Los ciclos
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Cuando tenemos el privilegio de vivir, a veces olvidamos que eso es lo más importante y no el mantener una posición de poder y aferrarse a ella.
Los seres humanos vamos escalando desde la infancia posiciones en la familia y en la sociedad. Cuando somos pequeños ansiamos crecer para acceder a todos lados, y si somos de espíritu curioso nos vamos adentrando al mundo de “los grandes”, esta práctica deberá estar más acentuada en estos tiempos en que los alimentos procesados aceleran los cambios en el desarrollo de los organismos infantiles. Finalmente, ahora y antes, y aún con la maravilla de la vida en nuestras manos, nos exponemos a abrir puertas antes de tiempo, entonces los errores no se hacen esperar.
Nos encontramos en las redes sociales a niños o niñas que con una memoria perfecta recitan (vuelven a citar) textos completos que sus padres o alguno de sus maestros les enseñaron para aprendérselos en un esfuerzo maratónico, pero ¿estamos enseñando a nuestros pequeños a vivir con lógica? ¿A vivir con ética?
Al final de la vida, cuando los sentidos se van limitando y las capacidades físicas se acotan, nos damos cuenta de que hay un ciclo que va concluyendo y que inician otros ciclos de personas que nacen y prosiguen otros de quienes emprenden sus propios riesgos y propósitos, movidos por el ego, pero no por el deber hacer.
La conducta humana siempre ha sido digna de análisis, pero la manera en que se despliega la vida de los artistas y de los políticos −muy similar− es algo distinto porque están expuestos al escrutinio público de sus seguidores o de sus detractores a través de las redes sociales, y con herramientas como el TikTok entramos prácticamente hasta en sus cocinas.
Hay artistas o políticos que enferman porque han perdido seguidores y entonces inventan nuevas formas de exponerse ante el público, padecen de estrés cuando no se habla bien o mal de ellos, cuando no se comenta cómo visten, con quiénes se reúnen y hasta lo que comen, y son ellos mismos un producto comestible que produce residuos que también se desechan. En muchas ocasiones su exposición brutal ante los ojos cibernéticos deja entrever mucho más de lo que ellos quisieran, pero eso es parte también del show en el que participan consciente e inconscientemente.
Estos líderes del universo mediático son perecederos y lo saben por ello sacan provecho de su momento, lo que me hace recordar a los adolescentes involucrados en el narco que prefieren tener un par de años de gloria que muchos años de miseria.
Cuando se comprende que el ciclo de la vida humana debería ser como el ciclo de la tierra, como el ciclo del agua, en un círculo de levedad en el que entramos y abandonamos la existencia de manera natural; nos preguntamos si tiene valor o no el desplegarnos ostentosamente en Facebook, en Instagram o por medio de otra herramienta de comunicación para exponer lo que debería ser privado.
¿Vale la pena conectarnos profusamente en la social media e invertir una parte de nuestro tiempo en ello? ¿O intentar hasta donde sea posible mantenernos en la sombra con una presencia austera?
¿Qué suma y qué resta en el marasmo de las redes sociales? Hacia dónde se dirige el mundo en el que la Tercera Revolución Industrial ha iniciado y el colectivismo está cambiando su pulso. Qué pasará con los artistas y los políticos cuando el costo marginal de la comunicación y la energía sea cero, cuando la inteligencia artificial llegue para desplazar muchas de nuestras trivialidades. Ante esta expectativa, los seres humanos deberemos estar más sólidos que nunca y es entonces que la lógica y la ética serán urgentes en la educación para los niños del mundo.