Las esferas de la justicia: una mirada desde Michael Walzer y el caso mexicano

Opinión
/ 3 noviembre 2024

Michael Walzer firma en 1993 el libro “Las Esferas de la Justicia”, enmarcado dentro de la corriente comunitarista liberal –a diferencia de los liberales tradicionales, el comunitarismo coloca a la comunidad por encima del mercado–, en el que la justicia se entiende a partir de la idea de la presencia de un Estado neutral donde las leyes favorezcan aquello que es más valorado en cada espacio, territorio o lugar. Como en la ciudadanía comunitarista –ojo, no comunista–, la comunidad y lo que ella representa juegan el papel más importante.

En el texto se aborda el tema de la justicia igualitaria y su punto de partida es la aspiración que todos tenemos a adquirir bienes: algunos económicos, otros políticos, otros educativos, en fin. El problema de la igualdad radica en que todos tenemos destrezas, fuerzas, habilidades, valores y muchas otras cosas distintas, y alguna de ellas nos hará sobresalir sobre los demás; sin embargo, aun con todo eso, debe haber una distribución que tenga como base criterios justos, estos pueden ser: las necesidades de las personas, los merecimientos o el libre intercambio.

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El problema es el acaparamiento que se da en las sociedades a partir del predominio y el monopolio. Como ya se ha comentado en otro momento, en algunos otros artículos en esta columna, el problema no es el libre mercado o la libre competencia, sino la codicia y la avaricia desmedida de unos cuantos.

La justicia en esta propuesta, que por cierto se vive en los países nórdicos, consiste en que una esfera (dimensión de la vida humana) no se entrometa en otra diferente. Nociones que por estas latitudes no hemos acabo de entender. Un ejemplo simple que sugiere Walzer, para que podamos entender su teoría de distribución de bienes o de justicia, es el ejemplo paradigmático del dinero, cuya esfera es el mercado. Cuando el poder del dinero invade la esfera de la cultura, de la salud, de la educación y la que usted quiera, en la apreciación walzeriana aparece la injusticia. ¿Está de acuerdo?

Lo iluminamos de la siguiente forma: ¿Qué pasa cuando el dinero se mezcla con otras esferas donde esto no debiera ocurrir? Respuesta: se pervierten esas realidades. Por ejemplo, el tema de la meritocracia en las diferentes estructuras de la sociedad. O el momento en que los empresarios tuvieron la peregrina idea de volverse políticos, porque finalmente ellos no robarían, decía la gente. Nunca pensaron en los intereses que estaban de por medio. Por supuesto, la práctica siempre estuvo ahí, el poder económico gobernaba en los pueblos y ciudades pequeñas de nuestro país. Pero en tiempos recientes, cuando eminentes empresarios –Ernesto Ruffo Appel en 1989 fue el primer gobernador panista, después le siguieron muchos– pensaron que podrían acabar con la corrupción galopante del partido hegemónico, se encontraron con que era un espacio para proteger intereses personales y de grupo, y aprovecharon la coyuntura del beneficio. O en el caso de los médicos, en el momento en que se volvieron empresarios de la salud y monopolizaron el mercado de los medicamentos o la profesión, se convirtió en un asunto mercantilista, ahí se terminó la nobleza de la profesión.

Solamente habrá que tener en el centro que la teoría tiene que ver con la distribución de bienes y, por supuesto, es un ejercicio que en el México actual, como usted bien lo sabe, está del lado de unos cuantos. Un ejemplo cotidiano lo representa el poder político. Enriquecimiento seguro con poca inversión; donde claramente una esfera invade otra. Donde los grupos de poder, no lo son tanto en virtud del bien común, sino en virtud del enriquecimiento personal y el favorecimiento a otros grupos de interés, ni modo que no.

No por nada en el ideario popular generar un constructo mental del concepto político es pensar inmediatamente en un oportunista que en un tiempo récord –porque así pasa en estas esferas– se volverá pudiente y este poder le traerá otros beneficios y prebendas; por eso las ofertas en los organismos autónomos, en las notarías públicas y hasta en la denominación en las direcciones universitarias.

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Uno de los ejemplos más notorios de cómo una esfera invade otra y aparece la injusticia, es la operación que por estos tiempos vemos en quienes deben o debieron haber hecho posible la justicia. Efectivamente, el Poder Judicial. Sin lugar a duda en México ha sido nuestro Talón de Aquiles. Todos nos quejamos de cómo se impartía la justicia en nuestro país; no me vaya a decir que no, no se puede defender lo indefendible. Muchos –no todos– de quienes estaban en esta esfera se inflamaron de poder, de dinero y de riqueza. No es un tema de bienes externos versus bienes internos, pero dejaron de lado el servir al bien común. Ahora con una necesaria reforma se rasgan las vestiduras, aclaman a fuerzas transnacionales y renuncian a sus puestos –por dignidad, dicen–.

Por supuesto, se requiere una reforma, eso está más que claro desde tiempos inmemoriales. Esto no tiene y no debería de tener marcha atrás por constitucional o inconstitucional que sea. Lo que sí requiere de tiempo es su estructura, su metodología y el aseguramiento de que en un tiempo futuro lo que se pretende (desde 2013) no sea un objeto de manoseo, manipulación y detentar el poder para obtener otros. Una reforma es urgente, pero no al vapor, no con tanta celeridad y, sobre todo, no por venganzas políticas, sino por el bien de una impartición de justicia igualitaria y equitativa, donde no haya distingos y sesgos por razones de código postal. Y sí, efectivamente, una cosa es lo jurídico y otra lo político. Así las cosas.

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