La participación ciudadana en México, entre la banalidad y la urgencia
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La banalidad nos remite a lo ordinario, a lo que no sobresale, a lo que es común, a lo que no tiene sustancia. En el ideario de una buena parte del pueblo mexicano ese es el sitio que ocupa la participación ciudadana. Los niveles de participación y la satisfacción con la democracia siguen siendo temas que perviven en la indiferencia que los mismos políticos profesionales, consciente o inconscientemente –esto no lo sabemos– han provocado.
Las prácticas corporativistas, el presidencialismo a ultranza, las malas prácticas por años de los servidores públicos, el miedo y el terror que se generó con las represiones y las prácticas violentas del estado a finales de los años sesenta y a principio de los setenta; el enriquecimiento sistemático que tuvieron y que siguen procurando muchos políticos, la insensibilidad social y el poco interés que muestran por los problemas torales los servidores públicos cuando ocupan un cargo importante generó un desencanto que nos puso en una situación bastante complicada en materia de participación ciudadana.
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El pasado junio, en Coahuila, por el candidato ganador a la gubernatura votaron solamente 765 mil 779 personas. En Nuevo León en 2021, por el candidato de Movimiento Ciudadano ganador de la contienda el número de votos fue de 786 mil 808. En 2018, por el candidato del PAN a la Presidencia de la República votaron 12 millones 610 mil 120 personas y por el candidato del PRI, 9 millones 289 mil 853. Guardando proporciones, si la ganadora de la Casa de los Famosos México (LCFM) hubiera competido –en 2018– hubiese quedado en segundo lugar, pues obtuvo 18.2 millones de votos de una participación donde votaron 40 millones de personas.
Lo cierto es que la participación ciudadana en nuestro país, a través de los mecanismos democráticos: referéndums, plebiscitos, consultas populares, jornadas electorales, entre otros, no levanta.
En materia de participación, sin lugar a duda, es poco el amor, y los frentes, coordinaciones o alianzas, gastándolo en celos. A esto habrá que sumar los dislates del Gobierno en turno, la pasividad de los gobiernos estatales, las conveniencias de las organizaciones que conforman la estructura de la sociedad mexicana y el desgaste causado por el tema de la polarización.
Agreguemos a este desgano democrático una campaña adelantada por unos y por otros –donde los partidos se anticiparon un semestre a lo marcado por la ley–, que ante la desesperación por el posicionamiento violan la ley electoral y, con toda seguridad, con eso aumentarán el hartazgo de los votantes. Ya ve que no nos falta.
El problema de todo esto radica en que, independientemente del tema electoral, existen en el país muchos problemas que complican los espacios públicos, que no se resuelven y que, por el adelanto de las campañas, desayunaremos, comeremos y cenaremos por 10 meses personajes que seguramente desgastarán el poco entusiasmo que de por sí existe por el tema democrático.
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Mire, el INE y su director de Capacitación Electoral y Educación Cívica en el país y en los estados poco o nada harán por educarnos, desde su creación poco se han visibilizado en este sentido. Tendrían que estar por todas partes y no se les ve por ninguna, ¿o usted ha asistido a un taller, seminario o charla sobre la participación ciudadana organizado por ellos? Ellos sólo organizan elecciones. A no ser que nos sorprendan en esta nueva contienda agendando un plan de educación para la formación ciudadana en las comunidades, aún tienen buen tiempo.
La urgencia se encuentra en la necesidad que tenemos como mexicanos de un verdadero interés por construir lo público. Por supuesto, es importante el entretenimiento, es más es un derecho, pero es más importante que nos interesemos en lo que será el futuro.
Lo urgente está en que usted y yo aumentemos el nivel de información sobre quienes participarán en el proceso electoral –conocer vida, obra y milagros–. De que comencemos a tomar una posición en virtud de esa información desde el marco del pluralismo, los valores democráticos, del conocimiento y el respeto de la ley. Una acción más sería es que comencemos a interesarnos por los debates y confrontaciones públicas que ya en algunos frentes o alianzas han iniciado.
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Quienes competirán por conducir el país en los siguientes seis años, posterior al 2024, ya casi están por ponerse frente a frente, ¿sabe en qué momento vamos del proceso electoral?, ¿sabe quiénes son los candidatos que quedan de los 19 que buscaron representar a sus frentes, coordinaciones o alianzas?, ¿sabe quiénes no cumplieron con los requisitos?, ¿quiénes se bajaron por “el bien de la patria”?, ¿quiénes probablemente serán candidatos independientes o aprovecharán coyunturas para oportunistamente seguir gozando de los privilegios del registro?
Probablemente, habrá que considerar que quienes están a cargo del backstage de la organización de La Casa de los Famosos México (LCFM) le den una asesoradita al INE sobre cómo hacer que la población pase de lo trivial y lo banal a lo urgente. Por otra parte, no tenga la menor duda que si en este momento algún partido convence a quien triunfó en LCFM para que participe en las elecciones 2024, dados los altos niveles de audiencia, ganaría las elecciones. A como andamos y a como nos las gastamos, no lo descarte. De ese tamaño es la trivialidad y la banalidad que habitamos. Así las cosas.