La sombrilla más barata para el ardor del cambio climático

Opinión
/ 5 febrero 2023
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Esta sombrilla es barata y no contamina como las sombrillas o toldos plásticos que se descaman dejando polvo sintético, que solo reducen la radiación pero no generan el fresco saludable y luego está uno allí abajo entre emisiones de gases contaminantes que desprenden esos plásticos a altas temperaturas. La sombrilla a la que me refiero es el árbol, el pino o cualquier arbusto con la altura suficiente para generar sombra y a la vez exhalar oxígeno. Esas entidades que bien podrían ser personas, pero son brazos verdes que además sostienen a las aves, que entregan frutos con tal generosidad, lo hacen como no es concebible por los seres humanos.

Tal vez si fuera de conocimiento generalizado que cada persona necesita al día entre 7,200 y 8,600 litros de oxígeno para vivir y que ese oxígeno en nuestras latitudes equivale a 22 árboles sanos y bien cuidados diariamente, empezaríamos a reforestar porque ya le estamos debiendo a la naturaleza. Esto quiere decir que en términos de ciencia ficción, quienes no cuidamos los 22 árboles de nuestro respectivo suministro, diariamente, estaríamos muertos por la falta de oxígeno.

Sin embargo, sus tantas hojas son vistas por algunas personas en las ciudades como “basura”. Yo pienso que falta integrar los conocimientos de las interrelaciones que hay, de lo que respiramos y de lo que somos gracias a estos y otros seres. ¿Acaso esas personas y todos nosotros comprendemos que lo que sí es nocivo es tirar colillas de cigarro, plásticos de todo tipo y pilas, entre otras cosas? ¿Qué es la limpieza para cada uno de nosotras/os?

Ya quiero ver a las personas que piensan en las hojas como basura en el ardor de verano quejarse de la radiación tan alta, prendiendo los minisplits que generan más contaminación y contribuyen a elevar la temperatura total del ambiente, sin contar el recibo alto de luz del que luego todos nos quejamos. Ya las quiero ver colocar platitos plásticos con agua para las aves o los perros, depositándolos sobre concreto, ofreciendo así agua hirviente y contaminada por las emisiones de los plásticos como caldo nocivo al mediodía. Y es que las aves necesitan agua en sus cauces naturales, como esos arroyos que cruzan las ciudades que ya hemos contaminado. O bien, cerca de nuestras casas necesitan agua en recipientes atados a las ramas de los árboles a la altura suficiente para que los gatos no las devoren. Sí, las aves no requieren cables o cuerdas calientes, sino ramas que les cubran con su follaje, así como nosotros necesitamos una resguardo que no queme nuestros pies y nuestra piel, es decir, una sombrilla natural, por nombrarle de algún modo.

Uno puede recorrer los estacionamientos de los grandes centros comerciales y plazas que cortaron los árboles y luego invirtieron en toldos plásticos para resguardar personas y autos. ¿No es absurdo?

Me entristece saber que hay quienes secreta o claramente obligan a sus vecinos a cortar los árboles aduciendo “suciedad y basura”. No ven el esplendor y la bondad que ofrece esta clorofila. Pero, ¿si consideraran el valor económico que se agrega a sus propiedades al tener esos seres altos y majestuosos, retrocederían en sus intenciones, o de plano ni una fibra se movería? ¿Qué más razones podríamos darles?

El vocablo sombrilla proviene del latín subumbra que significa bajo la sombra y tiene el sufijo diminutivo illa, por lo que sombrilla refiere a una pequeña sombra.

claudiadesierto@gmail.com

Nacida en Monclova, Coahuila. México, en Junio 3 de 1969. Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Maestra en Historia de la Sociedad Contemporánea. Doctora en Ciencias y Humanidades para el Desarrollo Interdisciplinario. Ha publicado entre otros, “Los frutos del sol“ (Castillo MacMillan 2005) libro infantil y poemarios entre los que figuran Casa de sol (FECA-CONACULTA 1995), “Ruido de hormigas“ (Gatsby Ediciones, 2005), Carne para las flores, antología personal (Aullido libros, España 2011), Las flores desenfundan sus espinas, antología personal (Secretaría de Cultura de Coahuila, 2013) y “Donde la piel“ (Mantis Editores/CONARTE, 2019). Aparece en “Anuario de poesía mexicana“ (Fondo de Cultura Económica, 2006).

Obtuvo el primer lugar en fotografía Coahuila luz y forma 2003. En poesía, recibió beca del FONCA, estímulos como joven creadora y como creadora con trayectoria del FECA y del PECDA en varias ocasiones. Fue becaria FORCA-Noreste 2011-2012, en Lima, Perú donde impartió talleres sobre poesía objetual. Como invitada de honor del Festival Internacional de Teatro Tánger 2013 en Marruecos, se leyó su poesía traducida al árabe. Parte de su trabajo también tiene versiones en inglés, alemán, portugués y francés. Entre las revistas en las que ha publicado, destacan el número inaugural de la revista de poesía contemporánea de Valencia “21veintiúnversos“, ( octubre de (2015), y “Lichtungen“ (noviembre de 2016) en el apartado “Literatura del norte de México“, en el que sus poemas fueron traducidos por Christoph Janacs.

Fotografías medio ambientales, video poemas y atmósferas sonoras fueron exhibidos en la Galería Mohammed Drissi de Tánger (Julio-agosto 2021). Participó en la muestra de arte coahuilense titulada Segar el mar, dentro del 49 Festival Cervantino. Parte de su trabajo se encuentra en el portal virtual www.thenatureofcities.com, al lado de artistas medio ambientales del mundo. Actualmente es Directora de Divulgación Científica en el Museo del Desierto.

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