Los ‘anexos’: un espacio oscuro que debe iluminarse
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Cuando las instituciones
del Estado abandonan sus funciones la mesa queda puesta para que ocurra, literalmente, cualquier cosa. Los ejemplos son múltiples, pero el que nos resulta cercano en este momento es el relativo al presunto centro de rehabilitación “Escudo de Salvación”, ubicado en el municipio de Frontera, donde fue asesinado el viernes anterior Jesús Alfredo Salayandia, quien había ingresado
al lugar para rehabilitarse.
Señalar, en primer lugar, las responsabilidades del Estado no es
un error de enfoque. Estamos ante un homicidio que debe ser investigado y castigado, desde luego, pero para entender el episodio que hemos reseñado en los últimos días es indispensable referir el
contexto.
Y la principal cuestión en relación con las circunstancias que rodean el suceso −que forma parte de un fenómeno extendido,
por desgracia− es la relativa a las razones por las cuales Salayandia acudió al referido “anexo” cuando decidió atender su problema
de adición.
La respuesta es simple: porque no existe −al menos no a su alcance− una institución pública que brinde la atención que, a estas alturas de la historia, necesariamente debe formar parte del paquete básico de servicios del sector salud: la asistencia para superar una adicción.
Esta es la misma razón por la cual existen instituciones “privadas” que intentan llenar el vacío que la incapacidad, el desinterés o la apatía del sector público generan en este aspecto.
Y esta es la misma razón también por la que al instalar y administrar este tipo de espacios, quienes se encuentran al frente de las mismas, al margen de que puedan estar motivados por las mejores intenciones, terminan cometiendo −o al menos permitiendo− la comisión de excesos.
Eso ocurrió con Jesús Alfredo Salayandia. En la primera fase del proceso de desintoxicación, cuando la resaca es más fuerte, intentó huir del centro donde estaba recluido y sus “padrinos”, quienes presuntamente debían ayudarle a superar su condición, terminaron convirtiéndose en sus verdugos.
¿Por qué concluyó trágicamente un episodio que debió tener un final feliz? Entre otras razones, porque la aplicación de métodos para garantizar la rehabilitación de una persona adicta requiere una formación profesional que no poseen quienes instalan este tipo de centros “privados”.
En general −y en este caso así es− se trata de personas que sufrieron alguna adicción y lograron rehabilitarse por lo que, a partir de su propia experiencia, intentan ayudar a otras personas a zafarse de las garras del alcohol, las drogas y otras adicciones.
Estas personas son responsables, desde luego, de lo que ocurre en las instalaciones que dirigen y deben ser investigadas y juzgadas por ello, recibiendo el castigo que sus acciones merecen.
Pero si dejamos el análisis
ahí, perderemos de vista lo fundamental, es decir, que el abandono de las responsabilidades públicas es la primera causa de este auténtico “agujero negro” que constituyen los denominados “anexos”,
un espacio de oscuridad que urge iluminar.