y buscando una “cero tolerancia” al acoso y violencia de género.
Me dijo también que a sus contemporáneos le preocupan y ocupan problemáticas globales, desde el cambio climático hasta el impacto de nuevas tecnologías. “Más que nada, necesitamos que alguien realmente nos vea y nos escuche”, concluyó.
Y tiene razón, pues más que una noche entrañable con Bad Bunny o Rosalía, nuestros jóvenes deben exigir mucho más. Merecen políticas puntuales enfocadas en problemas reales, no discursos políticos. Menos pan y circo, más soluciones concretas.
¿Peso pluma? No, los jóvenes merecen peso completo. La juventud coahuilense ya “baila sola”... ¿Quién se avienta a acompañarla?