La soledad, los héroes, la vulnerabilidad, la foresta, la colaboración, y la vuelta a casa
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Sigo contemplando, y sintiendo la soledad. Una mujer la ha descrito como ensordecedora de tanto silencio, vacía, oscura; una noche oscura del alma. La noche oscura del alma es una parte implícita en el viaje del héroe. Gilgamesh, Homero, Moisés, Jesús, Frodo, y hasta Harry Potter...incontables historias que nos han llevado a vivir vez tras vez lo que es y será el proceso de la vida, nuestra vida. Somos héroes. Seguir en la vida es un acto heroico. Y la noche oscura viene (muchas veces en la vida) cuando hemos tenido un aprendizaje que nos deja en la derrota. No ganamos siempre, hay derrotas que son parte del proceso. Esas derrotas, esos tramos de vulnerabilidad, si las atravesamos, nos llevan al otro lado del bosque, ciertamente para luego enfrentarnos a otro bosque más adelante en el camino. Cada etapa nos aporta herramientas para lidiar con lo que sigue.
“Pero, Dona, ya quiero que la vida sea más suave conmigo.” Yo también. Y para eso necesitamos usar las noches oscuras para saber qué significa eso, y tomar los recursos que nos aportan para construir una vida más suave. No es La Vida que me hace daño, ni el viaje tampoco. Me hago daño al no colaborar con lo que está frente a mí en mi viaje. ¿Y cómo es eso de colaborar? Comer bien, dormir bien, tomar sol, atender asuntos médicos, bañarme, caminar, ponerme ropa que se me ve bien hoy, arreglarme.
Nuestro viaje es rumbo a casa, a quien éramos antes de la neurosis y la estructura de carácter. Es volver a nosotros mismos. Si pensamos en las heridas y traumas de la vida, seguramente entenderemos porque el viaje de regreso es tan escabroso. A los caballeros de la mesa redonda del Rey Arturo se dice que los mandó a su conquista con las instrucciones de que entrara cada uno a la foresta por un sendero distinto. Eso implica que cada uno encontró desafíos distintos. Monstruos, dragones, vegetación, sequía, inundación, lodo, tormenta, oscuridad, ruidos, flora y fauna, peligros y amabilidades. Cada uno, en algún momento, se sentó a llorar.