La ‘ratificación’, ¿por qué no?
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El martes pasado, la Junta Local del Instituto Nacional Electoral me invitó a participar en uno de los foros de discusión organizados por dicha institución para debatir sobre el ejercicio de “revocación de mandato” a celebrarse el domingo de la próxima semana.
(Las comillas en el nombre del proceso resultan obligadas porque, en realidad, no se trata de revocarle el mandato a nadie. Más bien es un intento de “ratificación” -figura inexistente en nuestra legislación electoral- convocado para satisfacer el ego hiper inflamado de nuestro presidente -con minúscula-).
En el encuentro enumeré las razones para no participar en la jornada y entre ellas señalé un hecho puntual: el ejercicio forma parte de la estrategia con la cual Andrés Manuel López Obrador busca demoler al INE y con él, los cimientos sobre los cuales se ha construido la certeza democrática en México, al menos en lo relativo a la renovación de los poderes públicos.
Al respecto me interesa destacar un hecho puntual: la discusión posterior a los hechos del 10 de abril no versará sobre los resultados de la consulta, porque estos serán absolutamente irrelevantes. Y eso ocurrirá por una razón muy simple: no se alcanzará el 40 por ciento de participación, indispensable para volver vinculante el producto del ejercicio.
¿Cuál será entonces el foco de la discusión una vez agotado el más reciente capricho de nuestro Perseo de Pantano? Insistir en cómo el fracaso de la “ratificación de mandato” demuestra la “urgente” necesidad de “reconstruir” al INE.
Conviene decirlo desde ahora para evidenciar de antemano las intenciones perversas del régimen. Conviene decirlo desde ahora para demostrar cuan previsibles son los regímenes autoritarios encabezados por individuos para quienes los mecanismos de la democracia solo sirven a un propósito: encaramarse al poder, para luego demoler las instituciones democráticas.
Y, por cierto, tampoco hizo falta esperar al 11 de abril para comenzar a recolectar la evidencia en este sentido, pues el hijo pródigo de Macuspana ya nos adelantó en la semana el núcleo duro de su propuesta de reforma electoral: elegir por voto popular a los consejeros del INE y los magistrados de los tribunales electorales.
Una propuesta como esta merece análisis, desde luego. Pero con independencia de ello, lo relevante de la eventual iniciativa de reforma electoral del presidente no es la forma de elección de los integrantes del Consejo General del INE, o de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Lo importante, entre otros elementos, es la ruta planteada para conquistar un lugar en la teórica boleta.
Porque, a diferencia de todo proceso comicial conocido, mister Yo Siempre Tengo Otros Datos quiere establecer reglas para convertirse en el gran elector de consejeros y magistrados electorales.
¿Cómo así? Pues muy simple: quienes consideren cumplir los requisitos legales para ocupar uno de los cargos en disputa no podrían postularse libremente, debido a un “detallito”: en la “contienda democrática” imaginada por López Obrador, solo competirían quienes sean considerados, por los poderes federales, como “perfiles idóneos”.
De acuerdo con la novedosísima propuesta del mesías tropical, cada poder de la unión podría postular 20 perfiles y de entre ellos, con “absoluta libertad” deberíamos escoger los electores... si no fuera trágico, sería cómico.
Por ello, participar en la mal llamada “revocación de mandato” solo sirve para fortalecer las perversas pretensiones del régimen. Ausentarnos de ella es una mejor idea pues, entre menor sea la participación, menos peso tendrán las falacias del régimen.
Aristas
En la próxima entrega analizaré el error cometido por quienes ya se encuentran instalados en la sucesión gubernamental de Coahuila y han decidido convertir a la irrelevante “ratificación” en el primer campo de batalla en la lucha por los votos de 2023.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx