La magia del antiguo Merendero Saltillo

Opinión
/ 22 agosto 2021

A pesar de su crecimiento acelerado, de los muchos fraccionamientos y la población que cada día crece en número en la ciudad. A pesar de las muchas y muy modernas industrias arraigadas en la zona y de los nuevos comercios que constantemente se establecen y se multiplican, y del crecimiento en número de automóviles por habitante, Saltillo conserva lugares en los que no parece transcurrir el tiempo. Son esas casas viejas de cuartos en hilera y patio en medio o a un lado de las habitaciones que, como pequeñas islas inmersas dentro de la geografía de la ciudad, siguen siendo de antaño por su aspecto físico, pero también poseen detalles vivos del presente. Son esas casas viejas las que a veces ofrecen escenas que difícilmente se repiten en las casas modernas.

El Merendero Saltillo era uno de esos lugares casi mágicos. Ubicado al poniente, sobre la calzada Madero, casi frente al antiguo Panteón de Santiago, cuenta ya con varias generaciones desde que su primera dueña, la famosa Concepción Quiterio, doña Chonita, lo fundara antes de que don Benito Juárez estableciera temporalmente el gobierno de la República en Saltillo en 1864, y él mismo se volviese asiduo comensal a la hora de la merienda en los tiempos en que el establecimiento estaba en los rumbos del Santuario de Guadalupe y la antigua Calle de los Baños.

Hace unos años se encontraba al frente del negocio la señora María del Carmen García Coronado. Recordando sus antepasados, ella se decía descendiente directa de los tlaxcaltecas que llegaron a la villa del Saltillo en 1591 para fortalecer la población española y apoyar en su defensa contra los ataques de los feroces guerreros de la región.

No sé cuántos años tenga la casa que posteriormente albergó el merendero, construida quizás a principios del siglo 20, pero todavía hace algunos años el parroquiano que en una de sus mesas saboreaba las típicas enchiladas saltillenses podía ver a través de la ventana un cuadro mágico. Extraño, porque es difícil mirarlo en esta ciudad que, por un lado, se resiste a la modernidad y por el otro levanta amplios bulevares y calzadas para agilizar el perpetuo tráfico de automóviles y construye en todos sus rumbos nuevas plazas comerciales y nuevos fraccionamientos para cambiar su rostro y albergar su creciente población. La escena en cuestión era un gallo dormitando trepado en una gruesa rama del árbol que sombrea el patio del merendero y cuyo canto seguramente despertaba al alba a las familias que ahí habitaban para iniciar sus afanes diarios, principalmente la elaboración del tradicional pan de pulque más sabroso de toda la ciudad, las semitas y empanadas de nuez cocidas todavía en viejo horno de leña.

Doña María del Carmen afirmaba que el pan de pulque es herencia tlaxcalteca, nacida de la bebida que acostumbraban los habitantes del pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, y decía que su padre, Leonardo García Jiménez, le enseñó el oficio a su madre, doña María Coronado, quien le transmitió la noble herencia y ella la inculcó a sus tres hijos.

Desde la época de los tatarabuelos de doña María del Carmen, el Merendero huele por las tardes a pan recién horneado, así como la familia conserva vivo el recuerdo de cuando en 1864 el presidente Juárez iba a consumir las enchiladas, los tamales, el atole y el sabroso pan de pulque que todavía hoy podemos saborear. También se precian de las visitas de otros gobernantes, asiduos comensales del negocio, como don Nazario Ortiz Garza y don Óscar Flores Tapia.

Hermosa tradición de la familia García es la de elaborar el pan de cada día. Una tradición que enorgullece a los saltillenses y que debe ser resguardada para el conocimiento
y el disfrute de muchas generaciones más.

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