Las disculpas públicas como reparación del daño
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En memoria de Marco Tulio Perdomo Guzmán.
Hace algunas semanas, asistí a Palacio de Gobierno para escuchar la disculpa pública que el Gobernador del Estado y el Fiscal General de Coahuila ofrecieron a la familia de Marco Tulio, una persona de origen hondureño que transitaba por el estado, con su menor hija, para buscar mejores oportunidades y que, lamentablemente, fue privado de la vida por un agente oficial en un operativo de seguridad.
Ese evento tiene un gran significado para la familia y la sociedad: se reconoció la responsabilidad del Estado para dignificar la memoria de una persona inocente que resultó víctima de homicidio.
La historia es la siguiente. Los últimos días de mayo de 2019, Marco Tulio Perdomo Guzmán decidió migrar. Se cansó de la vida en Honduras. El 28 de junio salió de casa y se subió al tren. Además de los sueños, además de la esperanza, Marco Tulió se llevó a Nathaly, su hija de siete años. Llegaron a Coahuila a tomar un respiro en espera de continuar el viaje hacia Estados Unidos. Pero al salir de la Casa del Migrante de Saltillo, fue asesinado a balazos por un elemento del Grupo de Operaciones Especiales de la Fiscalía General de Coahuila frente a su hija.
Marco Tulio era originario del municipio de Santa Rosa de Aguán, en el departamento de Colón, donde vivía con su familia.
Santa Rosa no lo vio cumplir el sueño de tener aquella casa propia para su esposa y sus dos hijos, ni lo verá otra vez ir de pesca los domingos por la mañana ni pasear alegre por la playa con sus niños.
A Marco Tulio le habían dicho que el camino de migrar podía ser peligroso. Pero eso pesa poco cuando lo único que se quiere es lo mejor para la familia. Y es que Marco Tulio se graduó como ingeniero agrónomo. Estaba preparado. Pero como dice Egli, su esposa, en Honduras los estudios nunca son suficientes para tener una buena calidad de vida.
Para Marco Tulio se acabaron los trabajos como jornalero que le quemaban la espalda desde que salía el sol hasta que anochecía. Se acabó la pasión por el futbol. Lo que todavía queda con fuerza es ese corazón grandote que tenía. Ese que hacía favores sin poner excusas. Ese que hace que la gente que lo conoció todavía diga que Marco Tulio era un hijo maravilloso, un padre amoroso, un esposo leal, un gran amigo, un buen vecino.
Cuando alguien sale de Honduras, ha dicho Egli, lo único que se puede hacer es encomendarlo a Dios y esperar que todo vaya bien. Que lleguen a salvo y los sueños, sean cuales sean, comiencen a cumplirse. Lamentablemente esta no fue una historia con final feliz.
Nathaly cumplió 11 años el pasado 31 de agosto y extraña los abrazos de su papá. Eder Daniel, el hijo más pequeño de la familia, no recuerda a su padre con claridad, pero su madre le cuenta anécdotas y lo llena de besos y le dice que él justamente era muy amoroso.
MEMORIA Y DIGNIDAD
La disculpa pública fue un acto de memoria. Un acto que busca justicia. Un acto que espera que ninguna persona migrante más comparta el destino de Marco Tulio.
El Estado reconoció que era un inocente. Que en ningún momento era una persona que estaba cometiendo un delito por el solo hecho de migrar.
Debemos siempre dignificar la memoria de Marco Tulio y con su historia hay que dejar constancia de que él tenía un proyecto de vida como todas las personas. Un proyecto de vida para darle lo mejor a sus seres amados. Un proyecto de vida que fue interrumpido.
Hoy al recordarlo, honramos su memoria y su dignidad personal.
La disculpa pública no va a regresar a casa a Marco Tulio. Pero si le ofrece a su familia el reconocimiento digno de su personalidad.