La responsabilidad compartida: autos y velocidad en Saltillo
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Ocurrió una noche hace pocos meses. Quien esto escribe estaba por realizar el pago de una cuenta en un restaurante de la localidad, cuando de pronto del exterior se presentó un hombre que venía trastabillando. Quienes nos encontrábamos en el vestíbulo del lugar nos hicimos a un lado cuando observamos que se tambaleaba y estaba a poco de chocar contra nosotros.
Se dirigía directamente a los baños con la mirada puesta en el suelo, midiendo cada paso, hasta que, al dar unos cinco más de donde nos encontrábamos, de pronto se desplomó.
Iba tan alcoholizado que no tuvo ocasión de meter las manos para protegerse en la caída. Cayó completamente golpeándose la cara y dejando con ello un gran rastro de sangre.
La empleada de mayor rango inmediatamente confirmó con quienes estábamos presentes el número de emergencia. Marcó mientras la otra joven comunicaba, a quienes llegaron cuando se escuchó el golpe, que el hombre había estado en el restaurante desde el inicio de la tarde. Eran las 10:00 de la noche y el hombre continuaba ahí en estado ya inconveniente.
La reflexión viene al caso por las circunstancias en que han estado ocurriendo los accidentes viales en nuestra ciudad y que han cobrado la vida de muchas personas.
El estado de ebriedad por desgracia les permite tomar decisiones a quienes lo presentan, decisiones como tomar un auto y manejarlo. El cerebro hasta ahí actúa, como en el caso del hombre que me tocó ver que sabía a dónde dirigirse cuando se sintió mal. Iba directo a los baños. Pero al igual que este que se desplomó, porque dejaron de funcionar todos los sentidos, quienes conducen en estado de ebriedad pierden todo sentido: echan a andar el carro en exceso de velocidad y les fallan los más básicos reflejos justo cuando más los necesitan.
Los accidentes, entonces, se producen. Escuché a un joven decir hace unos días cuando se hablaba de la salud de quienes fuman: “No puedes hacer una cosa consistentemente sin esperar, en algún momento, una consecuencia”.
A propósito de los accidentes, aplica la expresión. Es cierto. Considerar que manejar un auto en estado de ebriedad no traerá consecuencias es un riesgo. Algunos pueden tener suerte. Pero por desgracia no ha ocurrido así para muchos.
Y es esta ciudad la que debe atender ya esta problemática. Por eso resultan oportunos los estudios y trabajos periodísticos como los que han sido elaborados por nuestro periódico, para coadyuvar en conceder la importancia a este tema tan delicado en Saltillo.
En la autoridad radica una parte significativa para desalentar a que la gente conduzca en estado de ebriedad. Pero es de enorme importancia que tanto la ciudadanía como los dueños de los sitios en que se expenden bebidas alcohólicas, restaurantes y bares, participen de manera responsable en lo que no debería constituirse en una campaña pasajera, sino una dinámica de actividades permanentes.
En estos lugares, fomentar la figura del conductor designado; el evitar el consumo excesivo de alcohol en promociones especiales; el dejar de servir a quien se vea incapacitado para manejar.
Las decisiones deben ser tomadas con la responsabilidad y el compromiso que se le debe a la ciudad en que se está asentado. Y, asimismo, el caso de las instituciones de educación superior y las propias casas, fomentando una mayor cultura.
La autoridad que de la misma manera desaliente con el aumento de las penas, con la aplicación de las sanciones y, por supuesto, con la información al alcance los ciudadanos en general, cumple también con un papel fundamental.
La responsabilidad, sin duda, es de todos los sectores. Indispensable ponerla en marcha.