Los ‘afuerismos’ de David Aguilar
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El aforismo es una expresión literaria admirada e incómoda. Los libreros no saben muy bien dónde colocarlo [...] David dice que su libro en realidad es de tuit
No sé si “Afuerismos del interior”, del cantautor mexicano David Aguilar, es un libro caminante o volátil. Tal vez sea más de naturaleza alada. Doscientas ochenta frases (que a veces son imágenes, poemas, juegos o reflexiones) giran entre las páginas sin orden, jerarquías ni academias. Andan libres, con ese aire caótico que tienen los pensamientos. Nos llevan del humor a la melancolía en un pestañeo. Están numeradas, eso sí, como un guiño a los antiguos libros de sentencias. Pero lejos de aleccionar, David hace luces con el lenguaje. Se pregunta de qué color es la palabra transparencia y nos recuerda que escribir “es deshojar el árbol que te invade el pecho”.
El aforismo es una expresión literaria admirada e incómoda. Los libreros no saben muy bien dónde colocarlo. ¿Es poesía o ensayo? ¿Es imagen o microficción? David dice que su libro en realidad es de tuits. Una respuesta capciosa y juguetona, porque aunque verdadera resulta incompleta. Los tuits, publicados entre 2010 y 2018, son la génesis de alguna canción, una exploración poética o uno que otro timo jocoso que sacude las conciencias de los lectores serios y solemnes como yo. Quizá deba seguir el consejo del aforismo número 34: “Para no tener una vida pesada, aléjate de toda báscula”.
David, el escritor de aforismos, es el mismo que David, el escritor de canciones. Las frases tienen ese tono cercano a la poesía que encontramos en su música. “Hermosean”, como diría Antonio Machado. Su autor hace y deshace mundos, como si la palabra fuera de barro o de papel. Siempre me ha sorprendido cómo logra ese punto bello entre lo suave y lo profundo, con una calidez conmovedora. También es algo natural de él cuando habla, de pronto dice unas cosas que me hacen pensar y de rato otras con las que suelto la risotada. Quizá este texto sea una manera de acompañarse con David, de llevarlo en un libro de bolsillo, de escucharlo en otro formato más discreto que el de la canción. Aunque él afirme en su “afuerismo” que “El medio de transporte más ameno que existe, se llama melodía”.
Recuerdo la extraña definición que mi maestra de secundaria dio al hablar de este ¿género? literario. Dijo que los aforismos son esas frases fuertes y sabias que subrayamos de los libros. Que están en las novelas, en los cuentos, y de repente se salen para andar entre la gente. Ahora se escriben en Twitter y se pierden en las inmensidades de la red, como si se las llevara el viento. David Aguilar las rescató de estos abismos virtuales en la edición amable y soñadora de Olbios. Me gusta que sus ejemplares no se aten a las cuadraturas. Cada cierto tiempo, entre las páginas, hay un descanso de hojas negras y el autor como sus editores apuestan por la brevedad. Entonces, entre tantos pensamientos existe, a la par, un juego de silencios. Ya desde la portada, en la imagen, los pájaros conviven con peces, aviones y árboles. Como si aquello que echara raíces no estuviera tan lejos de las nubes. Un espejo visual de lo que sucederá en el libro.
“Lo malo de salir a caminar en las noches claras, es la nostalgia desesperante de no poder volar hacia las estrellas”, “Caer por un tiempo indefinido ya es volar”, “Ver el cielo es ver al infinito. En cuanto te desprendes del suelo ya es el cielo. O sea que saltar es coquetear con el infinito y volar es meramente infinitear”, son algunas de las frases etéreas que reúno junto con otras: “El triste es el peor día para estar domingo”, “¿Por qué usamos Buuu para desaprobar? Confundimos a los fantasmas”, “La poesía es algo que pasa a través de uno y legitima el cosmos de golpe; la oportunidad de comprender todo por un instante”. Les cuento el final (porque en este tipo de obras, no existen los spoilers), que podría ser un principio: “Cuando vi la palabra vida, vi ‘da’, y vi que vivir es dar”.