La peor mañanera: cómo falló el equipo de Claudia para negar el campo de exterminio

La mañanera de ayer será memorable. Duró una hora con 36 minutos de los cuales una hora con 19 minutos fueron dedicados a Teuchitlán y al problema de los desaparecidos, pero con un énfasis en señalar que en el Rancho Izaguirre no había ningún campo de exterminio. Fue una mañanera corta, incluso para los estándares de la presidenta Claudia Sheinbaum, pero monotemática, lo que es inusual. En 15 minutos se habló de los precios del combustible, como todos los lunes, y de la conectividad del aeropuerto “Felipe Ángeles”. El resto del tiempo fue una lucha por cambiar la conversación, recuperar la iniciativa comunicativa y borrar de la mente en México y el mundo, que en ese rancho mataban personas.
El diseño de la mañanera de ayer explica lo que está tratando de hacer la Presidencia. La sesión de preguntas respuestas no fue tal, sino que estuvo manipulada para servir como una caja de eco para la presidenta. Nunca le dieron la palabra a nadie de la prensa que no tuvieran bajo control y la garantía de que iban a seguir un guion, sin poner en apuros a Sheinbaum. Dalila Escobar, la aguerrida reportera de Proceso que cubre las mañaneras denunció en X: “(Ayer) en la conferencia no hubo sorteo para preguntas. En la primera fila sentaron a medios públicos y personas que se han dicho afines al gobierno”. Solo ellos preguntaron.
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El arquitecto del espacio mañanero, Jesús Ramírez Cuevas, jefe de la maquinaria de propaganda del expresidente Andrés Manuel López Obrador y coordinador de asesores de la Presidencia, con el aval de Sheinbaum -se puede conjeturar-, no guardó las formas. Seleccionó a tres de sus youtuberos a sueldo y las preguntas de dos más que se prestaron a seguirle el juego, para que de manera preasignada plantearan juicios de valor para que fueran validados por la presidenta para fortalecer la narrativa que tratan de sembrar en la opinión pública. El ejercicio resultó burdo por la calidad de sus interlocutores.
César Huerta, de la revista Polemón, que por años ha estado vinculada a Ramírez Cuevas -su jefe editorial, Jorge Gómez Naredo, fue financiado en el sexenio de López Obrador mediante una aviaduría a costa del erario-, dijo algo monumental. “No había grandes hornos crematorios como en Auschwitz”, afirmó sin recato racional al describir lo que había visto en el Rancho Izaguirre. “Tampoco hornos de ladrillo”, agregó. En la crónica del propagandista -que para eso le dieron la palabra- al referirse a los hornos de ladrillo llevó su penitencia, sin darse cuenta de lo que había desvelado con esa pizca de información que usó para desacreditar.
Los hornos artesanales que tienen los cárteles de las drogas, como se ha encontrado en otras partes del país, son de ladrillo con tierra, y los mencionó la Fiscalía de Jalisco de manera superficial y con poco conocimiento en su comunicado del 9 de marzo, donde informó que había “detectado” la modalidad que no había utilizado el Cártel Jalisco Nueva Generación, donde “además de calcinar los restos, estos fueron ocultados bajo una losa de ladrillo y capa de tierra”. La Fiscalía de Jalisco ha dado pasos para atrás desde entonces, para no contradecir la versión de Palacio Nacional.
Manuel Pedrero, el más articulado de los youtuberos de Ramírez Cuevas, dijo que los medios estaban realizando una “banalización del Holocausto” -similar a lo que diría más tarde Huerta, sin llegar a su aberración comparativa-, señalando que para que un campo de exterminio fuera considerado como tal, tendrían que estar “auspiciado por el gobierno”, como lo hicieron los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Pero no es así. El capítulo 7 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional lo define como “la imposición intencional de condiciones de vida... encaminadas a causar la destrucción de parte de una población”.
Pedrero mintió, pero tuvo una actitud nivel escatológico al señalar que escurriendo de los orificios de bala que observó en un muro vio gotas secas de un líquido amarillo como el que se utilizan en los Gotcha, sugiriendo que las armas que empleó ahí el cártel más sanguinario de México eran de juguete. Su colega de trinchera, Hans Salazar, el preferido de Ramírez Cuevas para lanzar infundios, que se extendió en su descripción, concluyó que “no vi ni encontré ningún indicio de crematorios”. No iban a hallar nada parecido a los de Auschwitz, donde se puede visitar el único en pie, que se mantiene intacto dentro de una construcción más grande y robusta que cualquiera en el Rancho Izaguirre. Aquel era industrial; los de los cárteles son rústicos.
Hubo momentos donde parecía que Sheinbaum se molestaba porque no estaban subrayando lo que quería -que no había indicios de un campo de exterminio-, y les devolvía el micrófono para que siguieran narrando lo que habían visto. En uno de esos momentos metió al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, quien leyendo su deseo dijo que no había indicios de un campo de exterminio. “¿Hay restos humanos en el predio”, presionó Sheinbaum. “Nosotros no lo tenemos confirmado”, respondió.
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Antes del largo ejercicio de propaganda, García Harfuch informó sobre la captura de un comandante del CJNG apodado “El Lastra”, que admitió que en el Rancho Izaguirre “llegaron a privar de la vida a personas que se resistían a recibir el adiestramiento o intentaban escapar del lugar, así como golpearlos y someterlos a algún tipo de tortura”. Entonces, ¿cómo definir “exterminio”? El diccionario de la Lengua Española tiene un significado amplio, que va de la aniquilación a la matanza y al genocidio.
Bajo esa ambigüedad, el Rancho Izaguirre podría ser considerado un campo de exterminio. La presidenta está metida en esta discusión, para ella innecesaria. Es una tema que corresponde investigarlo y aclararlo a las fiscalías, no a ella. ¿Quién la metió en esta dinámica? ¿Ramírez Cuevas? ¿Podría estar manipulándola con teorías conspiracionistas? La presidenta comete un error absorbiendo un problema que no es de ella, sino de sus antecesores, sobre todo de López Obrador, el patrón real de Ramírez Cuevas. De ella es su solución, no las culpas.
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