La memoria que seremos

Opinión
/ 21 abril 2024

“Con hilos de palabras vamos diciendo, con hilos de tiempo vamos viviendo.

Los textos son como nosotros: tejidos que andan.”

Eduardo Galeano.

Irene Vallejo, en su discurso en la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2024, afirma que la palabra escrita; las letras o el alfabeto en cualquiera de sus acepciones, son signos que nacieron como dibujos. En el marco del Día Internacional del Libro que se conmemora el 23 de abril de cada año, la reconocida autora explica que: el libro es una rebelión contra el olvido y la ausencia, contra lo efímero, un dique frente a la destrucción o una brújula de historias. Porque un libro, además de ser un objeto material que implica un movimiento, una espacialidad y una temporalidad, también en él se comprometen nuestros sentidos: la vista, el tacto, el olfato, pero más allá de esta multisensorialidad que estos objetos son capaces de provocar, también están repletos de códigos que en complicidad con el lector son entendibles, asibles.

Las historias, relatos o poemas contenidos en ellos, cuentan con una construcción de elementos complejos que conllevan una corresponsabilidad, la cual surge, según la Doctora Luz del Carmen Vilchis, de esta construcción de códigos cuya urdimbre se encuentra en permanente movimiento y surge de vivencias; porque en esta complicidad, somos capaces de entender a nuestros antecesores, de entendernos a nosotros mismos y de comprender e imaginar nuestro futuro: la memoria que seremos. Asimismo, en días pasados se conmemoró el Día Internacional del Arte (15 de abril) y el Día Internacional de Monumentos y Sitios (18 de abril), es imposible evitar hacer una correspondencia entre estas tres efemérides, Octavio Paz dice que la arquitectura es el testigo insobornable de la historia, porque en su dimensión física, espacial y temporal, en su permanencia, es también un documento tridimensional y multisensorial que nos une al pasado, nos da identidad y pertenencia en el presente y nos catapulta hacia el futuro.

La arquitectura como una de las Bellas Artes, es también un conjunto de signos que conforman códigos y que a su vez nacieron como dibujos. Así como la lectura nos cobija, nos traslada, nos inspira y nos instruye; palabras de Irene Vallejo al referirse a la palabra escrita y que puede aplicarse a la arquitectura, esta nos salva de lo fugaz, teje nuestros sueños y nos orienta en un territorio; porque aprendimos a leer antes de leer: porque interpretamos los hitos en el camino, las estrellas en el firmamento, las señales de la naturaleza.

La arquitectura es un atlas que va dejando a su paso la estela de nuestra identidad, nuestros aciertos y errores en lo tangible y en lo intangible. El arte es un medio de expresión que implica múltiples factores y dimensiones, evoca, conecta, expresa. El libro representa la unidad máxima del pensamiento adherida a un soporte por medio de esta mezcla de signos que se torna infinita, en esta triada encontramos espacialidad, temporalidad y multisensorialidad.

Estas expresiones de la cultura de los pueblos se corresponde de igual forma, al trasladarse de un soporte a otro, de uno bidimensional a uno tridimensional, de un espacio literalmente inmersivo, a sumergirnos mentalmente por medio de una historia plasmada en un libro a través de letras, imágenes en un lienzo o formas en una escultura.

Cada obra, ya sea un libro, una pintura o un edificio, contiene en sí misma un sinfín de símbolos y significados que hablan de nuestra historia, nuestra identidad y nuestros valores como sociedad. Porque como dice Pallasma; existimos más allá del espacio material, habitamos también otras realidades como la cultural, la mental y la temporal. Las imágenes que la literatura, el arte y la arquitectura nos brindan, conforman estos documentos bi y tridimensionales que construyen nuestro imaginario como comunidades, elementos de nuestra cultura plasmados en diversos soportes, su puesta en valor será una victoria sobre lo efímero.

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